Malos tiempos para la lírica… Frase que se cantaba en los 80 con mucha razón y que ahora debería tararearse con mayor ahínco dado el ambiente gris y cada vez más azulado que nos rodea. De manera voluntaria o no, Extraperlo lucharon contra el significado de esa negativa y poética sentencia lanzando bocanadas de aire fresco desde los momentos previos a la salida de su debut en largo, “Desayuno Continental” (Mushroom Pillow, 2009), cuando la decadencia del sistema global imperante ya era evidente y descorazonadora. Un disco del que, además, muchos hablaron y del que se emitieron opiniones variadas y dispares: que si parecía un trabajo perdido de algún grupo ochentero español (de cuyo nombre nadie quería acordarse) que insertaba el pop autóctono en sonidos propios de latitudes más lejanas y cálidas, que si se mostraba como una de las mejores interpretaciones en clave nacional de la corriente tropicalista de aquella temporada, que si su envoltura sonora se podía mejorar, que si su portada como sacada de un anuncio de un Commodore 64 era genial a la vez que horripilante…
Tal cantidad de palabras pronunciadas y ríos de tinta vertidos plasmaban la típica reacción ante un elemento inesperado, tanto en lo relativo a su concepción como a su desarrollo. Convengamos en que “Desayuno Continental” no era una obra absolutamente original ni que estaba pensada para marcar tendencia (¿o sí?) pero, dentro de su estilo y a su manera, poseía varias cartas ganadoras: ritmos cálidos, letras sencillas y desenfadadas, una adorable (y muy elegante) pátina lo-fi, ristra de mini-hits (“Negroni”, “Bañadores”, “Esperando Nuevas Órdenes”, “Entre las Plantas”…) y la influencia en la producción de Pablo Díaz-Reixa, El Gincho. Aquí está la clave: la colaboración del demiurgo del pop sampleado, que en aquel primer LP ejercía además de co-productor. Su colorida sapiencia multisonora encajaba a la perfección en el molde que manejaban Borja Rosal, Alba Blasi, Cacho Salvador y Aleix Clavera, lo que dio como resultado una obra sugerente y, en último término, adictiva.
Cuatro años después (la brecha temporal se debió a las actividades paralelas de sus miembros), y tras cambiar de casa discográfica (de Mushroom Pillow a CANADA), Extraperlo vuelven a unir fuerzas con El Guincho para ofrecer al (gran) público “Delirio Específico” (CANADA, 2012), la continuación ideal de “Desayuno Continental”. La razón es muy simple: el combo barcelonés recurre a la misma fórmula pero la depura, la hace más certera, al tiempo que la exprime pero sin dejarla completamente seca; mientras que el músico canario (de nuevo productor y autor de los ritmos) aporta músculo a la estructura de las canciones, además de limpiarlas, fijarlas y darles esplendor (un proceso que se podría equiparar al que él mismo realizó en el disco de Los Punsetes “Una Montaña es una Montaña” -Everlasting, 2012-, salvando las distancias estilísticas entre un trabajo y otro).
Los leves cambios citados conviven en total armonía con la dulzura y la placidez características de las composiciones de Extraperlo, compatibles también con su dinamismo formal. Gracias a ello y a que, inevitablemente, está enraizado en la arena de playa calentada por el sol veraniego, sumergido en cristalinas piscinas y situado entre troncos de palmeras que se mueven suavemente al compás, “Delirio Específico” funciona como válvula de escape y desahogo físico y mental entre los efluvios de un delicioso y azucarado cóctel imaginario. Los positivos efectos de tan agradable combinación (mezclada, no agitada) ya se aprecian en la inicial “Resplandor”, que abanica los oídos con los primeros punteos de guitarra transparentes del lote. Aquí igualmente comienzan a entrar en acción los juegos corales que explotarán en “Modelos Blandos” (una de las grandes bazas del álbum) junto con la peculiar y coppiniana voz de Borja y el acompañamiento vocal de Alba, cuyo protagonismo se extiende a la funky-new-romantic y apasionada (pese a su avance parsimonioso) “Ardiente Figura” y a “Saxo Azul” (instrumento de viento que regresa en “Viaje a Brasil” para aparecer como reconfortante contrapunto a la pegajosa melodía).
Pero “Delirio Específico” no sólo logra acariciar pabellones auditivos y neuronas de cabezas tumbadas en hamacas, sino que también sugiere cierto movimiento bailable, en consonancia con las animadas estampas paradisíacas insinuadas más arriba. Esta transición de la posición horizontal a la vertical se traduce en la templada viveza de “Las Corrientes del Golfo”, la ultra-optimista “Fina Vanidad” (con el bajo tocado en slap a todo trapo), “Fieras” y una tentadora “A Nivel Carnal” que actúa como sabrosa despedida de un disco que no se debe rechazar tal como va este mundo en el que, repetimos, corren malos tiempos para la lírica. Pero la que emana del particular delirio de Extraperlo puede luchar contra cualquier mal: ayuda a amortiguarlo y a levantar el espíritu alicaído.