Probamos las chuches para aumentar la libido, las gominolas para estar más guapa y comprimidos para dormir de Saludbox… ¡Y te lo explicamos todo!
Hace unas semanas, me propusieron probar algunos productos de Saludbox, la empresa que se ha empeñado en reinventar el concepto que tenemos de «complemento alimenticio». Olvidaos de aburridas cajas monocromáticas con comprimidos que saben -con suerte- a zapato sazonado: en Saludbox lo que se ofrece son chicles, gominolas y comprimidos masticables de aspecto y sabor mucho más apetitoso.
Debo decir que, ante la propuesta, no pude evitar pensar en esa serie de artículos de una publicación nacional que se popularizaron hace unos años del palo “Pasé una semana haciendo chorradas y esto fue lo que pasó”. La diferencia es que el redactor en cuestión se tiraba una semana comiendo por un euro al día, sobreviviendo solo con comida de máquinas expendedoras, asistiendo a todos los eventos de Facebook… Y mi plan, en cambio, era pasar unas semanas comiendo chuches científicamente certificadas para mejorar mi vida. Me encanta mi trabajo.
Así que, con los ojos brillantes de curiosidad, dejé en mi cómoda las tres cajitas de Saludbox: Beauty, Morpheo y Amore. Me comprometí a tomar apuntes diarios sobre mi experimento en notas del móvil pero, como la constancia no es justamente lo mío, abandoné la memoria de mi proyecto a los dos tres días. Pero que nadie se preocupe, porque tengo buena memoria.
1. AMORE. Empezaré por estos chicles con propiedades afrodisíacas porque, debido a circunstancias particulares, son sobre los que menos me he podido formar una opinión. Las indicaciones son simples: a base de planta de Maca y mediante la interacción sinérgica que esta establece con la vitamina E, hay que masticar uno o dos de estos chicles de sabor a hierbabuena diez minutos antes de ponerse manos a la obra.
Circunstancia particular número uno: tengo una relación a distancia. Mi pareja y yo nos vemos con suerte un fin de semana al mes, así que lo de comprobar la eficacia de Amore en un lapso de tiempo espaciado estaba descartado. Circunstancia particular número dos: tuve la espléndida idea de sacar la cajita y explicar sus estimulantes propiedades en medio de una fiesta y, entre mejillas encendidas por el alcohol y su consecuente entusiasmo, los chicles volaron entre los presentes como si servidora fuera Jesucristo y aquello la repartición de los panes y los peces. De los diez que vienen en la caja, me quedé con dos (y suerte que así daba para que al menos mi pareja también los probara). Circunstancia particular número tres, en directa relación con la número uno: después de un mes sin verse, es difícil discernir qué parte del fogonazo es consecuencia de la Maca y la vitamina E y qué de la abstinencia.
No voy a entrar en demasiados detalles, pero, sea como fuere, fue… muy bien, muy, muy bien. Donde a cada “muy” corresponde a un orgasmo. En pos de la ciencia, yo incluso exhibo hasta mi intimidad.
2. BEAUTY. Imagina que te dan un bote con 40 gominolas sabor multifrutas y que te dicen que lo único que tienes que hacer para verte más guapa es comerte dos al día. Lo primero que se te pasaría por la cabeza es que bueno, a ver, dónde está el truco, ¿no? Nadie cree en las win-win situations. Por mucho que en este caso en particular no sean caramelos cualquiera, sino que llevan antioxidantes y reparadores celulares como Colágeno, Coenzima Q10 -esta que siempre es protagonista de todos los anuncios de cremas anti-aging– y vitaminas A, E y C.
Pero, bueno, como atiborrarse a chuches tampoco es que sea precisamente un sacrificio, tampoco es que vayas a perder nada por probarlo, me dije… Así que, durante veinte días, me comprometí a seguir una sacrificada y nueva rutina diaria: meterme en la boca dos gominolas con forma de corazón y color rojo sería lo primerísimo que haría al levantarme. La verdad es que no soy una persona de dulces y prefiero comerme un gato antes que un bollo, pero las chuches me pirran, así que igual lo más difícil de todo fue limitarse a la dosis recomendada por Saludbox de dos chuches al día. En la nota del móvil que escribí el primer día se lee: “2 DE FEBRERO, 1er DÍA BEAUTY: granitos en la frente y bigote por regla y depilación. Ojeracas por resfriado”. Está bien ser honesta y dejar claro el punto de partida.
La primera vez que me di cuenta de que igual algo estaba ocurriéndole realmente a mi cara fue una noche al llegar a casa después de estar todo el día en la universidad, alrededor de la jornada 8 o 10 de mi experimento. Fui a lavarme los dientes y, en eso que me miro al espejo, caigo en que ese día no me he maquillado (la piel, se entiende; sin máscara de pestañas y un pintalabios, aunque sea clarito, no sé vivir). Y en ese instante me doy cuenta de que el día anterior tampoco.
Quiero hacer hincapié en la suma importancia de esto: yo siempre me pongo base de maquillaje. Siempre. Aunque mi adolescencia quede cada día un poco más lejos, como cualquier persona con piel grasa que digne de llamarse así sigo sufriendo de eventuales granitos. Y bueno, qué cojones, de granazos también. Además, como persona con algunos problemas de sueño (que otra de las cajas fuesen Morpheo me vino que ni pintao), también tengo unas ojeras que parecen estar esculpidas bajo mis ojos con un afilado cincel. Así que la base de maquillaje es para mí algo fundamental… Y resulta que, de repente, llevo dos días paseando mi piel tal y como Dios la trajo al mundo. Sin siquiera prestar atención a la enorme diferencia que esto debería suponerme. En definitiva, este paranormal suceso solo encuentra explicación en el hecho de que mi piel mejoró de manera tan progresiva pero evidente que no sentí la necesidad de taponarla con potingues.
La otra ocasión en la que me di cuenta de que Beauty estaba funcionando es un poco más asquerosita, así que pasaré rápidamente por ella: un par de días después, quería quitarme un punto negro bastante superficial -nada del otro mundo, no de esos súper oscuros y enquistados, sino tan sólo un tímido recuerdo de que la piel absorbe suciedad- y me dolía muchísimo hacerlo. Tenía la piel súper dura. Resulta que el Colágeno y la Q10 habían convertido mi piel en una irrasguñable corteza.
Y aquí, para rematar el suceso de mi experimento con estos comprimidos de Saludbox, debería seguir una selfie de mi cara recién despertada y sin maquillar. Pero la verdad es que esta mañana he pasado 25 minutos de mi vida haciéndome fotos y, aunque la piel estuviese limpia y reluciente, las he borrado todas. No estoy preparada aún para ver mi cara en un full-frontal y sin contexto, simplemente plantada allí en medio del encuadre, flotando. Pido perdón y, sobre todo, que mi testimonio sea igualmente válido pese a falta de documentación.
3. MORPHEO. He dejado estos comprimidos masticables para el final porque tuvimos una relación algo controvertida a lo largo de mi experimento. A su favor diré que las condiciones iniciales tampoco es que fueran muy propicias y que hacerme dormir bien no es tarea en absoluto fácil.
Por mucho azafrán y mucha melisa que puedan tener -plantas las dos con propiedades tranquilizadoras y relajantes-, había una enorme cantidad de factores jugando en contra de éste particular Morpheo sin arpa y encapsulado. Tampoco es plan aquí de desplegar todo mi historial de trastornos del sueño y estrés, pero huelga decir que sufro de ansiedad y que llevo dos años sin soñar otra cosa que no sean pesadillas. Para más inri, soy adicta al café. Ni con orfidales o otros zepames varios he conseguido dormir del tirón y levantarme descansada.
Pero aquí es donde entra en juego la melatonina, una hormona que, en breves palabras, le dice a tu cerebro: «checheché, tu bioreloj marca que es la hora de dormir«. Así que no noté un cambio significativo en mi descanso (seguía despertándome cinco mil veces por noche o no pudiendo volver a dormir tras pocas horas), pero sí en el ritmo: pasé de las dos horas o así que me suele tomar quedarme frita a un intervalo de tiempo entre la media hora y una hora. Visto lo visto y lo fatal que descanso, considero que es ya bastante.
Y me pasaron dos cosas curiosas tomando Morpheo, aunque no me atrevo a afirmar que estén estrechamente relacionadas con los comprimidos. Voy a copiar una nota del móvil para que os hagáis a una idea: «DÍA 3 morpheo — pesadillas con Jesucristo y persecuciones de albinos acuáticos«. El caso es que -no sé si por entrar en un sueño más profundo de lo habitual o por algo nada relacionado con eso- tomando Morpheo tuve de las pesadillas más extrañas y retorcidas que he tenido en dos años. Y es mucho decir. Otro día soñé que me metía a terrorista y luego (non related) morían perros atropellados en las vías del tren. Otro día soñé que moría Franco Battiato. Y estas son solo algunas de muchas anécdotas.
La otra cosa rara que me ocurrió no sé si cuenta como contraindicación de algunos de los componentes de estos comprimidos o simplemente es mi buen descanso que está irremediablemente jodido. El caso es que, las noches que no me despertaba continuamente, tras cuatro o cinco horas de sueño mis ojos se abrían como se abren las ventanas de una casa que huele a rancio para que se ventile. Pam-pam: abiertos de par en par y sin pizca de sueño ni indicios de volver a él. Así que podría decirse que, los días que descansaba, se me concentraba el descanso en demasiadas pocas horas. [Más información en la web de Saludbox]