Si quieres saber por qué «Éxodo» de DJ Stalingrad es uno de los libros más controvertidos de los últimos años, te lo explicamos en esta reseña…
Muchos creen que la violencia nace de la nada y que, precisamente por eso, es mucho más perturbadora. Muchos creen que, porque no pueden explicar los motivos tras la violencia más intimidante, simple y llanamente nace de la nada… Pero no es así. Por mucho que algunos de los productos culturales más impactantes de las últimas décadas hayan optado por acongojar al lector / espectador por la vía del mal por el mal, de la violencia como naturaleza sin mayores explicaciones ni justificaciones (es decir: desde «La Naranja Mecánica» hasta «El Silencio de los Corderos«, desde «American Pshycho» hasta «Henry: Retrato de un Asesino«), hay veces que sí que hay que buscar las explicaciones y las justificaciones.
Sobre todo en casos, como el ruso, que bordean el cliché. En el resto del mundo hemos aprendido a mirar a Rusia como quien mira la pista de un circo desde el patio de butacas: esperamos un espectáculo histriónico, desbarrado y desfasado. Esperamos a Putin sin camiseta cabalgando un delfín, a conductores ebrios sacando escopetas por la ventana o a rusas locas enterradas bajo pantagruélicos ramos de flores. Esperamos lo que Internet nos ha hecho esperar de Rusia, sin plantearnos realmente lo que subyace bajo esas imágenes. Por eso mismo, en el momento en el que desde Rusia llegan imágenes de, por ejemplo, un grupo de cabrones apalizando a un marica, crece nuestra incomodidad. Es como si los payasos hubieran mostrado ese lado vicioso y violento que siempre habíamos intuido debajo de su maquillaje y nosotros, los espectadores, en vez de buscarle una explicación real nos quedamos con ese cliché: con que debajo del maquillaje de todo payaso siempre habita un psicópata.
«Éxodo» viene a contravenir mucho de lo que creemos saber sobre Rusia, sobre todo en lo que respecta a nuestra percepción de la violencia como algo intrínseco y natural en su estructura social. No sorprende entonces el extraño periplo de este manuscrito por la sendas editoriales: primero fue publicado en Internet por un tal DJ Stalingrad (¿no son maravillosos los ecos de postmodernidad con respecto a J.D. Salinger?), hasta que se destapó el pastel y se descubrió que el autor era realmente Piotr Siláiev, conocido activista político. Pronto «Éxodo» se publicó de forma clandestina hasta que sus textos se recopilaron en la revista Znamya. No sería hasta el año 2011, sin embargo, cuando los escritos de DJ Stalingrad se recopilarían en el formato novela que ha sido publicado en nuestro país de la mano de la editorial Automática.
¿Por qué todo este periplo? Porque, de entrada, «Éxodo» pone debajo del lector una mierda que apesta a base de bien: un retrato de la sociedad rusa más violenta y convulsa. DJ Stalingrad opta por una narrativa de pinceladas en las que no hay un argumento propiamente dicho, sino eso mismo: pinceladas impresionistas sobre un lienzo… Pinceladas demasiado parecidas a cuchilladas. Es a través de esta técnica como descubrimos las andanzas del protagonista de «Éxodo«, un anti-comunista que vive saltando de pelea en pelea, de manifestación en manifestación, de revolución en revolución, de encontronazo con la policía en encontronazo con la mafia, pero también de fiesta en fiesta, de borrachera en borrachera y de colocón en colocón.
«Éxodo» pone debajo del lector una mierda que apesta a base de bien: un retrato de la sociedad rusa más violenta y convulsa.
Es este un estilo del vida con el que el protagonista hace un pacto al principio del libro: «Vino hasta mí por las negras ventanas de la noche, por las tinieblas de los interminables inviernos moscovitas. Abrió la ventana y entró en mi asustado corazón infantil, y dijo: ‘estás condenado. Todo va a ser un desastre, tu vida va a ser un tormento absurdo e interminable para ti y una molesta carga para los que te rodean. Tendrás que sufrir, después otros tendrán sufrirte a ti, y eso nunca tendrá fin. He dicho. Pero también tienes otra alternativa: inclínate ante mí, sírveme, sométete por completo a mi voluntad, y Yo haré de tu vida lo que se me antoje. Habrá mucha desesperación, mucha estupidez, mucha rotundidad, mucha bajeza… No tendrás nada propio. Yo te daré todo aquello que desee que tengas. En la indigencia, vivirás únicamente de la mendicidad y del robo. A medida que pase el tiempo, recurriré cada vez más a ti, te convertirás en la pieza favorita de mi juego, per un buen día te cambiaré por otra, te aplastaré y te tiraré a la basura. Así será, puedes creerme’.«.
Es este un pacto que muchos rusos se ven abocados a hacer, y más todavía cuando, más adelante en «Éxodo«, nos encontramos con el verdadero corazón de la cuestión: ¿quieres una justificación para la violencia rusa? Pues en las páginas escritas por DJ Stalingrad la encontrarás, ya que el escritor plasma esta sociedad como un polvorín dentro del que han chocado todo un conjunto de conceptos (aunque, especialmente, el comunismo contra el capitalismo) para los que los habitantes no estaban preparados ni física, ni moral ni mentalmente. El resultado no podía ser otro que esta espiral de violencia sin fin en la que el protagonista pierde la conciencia de sí mismo para pasar a ser algo más, una parte de un todo que cruje como los hielos del Polo Norte, abocados a la extinción absoluta.
Si al principio del libro podemos encontrar la mencionada justificación al panorama ruso, al final todo se cierra con un diálogo en el que uno de los personajes declama lo siguiente: «Pero cómo se ha podido llegar a esto… Podíamos haberlo dejado hace ahora tres años, podíamos haberlo dejado en cualquier momento. Entonces nos reunimos y estuvimos discutiendo mucho tiempo por dónde íbamos a tirar, cuando ya teníamos claro que aquello era un billete solo de ida, y que no había viaje de vuelta. Kolia y yo éramos partidarios de cambiar el rumbo, pero Fedia se opuso, insistía en que no podíamos dejarlo así como así. ¿Qué habría pasado si hubiéramos parado entonces? Fedia estaría vivo, todos esos chavales estarían vivos, todo sería distinto. No hago más que darle vueltas«. Y de eso va «Éxodo«: de quitarle el maquillaje al payaso y ver que la violencia no está ahí porque sí, sino que está ahí por unos motivos que vemos al fondo de unos ojos en los que, inevitablemente, nosotros también estamos reflejados.