Cristian Mungiu sigue explorando la cara menos amable (y más oscura) de Rumanía con su última película: la excelente «Los Exámenes».
¿Hasta qué punto el fin justifica los medios? ¿Existen sucesos menores al servicio de un bien mayor? ¿En qué medida decidimos sobre nuestro futuro, o lo hacen los demás? Son cuestiones que el rumano Cristian Mungiu siembra en su nueva película «Los Exámenes«. Una cinta que se mueve entre dilemas morales y éticos que son puestos delante del espectador para que este los juzgue y los analice según su propia vara de medición. Como si se tratase del Haneke de «Caché«, lo que aquí hace Mungiu es presentar una serie de sucesos y situaciones que son llevadas a cabo casi íntegramente por un padre desesperado para que su hija tenga la oportunidad de estudiar en el extranjero, perspectiva que para él lo es todo si quiere que ella tenga un futuro lejos de una Rumanía que considera un país desprovisto del mismo.
Y es que en la cinta no se hace juicio de valores alguno y todo fluye con una cadencia inquietante, situación tras situación. El rumano se mueve la mayor parte del tiempo en espacios cerrados, con apenas movimiento y abundantes diálogos que tratan de exponer las diferentes motivaciones de sus contradictorios personajes. Porque esta es una película sobre personajes, o mejor dicho sobre personas, que al mismo tiempo que llevan a cabo ciertas acciones tratan de justificarlas y buscar una empatía con el prójimo. Es el caso del padre y protagonista de la cinta, Romeo, que constantemente es representado como un buen hombre y muy respetable al que parece que las circunstancias le han obligado a maniobrar de una forma, como si fuera la sociedad la que nos empuja a ello (ese ente al que culpamos de todo como si fuera algo externo a nosotros) y que funciona en cierto modo como un limpiador de conciencias colectivo.
Es así como Mungiu consigue radiografiar a toda una sociedad y, en consecuencia, a todo un país, con las acciones de un hombre bueno y respetado en su profesión cuyas circunstancias lo empujan a cuestionarse sus principios y afrontar diferentes dilemas éticos en lo profesional y morales en lo personal. El rumano es hábil y plantea un conflicto catalizador (una agresión a una adolescente) con el que es difícil no empatizar, y obliga al espectador a adoptar una posición en la que todos los hechos contemplados posteriormente en la película son analizados en su correspondiente mesura.
Paralelamente, también se nos expone un conflicto conyugal y paternofilial que ayuda a observar mejor las debilidades y contradicciones de sus personajes, como es el caso del padre a la hora de relacionarse con su distante esposa o su madre enferma. Sus acciones hacia estos dos personajes son un reflejo que complica todavía más la tarea de posicionarse en relación a sus actuaciones. Y es que la hipocresía y los grises morales son palabras que explican uno de los principales atractivos de la cinta.
«Los Exámenes» es una película sobre la responsabilidad individual y colectiva del individuo en una sociedad que parece siempre encaminada hacia la perversión. A partir del sencillo hecho de superar unos exámenes se nos formulan toda una serie de cuestiones sobre lo que planteábamos más arriba; la capacidad o no de traspasar ciertos límites y el porcentaje de aceptación que ello tiene por parte del prójimo observador.
Al final, se trata de un análisis de la conducta del individuo y de la condición del mismo llevada a cabo con una frialdad, precisión y sobriedad admirables por parte del siempre provocador y removedor de consciencias Cristian Mungiu.
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