Nuestra reseña de «Estrictamente Bipolar» se suma a la voz de Damian Leader a la hora de señalar los peligros de que ahora sea «normal» ser bipolar.
En este excéntrico baile de locos que es el mundo, diagnósticos psiquiátricos y pastillas se reparten como golosinas, sangrantes psiques humanas son desmenuzadas a la merced de psicólogos y psiquiatras cual cadáveres en una carnicería y características consideradas por la psicología clásica como sintomáticas de trastornos mentales se han convertido ahora en la flagrante receta del éxito. En un mundo donde los confines entre locos y cuerdos aparecen más desibujados que nunca, Darian Leader se atreve en su nuevo ensayo «Estrictamente Bipolar» (editado en nuestro país por Sexto Piso) a arrojar una luz que no sólo cuestiona sanos, enfermos y el trastorno bipolar en particular, sino incluso a aquellos que, blandiendo un diploma bajo el brazo, dividen la sociedad en dos polos totalmente opuestos.
Este perspicaz ensayo sitúa el problema principalmente la peligrosa normalización y -al mismo tiempo- romantización del trastorno bipolar, pero es sin embargo mucho más que una cautivadora y lúcida tesis sobre los riesgos de someter el trastorno maníaco-depresivo, como Leader prefiere llamarlo, a este doble movimiento. El psicoanalista transciende su propia forma e introduce en su ensayo unas claves esenciales para entender todo el espíritu de una época, toda una generación de hijos nacidos bajo esta Era Bipolar: “Si el período de la postguerra fue denominado «era de la ansiedad», –empieza afirmando con fuerza Darian Leader– y las décadas de 1980 y 1990 «era de la depresión», ahora vivimos en tiempos bipolares.”
El punto de partida de Leader es analizar qué es lo que nos ha llevado a vivir bajo el reinado de la bipolaridad, suceso al que atribuye dos causas. La primera, histórica y principalmente mercantil, pone en evidencia como a mediados de los 90 el mercado farmacéutico, que se tambaleó al caducar las patentes de los antidepresivos de mayor venta, buscó casi desesperadamente nuevos destinatarios y clientes: “Así como la depresión había sido comercializada de forma activa como un trastorno por quienes proporcionaban el remedio químico para ella, del mismo modo se envasaba y vendía ahora la bipolaridad junto con su remedio”, apunta elocuentemente Leader, pero la verdad es que los datos hablan por sí solos: los estadounidenses diagnosticados con trastorno bipolar florecieron como margaritas al llegar la primavera pasando rápidamente de un 1% a un 25%, y desde mediados de los noventa la prescripción de la medicación para estabilizar el estado de ánimo incrementó en un 400% en las recetas para los niños y en un 4000% en el diagnóstico global.
En segundo lugar, el ensayo de Darian Leader hace patente como el engranaje social mismo sea también responsable directo de la normalización del trastorno bipolar. Éxito, fama, fortuna, productividad, ambición: el mundo moderno parece bailar desenfrenadamente sobre estos ejes. Tanto, que se ondean orgullosamente como los estandartes de la Felicidad. Entre la áspera aridez de un sistema que ha convertido a los seres humanos en meras y desechables piezas de un mecanismo, en alienados pedazos de la gran fábrica que es el mundo: “Los asalariados tienen que demostrar su valía trabajando cada vez más horas y manifestando una creencia cada vez más exultante en sus proyectos y productos”. Un sinfín de libros de autoayuda -o de objetos mr.wonderfulianos– plagan los expositores de las tiendas clamando en horripilantes tipografías que “debes levantarte de nuevo, una y otra vez, una y otra vez, siempre para arriba” o que “por mucho que seamos imperfectos, lo nuestro saldrá redondo” (advertencia: cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia). Y, si no estás interconectado en todo momento a los demás con las redes sociales, eres un bicho raro. Lo que en otros tiempos eran signos clínicos de las fases iniciales de los episodios maníacos, como la extrema e irreal confianza en las propias capacidades o el intento compulsivo de conectar con otros seres humanos, ahora son el camino que las teorías de autoaprendizaje y el competitivo mundo de los negocios marcan para llegar al éxito.
A esta normalización se viene a sumar (de modo sólo aparentemente contradictorio) la necesidad de destacar entre los demás intentando encontrar algo que te haga ser radiante, único y, en última instancia, genial. Mitificando figuras artísticas diagnosticadas con bipolaridad que van desde Einstein a Proust pasando por un laaaaaaargo etcétera, nos autoapropiamos erróneamente la ecuación igualmente incorrecta de manía = genialidad y abaratamos el espesor real de la enfermedad. Esta relación entre bipolaridad y genialidad, además de ser habitualmente enfatizada públicamente hasta por algunas instituciones, parece sin embargo olvidar el lado oscuro de este lunático trastorno: el asfixiante sentimiento de culpa, el desgarrador odio hacia sí mismo y la vertiginosa caída sin fondo de los episodios depresivos. He aquí el peligro de la romantización del trastorno bipolar.
Dejado esto claro, Leader se sumerge junto al lector -que a estas alturas del ensayo ya está totalmente absorbido por el estilo nada pedante pero preciso que utiliza el escritor- en una fresca, apasionante y minuciosa análisis del trastorno maníaco-depresivo, de todas sus manifestaciones y sobretodo de todos sus procesos. Según Leader, de hecho, uno de los problemas de la psicología actual con el trastorno maníaco-depresivo es haber olvidado la importancia del origen y el desarrollo de sus actos expresivos externos en pos de una focalización casi total en estos hechos en sí y en su contrarrestación con cócteles masivos de medicamentos. De este modo, numerosos ejemplos y citaciones sacados de sus propios pacientes o de las autobiografías de conocidas personalidades que han reconocido públicamente sus trastornos (como el cómico Stephen Fry, la doctora Kay Redfield Jamison o la actriz Patty Duke) se unen a nociones de historia de la psicología consiguiendo una clara y plena comprensión de los entresijos del trastorno maníaco-depresivo y su bipolarización.
¿Es la solución para curar este enfermo mundo de sanos volver a centrar la indagación psicológica en (un “en” cargado de significado, un “en” de ente y entrañas) el paciente y su historia, quitando terreno a la hipermedicación? Darien Leader parece tenerlo claro. Tras leer casi de un suspiro el ensayo entero, este acaba tal y como había empezado. Fulgurantemente, sin rodeos, sin pedanterías ni florituras retóricas innecesarias, el psicoanalista británico lanza una última limpia y luminosa flecha crítica hacia la psicología habitual. ¿Habrá dado en el blanco o se convertirá “Yo soy un poco bipolar, ¿y tu» en la nueva frase para ligar?