«Estoy Pensando en Dejarlo» es una película apasionante pero compleja… Por eso te ofrecemos tres claves para entenderla por completo.
¡Sorpresa! Cuando todo el mundo creía que el «Tenet» de Christopher Nolan sería la película de la temporada destinada a acumular a sus espaldas la mayor cantidad de «¿qué carajo acabo de ver?» a la salida del cine, va Netflix y estrena «Estoy Pensando en Dejarlo» de Charlie Kaufman. Lo que significa que, en este segundo caso, nadie va a espetar «¿qué carajo acabo de ver?» a la salida del cine, pero a vista de todo el mundo queda que este está siendo uno de los comentarios que arden con mayor furor en las redes de las últimas semanas.
Y, depende de cómo se mire, no es para menos. Porque hay que reconocer que, por mucho que esta sea una película altamente entretenida que te mantiene pegado a la pantalla gracias a su colorida y fascinante inventiva visual (tan Gondry sin necesitar Kaufman a Gondry para nada), también hay que reconocer que no es una película de fácil comprensión.
Pero, en serio, ¿qué deberíamos esperar de alguien como Charlie Kaufman? Un hombre que nos enamoró con caramelos narrativos envenenados en forma de guiones como los de «Olvídate de Mí» (Michel Gondry) o «Adaptation» (Spike Jonze). Pero que también se lanzó en un triple salto mortal en la dirección de una película, «Synecdoche, New York«, que pasará a los anales cinematográficos por ser el ejercicio metanarrativo más caro de la historia de Hollywood. También una joya oculta reservada solo para los aficionados al cine como ejercicio de exploración de las posibilidades narrativas del relato post-moderno.
Luego llegó su segundo film, «Anomalisa«, y la meta-narrativa de intrincada inspiración churrigueresca rebajó ligeramente sus altos vuelos haciéndonos creer que existía un Charlie Kaufman para todo el mundo. Un Charlie Kaufman capaz de estrenar una película en Netflix y elevarse como hype de autor a la altura de los que se gasta últimamente el servicio de VoD que ahora también es casa de Scorsese, Welles y Baumbach, entre muchos otros.
Lo curioso es que la sinopsis de «Estoy Pensando en Dejarlo» puede llevar a engaño. Porque ¿cómo no vamos a entender la típica película de «chica va a visitar por primera vez a los padres de su nuevo novio, que viven en el campo«? ¿Qué puede tener de dificultosa esta trama que ya hemos visto una y mil veces en la pequeña y la gran pantalla? Pues ahí está el arte de Kaufman: en hacerte un mindfuck brutal cuando tú creías que esto iba a ser un viaje tranquilito y sin curvas.
Para evitar la confusión, en este artículo voy a abordar tres claves fundamentales para entender «Estoy Pensando en Dejarlo» y no morir en el intento. Empecemos por lo más básico…
1. La (posible) explicación
Curiosamente, la (posible y plausible) explicación de la película de Kaufman es tan sencilla como su propia sinopsis: nada en el film es real. El viaje no es real. Los sucesos no son reales. Nada ocurre de verdad… Sino que, al fin y al cabo, todo ocurre dentro de la cabeza del personaje de Jake (interpretado con una vulnerabilidad sublime por parte de Jesse Plemons). Lo que resulta más curioso todavía porque, desde el principio, la voz en off de la chica que viaja con Jake nos hace pensar que es la protagonista.
Primera pieza del mindfuck de Charlie Kaufman: jugar con tus expectativas. Es normal pensar que, si la chica está narrando los sucesos en voz en off, ella debe ser la protagonista. Y, de hecho, si ella es la protagonista, todo deberá estar narrado desde su punto de vista, ¿no? Pues no. Como suele suceder en el cine de este director, desde el principio empiezan a surgir pistas de que algo raro está ocurriendo.
El bellísimo monólogo de la chica (una Jessie Buckley en constante estado de perplejidad), de la que por cierto nunca llegamos a saber su nombre, se ve interrumpido de forma constante y cómica por las intervenciones de Jake. Es como si el chico pudiera escuchar las reflexiones de su pareja y, al intuir el peligro que supone para él (todo gira en torno a ese «dejarlo» en el que ella no puede dejar de pensar), decidiera cortar por lo sano. Es como si la poética voz en off del «Paterson» de Jim Jarmusch se viera interrumpida continuamente por las salidas de tono de los Coen.
Esto nos pone en aviso de que, en definitiva, es Jake el que está construyendo el relato. Es imposible saber si es el relato de una relación que pudo ser y nunca fue, si conoció a la chica protagonista realmente o si todo es una construcción a partir de idealizaciones diversas. Porque el protagonismo de «Estoy Pensando en Dejarlo» no recae sobre la chica. Tampoco sobre el Jake que la acompaña a casa de sus padres. El protagonista verdadero es el señor que, al principio de todo, observa desde una ventana cómo la chica sube en el coche de Jake. Un señor que luego se va a trabajar como conserje en un instituto y que, finalmente, muere en su propio coche después de una jornada de trabajo.
Ese señor es Jake, claro. Es Jake de mayor imaginando cómo podría haber sido su historia de amor perfecto. Pero también es una persona con una mente vieja y cansada con tendencia a la ensoñación y a la dispersión. Aunque eso mejor veámoslo en la siguiente clave para entender la película.
2. La (fragmentada) construcción mental
En el viaje desde la ciudad hasta el campo ya se empieza a intuir que hay algo que no funciona del todo. La chica observa lo incongruente de que haya un columpio nuevo delante de una casa abandonada y derruida. También se deja llevar por la hipnótica sensación de que el paisaje fuera de su ventanilla siempre es el mismo. Hasta aquí, todo son anécdotas habituales en viajes largos por carretera.
Pero al llegar a la casa de los padres de Jake es cuando los glitches de sentido empiezan a aparecer con más y más fuerza. La protagonista viste una ropa casual al entrar en la casa, pero durante la cena luce un vestido diferente, mucho más elegante, incluso con un collar de perlas. El oficio de la chica va cambiando y, aunque creyéramos que era poeta, resulta que también es pintora y física e ingeniera. Los estampados florales de los papeles pintados de las paredes convierten el espacio en un verdadero laberinto en el que es imposible orientarse. Los padres de Jake cambian de edad entre escena y escena: la madre puede ser joven en una escena y estar en su lecho de muerte en la siguiente.
Porque, al fin y al cabo, la mente de Jake (el Jake anciano) está construyendo una historia en tiempo real, probando posibilidades, quedándose con lo que le gusta y descartando el resto. Está mezclando la historia de amor que le gustaría que hubiera sido con su historia de soledad real (la muerte de la madre o la historia de los cerdos en la granja, por ejemplo). Y, a medida que se aproxima al momento de su muerte, el contacto con la realidad llega a desaparecer del todo.
En el coche, el Jake joven ha declarado su amor por los musicales. Como conserje anciano, Jake se avergüenza cuando unas jóvenes lo descubren mirando durante unos ensayos de «Oklahoma«, su musical favorito. Y, al final de todo, la historia del chico joven y su (no tan) enamorada no solo se convierte en un acto de danza contemporánea, sino que desemboca en el mismo Jake escenificando una escena de «Oklahoma» con el patio de butacas ocupado por todas las personas que fueron importantes para él. Todas ellas, él incluido, con maquillaje envejecido para dejar mayor constancia de la naturaleza ficticia de la representación.
Todo lo que hemos visto en «Estoy Pensando en Dejarlo» es la construcción fragmentada de una mente anciana e incongruente. Pero lo que es más interesante todavía y nos conduce hacia la tercera clave para entender el film: es una construcción realizada a partir de retazos culturales.
3. Las (ajenas) representaciones culturales
Cuando creemos que la protagonista de «Estoy Pensando en Dejarlo» se dedica a la poesía es porque nos deslumbra con un precioso poema titulado «Bonedog» que recita durante el viaje en el coche. Durante la cena con los padres de Jake, ella les enseña unos cuadros expresionistas que nos obligan a pensar que es pintora. Estas dos escenas, sin embargo, hay que entenderlas junto a otras dos sobre las que se espejan de forma endiablada.
Cuando el tiempo y el espacio deja de tener sentido, la chica visita la habitación de infancia de Jake y se encuentra con un libro de Eva H.D. titulado «Rotten Perfect Mouth«. Al abrirlo, se topa con un poema titulado «Bonedog«. Y, cuando baja al sótano que ha estado cerrado durante el resto del film (con todo el poder simbólico que tienen todos los sótanos como el lugar en el que escondemos ese Babadook que no queremos que nadie vea), se encuentra con una habitación repleta de pósters con las pinturas de un tal Ralph Albert Blakelock. Son, obviamente, las pinturas que enseñó a los padres de su novio.
Tanto Eva H.D. como Ralph Albert Blakelock son artistas reales. Y esto es un indicativo claro de que, al fin y al cabo, lo que está haciendo el Jake anciano es atribuirle a su pareja idealizada las obras de sus artistas favoritos. Y no solo eso: poco a poco, no solo los atributos de su amada se impregnan de las idealizaciones de Jake, sino que la propia narración también va haciéndolo, como ya ha quedado claro con la escena final de «Oklahoma«.
¿Se ha entendido ya que Jake somos todos? La Nouvelle Vague nos enseñó a idealizar ese amor que se construye usando piezas de la cultura compartida. Pero Charlie Kaufman, tan interesado siempre en estrujar las convenciones de la narratividad, viene a decirnos en que, en la era de las parejas efímeras, las redes sociales como tirita emocional y la soledad como medio de vida, no hay espacio para esas idealizaciones. Aquí y ahora, solo hay espacio para pesadillas fragmentadas. La idealización del amor en los términos clásicos es como intentar ensamblar un puzzle en el que las piezas nunca acaban de coincidir. Una pesadilla abocada al fracaso. Pero un placer profundo, complejo y elocuente como el que desprende «Estoy Pensando en Dejarlo«. [Más información en la web de «Estoy Pensando en Dejarlo» en Netflix]