¿Un cómic sobre mundos virtuales que se atreven a introducir una reflexión sobre una problemática real? Es «En La Vida Real», de Cory Doctorow y Jen Wang.
Hay muchas formas de abordar una problemática, pero la más efectiva es (y debe ser) utilizar el mismo código en el que está expresada originalmente esta problemática. Me explico… La tendencia más habitual al plantear una problemática desde la literatura es, evidentemente, el ensayo. Lo bueno del ensayo es que aísla la susodicha problemática y la analiza a través de la palabra. Lo malo es que el proceso de intelectualización puede llegar a desligar la problemática tan profundamente de su marco que acabe por resultar peligrosamente parcial. En cómic, sin embargo, no existe el ensayo propiamente dicho, aunque sí que existan (sublimes y elocuentes) esfuerzos enciclopédicos como los de Scott McCloud al teorizar sobre la propia viñeta. Ahora bien, el cómic está realmente cerca a otras subculturas y, por lo tanto, a sus problemáticas.
Digo todo esta para justificar que, al fin y al cabo, «En La Vida Real» (publicado en nuestro país de la mano de Sapristi) es mucho más que un cómic al uso y que aborda una problemática de una forma óptima (es decir: con el mismo código de esa problemática). De entrada, podría parecer que Cory Doctorow (al guión) y Jen Wang (a los lápices) han puesto sobre la mesa una especie de crowd pleaser pensado para complacer tanto a los fans del cómic de aventuras en diferentes niveles (desde la fantasía heroica a, pongamos, otra mucho más pop en la senda de «Scott Pilgrim«) como a los habituales de los videojuegos más allá del tipo MMORPG (es decir: Multi Massive Online RPG) que protagoniza el cómic.
Y es que, al fin y al cabo, «En La Vida Real» tiene muchos elementos ideados para conectar inmediatamente con todo ese público -y con mucho más-: la dualidad vital de una chica con típico cuadro de loser de instituto que, sin embargo, parte la pana cuando entra a jugar en un videojuego online masivo; el choque del colorido mundo virtual contra la cotidianidad gris; la posibilidad de hacer tabula rasa y ser quien quieras ser en un universo totalmente nuevo; el discurso de empoderamiento femenino por la vía virtual pero con trasvase a la vida real… Eso en lo que respecta al argumento de Doctorow, porque las ilustraciones de Wang, a medio camino entre el manga y (de nuevo) Bryan Lee O’Malley, son una verdadera delicia que hipnotiza a través de los sentidos gracias a su trazo delicado y a su certero uso del color.
Pero, como decía más arriba, «En La Vida Real» es mucho más que un crowd pleaser: el cómic de Doctorow y Wang utiliza todos estos ganchos argumentales y visuales para que, por debajo de ellos, repte una problemática preocupante que, sin embargo, queda expresada sin necesidad de intelectualizaciones ni subrayados y a través del mismo medio que denuncia. Cuando la protagonista de la novela gráfica se topa con un problema moral que implica jugadores profesionales e ilegales (que, en países lejanos, «trabajan» dentro del juego para generar dinero contante y sonante), la problemática real se filtrará en la ficción… y, de forma sutil pero acertada, consigue que el lector acabe reflexionando sobre unos términos que, de entrada, puede que no fueran los que le habían atraído hacia «En La Vida Real«.
Cierto es también que, al final, Doctorow cierra la historia de forma buenrollera y que, si nos ponemos tiquismiquis, podría pedírsele a «En La Vida Real» un poco menos de luz y un mucho más de sombra a la hora de abordar un tema tan peliagudo como el de los jugadores profesionales ilegales. Pero, de nuevo, cada obra hay que ponderarla en relación a sus intenciones, y si la intención de los autores era llegar a determinado público, una concesión como esta es un mal menor cuando se trata de remover las conciencias de un tipo de lector que de eso, de remover conciencias, no entiende demasiado.