La perfecta aura de atemporalidad que impregna la preciosa “Gardenias”, el tema que abre “Desencuentros”, ya se basta y se sobra para enamorarnos. Pop redondo, suave y melancólico, que actúa como bálsamo emocional, en parte gracias a la calidez vocal de Elsa (hay que quererla mucho y muy fuerte) y en parte gracias a una letra tan elegante como visionaria. Valga como ejemplo una de las figuras paradójicas más inspiradas que recuerdo haber escuchado últimamente, ese “feliz desencuentro en el que nos encontramos tú y yo”. Esencialmente, una de esas raras joyas melódicas y líricas que consiguen encontrar el equilibro perfecto entre el éxtasis y la nostalgia.
Y si bien quizás la mencionada “Gardenias” es LA CANCIÓN, así, con mayúsculas, del disco (y, qué demonios, una de las canciones del año, poca broma), el resto de temas no palidecen en exceso ante la canción que abre “Desencuentros”. Por ejemplo, el cierre con “Sobre el Amor” incide en un sonido que bebe del pasado para redimensionar y remodelar su propia idiosincrasia, convirtiéndose en un adagio desprovisto de toda épica, reduciendo a la mínima expresión su vestimenta instrumental, y cuyo romanticismo se construye a partir de esa especie de conversación humano-máquina que mantienen simbólicamente Elsa de Alfonso y las notas que emergen de un sintetizador. “El Oleaje” se emparenta de alguna manera con la mencionada “Sobre el Amor”, en tanto que la atmósfera creada para la ocasión parece constituir el elemento primordial en la canción, mientras que en “Lo Nuestro” la banda transmuta su sonido en una suerte de pop con una intensa cadencia groovy. Este trasvase no anda tan lejos de otros talentos que han demostrado su tino a la hora de tomar un camino más cercano a la música disco dentro de su naturaleza pop, como la Linda Mirada de “Secundario” o los Yumi Zouma de “Sâlka Gets Her Hopes Up”, por citar algunos ejemplos relativamente recientes.
Cuatro canciones, cuatro soles; tres muchachos, dos muchachas, cinco frente a la aventura, como si fueran aquellos personajes de Enid Blyton reubicados en la Villa Kirrin del pop underground. En resumidas cuentas, y si me permiten la epanadiplosis, lo de Elsa de Alfonso y Los Prestigios es un pequeño gran éxito íntimo pequeño.