No es ningún secreto que hay discos que parecen concebidos para ser escuchados en un momento determinado. Y no me refiero a estados puramente emocionales, porque si no el pobre Mark Kozelek tendría que estar publicando el “Red House Painters I” (4AD, 1993) -el de la montaña rusa en la portada, el de “Grace Cathedral Park” y “Katy’s Song”… el de morirse llorando- cada vez que se rompe una pareja. No, verán, me refiero más bien a la cosa climatológica. Pienso por ejemplo que Mercury Rev o Piano Magic erraron el tiro al no publicar sus respectivos, gélidos y brillantes “Deserter’s Songs” (V2, 1998) y “Artists’ Rifles” (Rocketgirl, 2000) en pleno invierno. Y luego hay discos que, como caídos del cielo, ven la luz en el contexto adecuado. Aquí es donde entra en juego el segundo disco de Eleanor Friedberger.
“Personal Record” (Merge, 2013) invita ya desde su portada a zambullirse en el agua a fin de mitigar la canícula estival que empieza a castigarnos sañudamente. Ejemplo de ello es la pizpireta “When I Knew”, cuya historia pelín retorcida (“I could see the tops of her white socks / Just beneath the desk / Her pants didn’t reach all the way down her legs / And you know what happened next”) queda perpetuamente en segundo plano, a la sombra de la atmósfera veraniega (¡ese punteo de guitarra!) que transmite. Se ponen de manifiesto aquí de forma más patente, aunque en realidad durante casi toda la extensión del álbum, ecos que evocan ampliamente a la versión más luminosa de unos Camera Obscura, y quizás más tangencialmente a unos Belle & Sebastian. Por ejemplo, otra muestra del sonido optimista y veraniego del que les hablo es “Stare At The Sun”, single incontestable que retrotrae al Stuart Murdoch más juguetón y extrovertido, el de “I’m A Cuckoo” o “Legal Man”.
¿Recuerdan cuando descubrimos a Eleanor en solitario con aquel “Last Summer” (Merge, 2011)? El debut de la mitad de The Fiery Furnaces nacía con vocación de discreto y, en realidad, no hizo muchísimo ruido, pero a la audiencia más atinada sin duda no se le escaparon las bondades de “My Mistakes” o de la perfecta “Roosevelt Island”, con su recitado sobre varias líneas de bajo alteradas. En este “Personal Record”, la calidez sonora ha ganado terreno, como en esa “I Am The Past” en la que, acaso por el timbre vocal o los arreglos que arropan la canción, recuerda levemente a Sophie B. Hawkins (lagrimita), o en “My Own World” o “Tomorrow Tomorrow”, composiciones que se alinean junto a la Emmy The Great más inspirada. Por otra parte, lo que no podemos menospreciar es la prosa de Friedberger, que se revela de nuevo como una baza evidente a su favor. Especialmente certera se muestra en una de las mejores composiciones del disco, la favorita personal “Other Boys”. Y es que esa estocada hecha frase que es “How could any man resist / A girl with such a big setlist» es una de mis líneas favoritas del año.
Todos los que guardamos con cariño en la memoria el primer álbum de Eleanor Friedberger haremos bien en darle a este nuevo LP el mimo necesario para que acabe floreciendo vistoso, más incluso que “Last Summer”. Quizás haga falta más paciencia de la que pueda parecer a simple vista… “Personal Record” es más un Old Fashioned que un Mai Tai: no entra especialmente fácil, pero al acostumbrar el paladar enseguida apetece una segunda toma.
“¡Mi vida es un desierto, Eleanor!”, le gritaba Charles Berling a Élodie Navarre en “Love, Etc”. Quizás es verdad, y sobre todo en verano. Pero, con “Personal Record”, esta travesía se pasará algo mejor, ya verán. Bonito disco, Eleanor… De nuevo, un grower. De nuevo, fans.