“El Último Exorcismo” se anunció como uno de los platos fuertes de la pasada edición del Festival de Cine de Sitges, generando toda clase de rumores antes de sus previos pases: que si se trataba de un documental en el que los espectadores asistíamos a un exorcismo real, que si en los pases que se hicieron del film en Estados Unidos varias personas sufrieron ataques de epilepsia mientras otras corrían a abandonar las salas presas del pánico, como si de unos sanfermines se tratara… Como siempre, no hay ningún límite a la hora de alimentar las campañas de promoción de una película, en especial si la propuesta nos viene servida en clave de falso documental, donde todas sus supuestas realidades pueden ser manipuladas impunemente.
Ruggero Deodato presentó públicamente en el año 1980 “Holocausto Caníbal”, uno de los exponentes más radicales e interesantes que ha dado el falso documental hasta nuestros días, no solo por el híper realismo de sus violentas imágenes, sino por toda la estudiada campaña de promoción que acompaño al film en su estreno en Milán. En dicha película, se nos mostraba cómo un grupo de reporteros era pasto de una tribu caníbal en algún lugar de la selva amazónica. Para alimentar la falsa veracidad de los hechos, Deodato obligó al grupo de intérpretes que daban vida a los reporteros a firmar un contrato en el que se estipulaba que, después del estreno, deberían permanecer un año totalmente alejados de cualquier medio de comunicación. La jugada le salió perfecta, ya que todo el mundo cayó en la trampa creyéndose la mentira, hasta el punto de que el director de la broma fue encarcelado al ser acusado de asesinato. Finalmente, los actores aparecieron y, tras tres años de lidiar con los tribunales, la cinta pudo verse estrenada (no sin censura) en varios países. Pese a verse envejecida claramente en varios aspectos por el transcurso de los años (sobre todo en su factura), «Holocausto Caníbal» puede verse a día de hoy como un interesante estudio acerca de cómo vivimos y nos comportamos al salir de una sociedad aparentemente civilizada, desarrollada y moderna.
Otro ejemplo de similares características y muy conocido por el gran público, lo encontramos en “The Blair Witch Project”, donde se apostó por hacer una fuerte campaña publicitaria a través de Internet (una iniciativa original y totalmente novedosa, teniendo en cuenta que su estreno fue hace más de diez años). No fueron pocos los que cayeron en la trampa de creerse que, realmente, esos tres jóvenes estudiantes de cine llegaron a desparecer misteriosamente en los frondosos bosques de Maryland, intentando descifrar el misterio de la famosa bruja. Paradojas de la vida, los que terminaron desapareciendo, en este caso del panorama cinematográfico, fueron sus dos directores, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, que después de ser considerados por el mismo Steven Spielberg como dos de los cineastas más prometedores de la década pasada, no supieron lidiar con su éxito, quedando relegados al olvido más absoluto y viéndose obligados a malvivir por separado dirigiendo productos de terror totalmente prescindibles y carentes de interés alguno.
Los tiempos han cambiado, ya sea por el exceso de información previa con la que se nos bombardea ante el estreno inminente de cierto tipo de películas o bien porque el espectador actual ya esta mas que curtido en mil batallitas de platea. Pero el hecho es que, en cine, es casi imposible vender a día de hoy cualquier filmación que sea de ficción como un hecho verídico, mucho menos en el género del terror o el fantástico. Recientemente, en nuestro país el género del falso documental ha resurgido con cierta fuerza gracias a propuestas tan interesantes “[Rec]” y, en menor medida, su segunda entrega.
El titulo que nos ocupa, “El Último Exorcismo”, plantea cómo un falso exorcista pretende dejar al descubierto su propio engaño, contactando así con un equipo de reporteros que seguirán el día a día del predicador concluyendo en la práctica de un exorcismo en el que el protagonista mostrara con todo lujo de detalles cada uno de los artilugios que utiliza para simular su enfrentamiento con el diablo. El conflicto vendrá cuando el protagonista deba lidiar con una posesión demoníaca real, entrando en la dicotomía de verse forzado a creer en Satanás cuando él es un ateo consumado. La película tiene sus mejores momentos en el arranque, cuando en poco más de media hora se nos presenta al exorcista Cotton Marcus, hábilmente interpretado por el carismático Patrick Fabian (premio al mejor actor en la pasada edición del Festival de Cine de Sitges).
Es interesante ver el retrato que se hace de los lugareños que residen en ciertas regiones de la América profunda, más concretamente en el estado de Louisiana. Pese a no ahondar en ningún momento en ello, el realizador proporciona una clara idea de la mentalidad que pueden llegar a tener determinadas personas, prefiriendo creer que si hay algo que se sale de lo habitual, tiene que ser obra de Dios, del diablo o incluso de los extraterrestres. En todos estos aspectos se nota el buen pulso narrativo de su director, Daniel Stamm, a la hora de recrear su particular visión de la América gótica, engendrada por Grant Wood y su inquietante cuadro “American Gothic”.
Las virtudes de “El Último Exorcismo” brillan con mayor fuerza cuando la película juega a ser un falso documental más que una cinta de terror (no en vano, el primer film de Stamm es un excelente documental titulado “A Necessary Death”, en el que se recogen diferentes testimonios en torno al suicidio). Es quizás por ello que, a partir de la mitad del relato, la historia deje de interesarnos debido a los convencionalismos del genero y a que no aporta nada nuevo, dando así la sensación de que al director le aburre que su película derive en una cinta de terror al uso, repitiendo hasta el hartazgo varios efectismos que ya hemos visto en películas similares: personajes corriendo en la oscuridad mientras la cámara se mueve de tal manera que apenas logramos ver nada, momentos en los que no hay imagen y sólo escuchamos hablar a los personajes… Por no hablar de su innecesario y ridículo final, que pese a recordar a ciertos clásicos de los años 70 que giraban en torno al satanismo, termina por destruir definitivamente lo que prometía ser: una de las películas de género más interesantes de la temporada. Hay que destacar, sin embargo, una secuencia en particular en la que vemos a la supuesta chica poseída retorciendo su cuerpo de manera imposible en el interior de un granero (curiosidad: resulta que Ashley Bell, la actriz que da vida a la chica poseída, tiene hipermovilidad, lo cual le permitió contorsionar “in extremis” su cuerpo para dicha escena, sin necesidad de usar dobles o efectos especiales).
Es necesario mencionar que Eli Roth, el productor de la cinta, participo también en la escritura del guión. Roth es un fan consumado del cine de terror de los años 70 y 80, y antes de ser uno de los bastardos de Quentin Tarantino dirigió obras tan interesantes como “Cabin Fever” o la primera entrega de “Hostel” (me niego a mencionar la segunda parte debido a su nulo valor en todos sus aspectos posibles). Esto no tiene nada que ver, sin embargo, con el hecho de que “El Último Exorcismo” se quede finalmente en un ejercicio totalmente olvidable. Primero, porque no da miedo. Segundo, porque no cuenta nada nuevo… Y eso termina aburriendo por mucho arranque prometedor que ostente.
[Alex Aviño D’acosta]