Al reflejar la época en que Saint-Exupéry estuvo asignado a la estación de correo en el Cabo Juby en el Sáhara español, donde “le encantaba la soledad y estar bajo millones de estrellas”, Sís emplea una paleta sobria, casi monocromática. Se alternan azul cielo y marrón tierra para colorear las hazañas menos conocidas: rescatar aviones varados y negociar con nómadas hostiles, lo que le procuró el sobrenombre de “Capitán de los Pájaros”.
La serenidad celestial de los primeros capítulos de «El Piloto y El Principito» se hace añicos cuando los alemanes invaden Francia en 1940: Sís emplea acuarelas color rojo sangre para dar color al campo de batalla. Se describen “el fuego, el humo y la destrucción que los alemanes iban dejando a su paso mientras se precipitaban desde el norte”. A esta inquietante escena sigue la imagen muda de una luna llena plateada que se refleja en la vasta extensión de un profundo mar azul. Saint-Exupéry se dirige a su exilio en la ciudad de Nueva York.
Sís parece sugerir que la redacción de «El Principito» llega casi como una ocurrencia, mientras el piloto francés espera en la ciudad de los rascacielos a que termine la guerra. La narración evoca la filosofía romántica del libro para niños de Saint-Exupéry; se invoca al pequeño Príncipe cuando el escritor-piloto mira a las estrellas en busca de inspiración; se suceden los guiños a la novela: el piloto amigo Antoine Guillaumet aconseja al autor francés que se guíe por “el rostro del paisaje”, y Sís reproduce una avioneta que sobrevuela rostros humanos dibujados en las dunas; un zorro del desierto saluda a Antoine en varios accidentes.
«El Piloto y El Principito» ofrece una mirada multifacética del autor francés. Datos curiosos en letras de tipo reducido salpican las páginas como notas visuales. Se ofrece una historia sucinta de la aviación junto con referencias pictóricas a Georges Méliès y su película «Viaje a la Luna» (1902). Las muertes se indican con fantasmales siluetas blancas. Las obras literarias de Saint-Exupéry son libros abiertos que revolotean a través de la página como mariposas.
El trabajo de Sís invita a demorarnos en las ilustraciones, a completarlas con la narrativa y viceversa. Los textos son sencillos y las imágenes complejas. En las raras ocasiones en que se emplean oraciones compuestas, la traducción de Raquel Vicedo Artero consigue hacerlas accesibles (“No hablaba Inglés y se sentía fuera de lugar; ya no volaba, sino que se dedicaba a contemplar el giro que estaba tomando el mundo”).
Peter Sís es ilustrador, escritor y cineasta. Estudió en la Academia de Artes Aplicadas de Praga y el Royal College of Art de Londres. Comenzó su carrera como director de cine y ganó el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín Occidental en 1980 por un corto de animación. En 1982 fue enviado por el gobierno checo a Los Ángeles para producir una película para los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984, pero el proyecto fue cancelado cuando Checoslovaquia y todo el bloque del Este decidieron boicotear la competición. Se le ordenó volver a casa, pero Sís decidió quedarse en Estados Unidos, donde se le concedió asilo. Desde 1984, el autor vive en la ciudad de Nueva York. Además de su prolífica carrera como autor, Sís ha contribuido con más de un millar de dibujos para The New York Times Book Review y sus ilustraciones han aparecido en la revista Time, el Atlantic Monthly, la revista Newsweek, Esquire y muchas otras revistas norteamericanas y extranjeras.
Saint-Exupéry desapareció sobre el mar cerca de Córcega el 31 de julio de 1944. El avión en que volaba se perdió en el mar y nunca pudo recuperarse. En la ilustración final, la estela del Lockheed P-38 se convierte en un par de alas y la bicicleta en una máquina voladora, parecida a la que Antoine fabricó cuando era niño. Se lee una coda elegíaca: “Puede que Antoine encontrara su propio planeta reluciente cerca de las estrellas”. Metáfora del propio vuelo de Sís desde la opresiva Checoslovaquia comunista, el autor parece sugerir que El Piloto es Saint-Exupéry y El Principito el alter ego de su yo niño. No estamos, pues, ante un libro de imágenes convencional, sino ante un cuento de hadas visual en el que un niño persigue su sueño hasta la edad adulta y consigue cambiar el mundo.