El 18 de noviembre de 1959 se estrenaba en Nueva York una película inigualable… Metro Goldwyn Mayer había invertido más de quince millones de dólares; y la pre-producción y el rodaje se habían prolongado durante cinco años. La cinta en cuestión era «Ben-Hur» y obtuvo once Oscars, incluyendo el inevitable a mejor película. En aquel film, para interpretar a Esther, una judía contemporánea de Jesucristo, la comunidad judía “recomendó” a una actriz israelí desconocida: Haya Harareet. Sin embargo, Ben-Hur sería encarnado por Charlton Heston, que no pertenecía a dicha religión. Así que cabe preguntarse… ¿Por qué un estudio cuyo capital estaba en manos de judíos no otorgaba un papel así, destinado al éxito, a un actor que también lo fuese? Un famoso actor judío, Issur Danielovich Demsky (de origen ruso pero nacido en Nueva York), albergaba en su interior un fuerte resentimiento por no haber sido elegido, pese a sus sucesivos éxitos, («El Loco del Pelo Rojo«, «Duelo de Titanes«, «Senderos de Gloria«, «Los Vikingos«). Dado que poseía su propia productora, Bryna Productions (el nombre de pila de su madre), decidió vengarse rodando su propia película ambientada en época romana en la que, además, él interpretase el papel protagonista.
Pensando en contar con un guión de alta calidad y, a la vez, asestar un golpe al star system, Demsky contacta con Dalton Trumbo, uno de los guionistas mejor pagados, candidato al Oscar por «Kitty Foyle» (1940). Pertenecía al Partido Comunista, se había opuesto públicamente a la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial y era víctima de la tristemente famosa Caza de Brujas contra profesionales del cine miembros o simpatizantes comunistas. Pasó once meses en la cárcel por negarse a delatar a otros comunistas y, al ser liberado, optó por exiliarse a México, donde escribía guiones que debía firmar con seudónimo. Al habérsele pedido un guión de tema romano, Trumbo pensó en Howard Fast, otro judío comunista víctima del Comité de Actividades Antiamericanas, también en la cárcel por negarse a dar nombres. En su celda, en 1950, Fast había comenzado a escribir un guión sobre la Tercera Guerra Servil, también llamada la guerra de los Gladiadores: una rebelión de esclavos durante la República romana liderada por un esclavo y gladiador tracio llamado Espartaco, inspirado por otra obra sobre el tema, «Los Gladiadores«, escrita en 1938 por el húngaro Arthur Koestler durante su período comunista. A su vez, Koestler había tomado el tema de la fundación en la I Guerra Mundial del movimiento comunista de Rosa Luxemburgo, la Liga Espartaquista. La obra de Fast entusiasmó a su editor, pero el director del FBI, Hoover, famoso antisemita y anticomunista, prohibió su publicación. Pese a ello, Fast creó su propia editorial y se autoeditó, con lo que se vendieron más de 40.000 ejemplares de su obra (traducida a más de 50 idiomas) durante el auge del anticomunismo; y millones más tarde.
En el acuerdo con Universal, que distribuiría el film, Demsky (que, por si alguien no lo ha intuido, utilizaba el alias Kirk Douglas) obtuvo algo de lo mejor en todos los campos, ya fuera el reparto (Laurence Olivier, Peter Ustinov, Jean Simmons o Charles Laughton), la música (Alex North) o los títulos de crédito (Saul Bass). Y, para la dirección, escogieron a Anthony Mann, que había conseguido hacerse un nombre en Hollywood a base de westerns como «Horizontes Lejanos» o «Winchester 73«. Pero Mann no estaba dispuesto a hacer la pelicula de Douglas, así que a los pocos días fue despedido y sustituído por Stanley Kubrick, con quien Douglas ya había trabajado en la exitosa «Senderos de Gloria«. Finalmente, «Espartaco» costó doce millones de dólares, y ha recaudado más de sesenta desde su estreno el 7 de octubre de 1960 (como «Psicosis«, cumple este año los 50). Ganó cuatro premios Oscar de seis candidaturas. Y, además, contribuyó decisivamente al fin de la persecución anticomunista en la industria cinematográfica al aparecer Dalton Trumbo acreditado como guionista debido a la insistencia de Kirk Douglas, que pudo quitarse el mal sabor de boca de no haber sido Ben-Hur… Así se fraguó el clásico que todos hemos visto por televisión en más de una Navidad y/o Semana Santa.
[Marcos Arpino]