Word is on the streets: el Ego no es solo la gran esperanza de la moda española, sino el protagonista indiscutible de la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid. Mientras diseñadores renombrados tienen que batallar con el hecho de si plagian o no, de si se reinventan o no, o de si disfrutan de un lugar en la moda española por tradición más que por mérito, los jóvenes que desfilaban los días 3 y 4 ponían todo su cuerpo y sus esfuerzos en y para sorprender y demostrar que hay una cantera creativa en nuestro país que cree en la moda, que no se amilana ante la adversidad y que exige el lugar que por méritos le pertenece en los medios, tiendas y armarios de la gente. En los dos días que ha durado esta pasarela se ha visto de todo, pero sobre todo mucho riesgo y autenticidad. Algunas propuestas se intuían grandes borradores de la genialidad que está por venir y otras afianzaban el carisma de algunos veteranos en esta pasarela. Puede que Cibeles tenga que batallar toda su vida con el sanbenito de ser una pasarela carca, pero en el Ego hay mucha sangre joven dispuesta a barrer la naftalina y las pelusas. Diseñadores: watch your back.
Ana Balboa. La vallisoletana de 27 años deja el Ego para irse a trabajar nada menos que en Alexander McQueen como asistenta de Sarah Burton. Su colección, de apenas 14 piezas sorprendía por presentar una propuesta elegante y arriesgada inspirada en el patinaje artístico (¡tomaya!). La clave: elegancia on ice.
Arnau P.Bosch. Joven pero sobradamente arriesgado. Otro de los diseñadores que demuestra que la arista que más brilla de esta pasarela es el Ego, SIN DUDA. Ha hecho una colección callejera «y muy pandillera». Vendible, ponible y, sobre todo, divertida. La clave: bling bling made in Spain.
Leyre Valiente. Sin duda una de las colecciones más llamativas y espectaculares de esta edición. Leyre hace honor a su apellido y no tiene miedo en demostrar una alucinante habilidad para hacer prendas dramáticas que recuerdan a los momentos más románticos de Alexander McQueen y los más siderales de Balmain. Sus diseños desbordan genialidad. La clave: elegancia de otro planeta.
Eva Soto Conde. La gallega sorprendió con una preciosa colección inspirada en el origami japonés (un rollo nipón ha estado muy presente este año), realizada con más de 80 metros puro organdí suizo y en la que aplicaba con sabiduría sus conocimientos en Arte, creando auténticas piezas artesanas donde el volumen y el color eran los auténticos protagonistas. La clave: artesanía pura.
RUIZGALÁN. Para disfrutar de las prendas de Pablo Ruiz Galán hay que saber que para él la moda no es sólo ropa para ponerse, sino Arte en estado puro. En la tradición de los diseñadores conceptuales, sus colecciones siempre tienen un algo detrás. Esta vez: el reciclaje (la colección se ha hecho con ropa donada por amigos y conocidos) y la crítica al desapego de la sociedad de nuestros días. El resultado: prendas complejas, evasivas y no aptas para cualquier público. La clave: recicla o revienta.
Maria Ke Fisherman. Según ellos mismos, su colección tiene «estampados tridimensionales y bastantes bacaladeros, que provocan destellos imposibles«. Y nosotros, que lo bacaladero y lo imposible nos pone más burracos que una foto de Fassbender en cueros, rendidos nos quedamos. Pero es que, por si eso fuera poco, encima se inspiran en la calle pura y dura y en el cine «neo-yakuza» japonés y en un toque ciberpunk irresistible. Resultado: prendas loquísimas a medio camino entre lo garrulo y lo estupendo. Demasiado chic para ser choni, demasiado sobrado para ser pijo. Están en otra órbita y eso MOLA. La clave: ciberpunkichic.
Isabel Ruiz. Sencillez y romanticismo… ¿No suena a oxímoron? Pues la diseñadora gaditana ha conseguido que no. Con su colección quería «plasmar la luz de los pintores del siglo XIX» y, sin embargo, ha conseguido ofrecer una de las colecciones más coherentes y agradables de ver. La clave: romanticismo urbanita de nuevo cuño.
AS by Ana Sánchez. Su colección se llama «Simetrías«, se inspira en las ciudades que la diseñadora ha visitado (grandes urbes como Berlín y Amsterdam y pequeños núcleos como Cádiz) y cuenta con estampados de fotografías que ella misma realizó en sus viajes. La colección está hecha con seda china fabricada en Sevilla, y se centra en el juego del blanco y negro con destellos de otros colores. Urbanita, madura y seria, le confiere un aire más adulto y asentado al Ego. La clave: Serenidad contagiosa.
El Colmillo de Morsa. Parece ser que Elisabeth Vallecillo y Jordi Espino han conseguido escapar de «El Triángulo de las Bermudas» que fue su leit motiv para la colección de este verano, y a los azules oscuros y el negro les sustituyen ahora los tonos pasteles, estampados coloristas, pájaros y blusas delicadas. La clave: alegría de vivir, hoyga, ¡que es verano!
Victor Von Schwarz. El encargado de clausurar la edición de este año propone un viaje de ensueño dirigido por una suerte de Dama de las Nieves japonesa (de nuevo, lo relativo al País del Sol Naciente), donde el blanco radical es el máximo protagonista. No hay color más veraniego que el níveo, pero Von Schwarz consigue despojar al color básico por excelencia y darle una dimensión romántica inusitada, casi cinematográfica y muy misteriosa. La clave: si la ves pasar, no podrás apartar la mirada.
[Fotografías extraídas de Yodona]