Hay quien dice que «El Chico y La Garza» de Hayao Miyazaki es preciosa pero que no se entiende de qué va… Así que aquí van tres claves para comprender la película.
El pase de «El Chico y La Garza» en el Festival de Sitges de este año 2023 fue una experiencia interesante por eso de que, a la salida, el comentario más abundante entre los asistentes era «me ha encantado… pero no he entendido nada«. Lo dijeron mis amigos. Se lo escuché a los desconocidos. Y esto, tratándose de una película de Hayao Miyazaki, resulta francamente extraño (pero altamente estimulante).
Al fin y al cabo, tanto el director japonés en concreto como el Studio Ghilbi en general se han especializado en películas con diferentes niveles de lectura (uno para el público joven y otro para el público adulto) en las que esos niveles de lectura no interfieren el uno con el otro. Incluso cuando Miyazaki aprieta las tuercas del mensaje adulto (como puede ser la lucha contra el fascismo en «Porco Rosso» o la ecología en «La Princesa Mononoke«), lo hace sin perder de vista que la película sea no solo entendida, sino altamente gozada, por un público joven.
Pero algo ha cambiado en «El Chico y La Garza«. Este es un cambio que no debería extrañar a nadie tratándose del estreno que sigue a «El Viento Se Levanta«, probablemente la película más realista de todas las dirigidas por Hayao Miyazaki. Y lo que ha cambiado es que, por vez primera, muchos son los adultos que van a acabar una película de este director con la sensación de no haber comprendido exactamente de qué va todo este tinglado.

¿Es esta entonces una película menos disfrutable que el resto de filmografía del realizador a un nivel de fantasía visual? Ni mucho menos. Casi al contrario. Lo que ocurre es que, mientras que el espectador es transportado de forma ingrávida a lo largo y ancho del metraje por la fuerza visual y la belleza animada del film, es probable que, una vez lleguen los títulos de crédito y deba enfrentarse a la pregunta inevitable, «¿de qué ha ido todo esto?«, es probable que no sepa qué responder.
Lo cortés no quita lo valiente. Y, al fin y al cabo, hay que reconocer que «El Chico y La Garza» se erige como la gran cumbre de la animación de Miyazaki. El apartado visual es simple y llanamente deslumbrante, alcanzando momentos en los que es fácil sentirse abrumado ante tanta belleza (como ocurre, por ejemplo, en la fascinante escena de los sellos de papel expulsando al prota Mahito de la habitación de su tía Natsuko). La capacidad de Hayao para materializar mundos imposibles bebe aquí tanto del expresionismo como del surrealismo, algo que casa a la perfección con lo existencial de la trama. Pero ya llegaremos a esto.
Los personajes de carne y hueso vuelven a ser altamente icónicos (porque funcionan como iconos o tótems que representan valores humanos absolutos). Y los seres fantásticos exudan carisma por todos sus poros, desde el akelarre de ancianas hasta los periquitos y los adorables warawara, por no mencionar a la garza del título. La música de Joe Hisaishi, decidido a probar nuevas texturas y aproximaciones melódicas inéditas en su relación con Miyazaki, acaba por redondear un conjunto pluscuamperfecto.
Pero, entonces, ¿a qué viene lo de «me ha encantado… pero no he entendido nada» (que me juego la vida a que también se repite a la salida de las salas de cine)? Pues viene a que, para entender «El Chico y La Garza«, es necesario disponer de ciertas claves. Claves que a veces no te ofrece el propio film. Y eso lo complica todo.
Clave 1: Alicia en el País de las Maravillas

La primera de esas claves no está en «El Chico y La Garza«, sino en «El Viaje de Chihiro«. Lo que nos lleva de cabeza al elefante en la sala del que todavía no hemos hablado pero del que hay que hablar: que «El Chico y La Garza» es «El Viaje de Chihiro» pero con un prota masculino. Esto es así… Pero no es así. Y es necesario profundizar en la comparación para entender qué une a ambos films y qué les separa.
La cuestión es que, en su momento, «El Viaje de Chihiro» ya fue tildado de versión anime de «Alicia en el País de las Maravillas«. Hayao Miyazaki no parece tener ningún tipo de interés en ocultar esta inspiración: niña protagonista que se mete en un túnel y se ve transportada a un mundo de fantasía en el que deberá afrontar ese momento terrible en el que hay que dejar atrás la infancia para empezar a abrazar todo aquello que nos acabará anclando en la vida adulta.
Por su parte, en «El Chico y La Garza«, Miyazaki parece ser plenamente consciente de que, de nuevo, la película será comparada primero con «El Viaje de Chihiro» y después con «Alicia en el País de las Maravillas«. Al fin y al cabo, volemos a encontrarnos con una variante de la trama: tras la muerte de su madre en un incendio, Mahito se retira al vivir al campo con su padre, que ha iniciado una nueva relación con Natsuko, hermana de la fallecida y tía del protagonista. Pronto, Mahito descubre una torre misteriosa y, a través de un túnel en su base, accederá a un mundo de fantasía en el que deberá dejar atrás la infancia para abrazar la vida adulta. Tal cual.

Lo interesante aquí es que Miyazaki juega con las expectativas y las lleva a su terreno. Más que permitir que se compare su nueva película con los otros dos referentes, el director crea un continuo narrativo en el que una ficción lleva a la otra a base de trasvases narrativos y simbólicos: de «Alicia en el País de las Maravillas» a «El Viaje de Chihiro» a «El Chico a la Garza«. Es lo mismo, pero no es lo mismo.
El director juega con las expectativas del espectador de formas muy diversas. No resulta para nada casual que Himi, la niña de fuego que Mahito encuentra en este nuevo mundo, vaya vestida exactamente igual que Alicia pero en tonos rojizos en vez de en tonos azulados. Y no resulta para nada casual tampoco que el primer intento del protagonista de acceder al mundo de fantasía a través del túnel de la torre sea un fracaso y tenga que recurrir a un segundo intento para conseguirlo. Esto es Miyazaki diciendo: «Creías que iba a hacerte un Alicia otro vez, ¿verdad? Pues no… pero al final sí«.
Una última pregunta sobre esta genealogía que une «El Viaje de Chihiro» y «El Chico y La Garza«: ¿no es posible entender a Chihiro como un tótem de la feminidad y a Mahito como un tótem de la masculinidad a la que ambos aspiran en la vida adulta? Las características de ambos hablan por sí solas: Chihiro es cálida y se relaciona con su entorno a través de las emociones y la empatía, mientras que Mahito es frío y distante pero está movido por un empeño decidido y una valentía desafiante. Son la madre y el padre tradiconales. Y, antes de criticar una visión tan anticuada, deberíamos recordar que Miyazaki es un anciano y que, probablemente, así es como seguramente sigue concibiendo el mundo.
Clave 2: La ficción como refugio… o trampa

La segunda clave para entender «El Chico y La Garza» sí que está en la película. Pero es necesario adentrarse un poquito más en su trama, así que perdonadme los spoilers que vienen a continuación… Cuando Mahito empieza a interesarse por la misteriosa torre a la que una insistente garza parece querer atraerle, en la casa de Natsuko acaban explicándole que fue construida por el tío abuelo de esta. Y esto no es un detalle random, sino una clave de vital importancia.
Al parecer, el tío abuelo era un hombre altamente aficionado a la lectura y la torre fue construida para albergar sus libros. Cuando Mahito entra en el mundo de fantasía, el tío abuelo se revela precisamente como el creador de este particular universo. Y la metáfora entonces se despliega de forma clara y exhuberante, ya que Miyazaki vuelve a hablar del poder de la ficción para ofrecernos un refugio y cómo ese refugio puede transformarse en una trampa que te aprisione en su interior por siempre jamás.
Todos hemos crecido con ficciones que nos han ayudado a sobrevivir en tiempos difíciles. Y resulta muy fácil quedarse atrapado en ese mundo acogedor en el que los problemas exteriores no existen y donde todo funciona a modo de absolutos. El tío abuelo creó un cosmos que no es otra cosa que ese mundo de fantasía en el que todos hemos buscado refugio alguna vez. Y quiere que Mahito sea su heredero y decida qué hacer con este mundo.
La disyuntiva se pone sobre la mesa de forma directa: ¿quedarse a vivir en el mundo de fantasía en el que incluso la mayor amenaza es representada de forma amable (los periquitos con cuchillos) y en el que el protagonista incluso puede reunirse con su madre o volver al mundo real en el que no existe lo fantástico y en el que abundan el dolor, la violencia y las heridas que sangran (como sangra la herida en la cabeza de Mahito)? Esta pregunta, sin embargo, es imposible de responder si no se conoce una tercera clave que no está en la película, sino en el libro en el que esta se basa.
Clave 3: El título original de «El Chico y La Garza»

Y es que el guion de «El Chico y la Garza» está basada en la novela «Kimitachi wa Dō Ikiru ka» que Genzaburo Yoshino publicó en el año 1937 (dato que acaba de justificar no solo los toques surrealistas de la película, sino sobre todo el retrato de masculinidad clásica que encarna Mahito). El título de esta novela ya es una clave en sí misma, ya que puede traducirse directamente como «¿Cómo Vives?» (aunque prefiero la ambigüedad de la traducción inglesa «How Do You Live?«, porque puede traducirse como «¿Cómo Vives?» pero también como «¿Cómo Vivir?«).
Esta pregunta no solo aparece directamente en la portada de un libro importante para el protagonista, sino que sobre todo surge de forma indirecta en la conversación final entre Mahito y el tío abuelo. Al fin y al cabo, cuando el segundo propone al primero que sea su heredero, la hace con un ultimatum muy interesante. Le explica que este mundo está al borde del colapso, y que solo él puede salvarlo encontrando y estableciendo un nuevo equilibrio.
Anteriormente, ya hemos visto en que consiste el equilibrio impuesto por el tío abuelo. Ha sido en el primer tramo del viaje de Mahito en este mundo, cuando ayuda a Kiriko a matar un pez gigante para alimentar a los wamarama y que estos vuelen hacia el cielo (porque, según explica Kiriko, cada wamarama será un recién nacido en el mundo real). Mientras los wamarama se encuentran en pleno vuelo, sin embargo, la sonrisa placentera se te congela en el rostro cuando aparece una bandada de pelícanos y empiezan a atacarlos y devorarlos.

Más tarde, Mahito mantiene una conversación con uno de estos pelícanos moribundos que le explica que actúan acuciados por el hambre, ya que el tío abuelo los puso en este mundo para cumplir con el propósito de mermar a los wamarama y la forma de obligarles a ello era disminuyendo sus posibilidades de alimentarse por otras vías. El protagonista aprende entonces una gran lección: la vida es un ciclo que se repite una y mil veces y que está trufado de violencia, dolor y sufrimiento.
La forma en la que el tío abuelo explica a Mahito las reglas de este mundo también es particularmente esclarecedora, ya que le enseña unas piezas de diferentes tamaños y formas y le advierte de que su labor consistirá precisamente en conseguir que, pese a que las piezas no encajen unas con otras, acaben formando una torre que se mantenga en equilibrio. Por lo menos durante unos días. Porque, pasados unos días, tendrá que revisar las piezas y volver a montar la torre para que aguante un poco más. Así eternamente.
Y es aquí donde el título de la novela adquiere un sentido último y especialmente existencialista: «¿cómo vives?» es la pregunta, y la respuesta es «armando una torre imposible con piezas dispares para, pasado un tiempo, volver a armarla buscando un equilibrio que tiene los días contados, que solo va a durar un poquito más hasta que tengas que recurrir a la destrucción, la revisión y la reconstrucción». Así se vive. Y, una vez aprendida esta lección, Mahito puede volver al mundo real.
Porque, sin ciertas claves, puede parecer que «El Chico y La Garza» no va de nada. Pero, en verdad, va de cómo Mahito tiene que encontrar respuesta para la pregunta «¿cómo vives después de la muerte de tu madre?» (pregunta que se espeja en otras preguntas: «¿cómo vives con tanto dolor?», «¿cómo vives con una ausencia tan grande?», «¿cómo vives cuando el mundo se empeña en seguir hacia adelante y tú solo quieres volver atrás?») y, por el camino, acaba respondiendo a una pregunta mucho más sencilla pero mucho más difícil: ¿cómo vives? A secas. [Más información en la web de «El Chico y La Garza»]