Qué bien sienta cuando, para hablar de una novela, no necesitas inventarte historias rocambolescas para que el lector esté mínimamente atento… En casos como el de «El Buscador de Almas«, por ejemplo, la historia rocambolesca está ahí, palpitando, esperando que la reveles a ojos del lector potencial. Y es que la única novela de ficción que escribió Georg Groddeck (más allá de su profusa producción de no ficción) tiene una historia bastante peculiar: fue rechazada inicialmente por casi todos los editores de su época, que se mostraron abiertamente escandalizados con el contenido de esta novela que parecía que iba a quedarse a la sombra hasta que el mismísimo Sigmund Freud la publicó en el año 1919 en la editorial oficial del movimiento psiconalítico, la Psychoanalytischer Verlag. Puede que, visto con los ojos de hoy en día (que se han acostumbrado al escándalo como quien se pone unas gafas tintadas para poder mirar un eclipse que años atrás dejaba ciegos a los valientes), «El Buscador de Almas» no sea tan escandalosa… Pero seguro que el libro publicado estos días por Sexto Piso en nuestro país sigue siendo una lectura igual de deliciosa pasen los años que pasen.
Esta novela picaresca narra las desventuras de August Müller, un burgués en su mediana edad que, de pronto, ve cómo su vida convencional se pone del revés cuando contrae la escarlatina. De repente, no sólo desarrolla una enfermiza obsesión con los chinches, sino que incluso sufre una mutación (figurada) que le convierte en una persona completamente nueva: Thomas Weltein, personificación andante de las reprimidas pulsiones psicoanalíticas de ese Ello desconocido y follonero. Weltein se rige, además, por la férrea concepción nitzscheana que le lleva a ver el mundo de cabeza a través de las propias piernas. Lo que, traducido a un lenguaje más asequible, vendría a ser que la lía parda ante una sociedad germana de la época incapaz de asimilar tanta locura. ¿No te apetece dejar libre tu Ello con la novela del padre de la medicina psicosomática?