La editorial Amistades Particulares edita uno de los precursores más ocultos de la literatura gay: «El barón de Lavos», de Abel Botelho.
En esta era online que nos ha tocado vivir resulta que el contexto histórico es algo que prácticamente está desapareciendo: toda la información está ahí, al alcance de un click para las nuevas generaciones, pero eso no significa que los recién llegados consuman en profundidad ni mucho menos. Incapaces de pasar por encima de su tendencia a la superficialidad, estas nuevas generaciones se guían simple y llanamente por sus gustos, juzgando determinados libros sin tener en cuenta el contexto en el que fueron creados. Y, ojo, porque un libro como «El Barón de Lavos» no puede ser entendido sin su contexto.
Y es que, al fin y al cabo, no se puede pasar por alto que la novela de Abel Botelho es revolucionaria si se tiene en cuenta el hecho de que tiene como protagonista a un hombre gay en un momento en el que la homosexualidad no sólo era considerada una desviación, sino que además era un tema tabú tanto en la sociedad como en la literatura. En el caso de «El Barón de Lavos» estamos hablando de un libro que fue editado originalmente en el año 1891 en el marco de la decadente sociedad de Lisboa de finales del siglo XIX, justo al final de un régimen monárquico en las postrimerías de su disolución.
Este ambiente social forma parte de la novela de Botelho, que estableció los patrones básicos para un argumento que después se ha repetido hasta la saciedad: hombre de buena cuna se encapricha de un bello efebo de baja estofa, cegándose con sus propias emociones y negando la evidencia de que el objeto de sus amores está aprovechándose de él y de su posición. «El Barón de Lavos» se editó originalmente en España en el año 1907, pero desde entonces ha estado descatalogado hasta que la editorial Amistades Particulares ha decidido niquelarlo para el lector del siglo XXI y volver a ponerlo en circulación. Una novela que no es que haya que leerla en su contexto: es que hay que leerla… y punto.