Nuestra crónica del 17º Ribeira Sacra demuestra que otros festivales son posibles… Y que el año que viene no te lo vas a querer perder.
Creo que ya hace unos cinco o seis años que empecé con mi cantinela a lo «Pedro y el Lobo» en el que, temporada tras temporada, me dedico a escribir textos apocalípticos del tipo de «¡Cuidado! ¡Que viene el lobo feroz de «la situación insostenible de los festivales españoles» y esto no va a acabar bien!«. Lo curioso es que, temporada tras temporada, caen sobre mi regazo nuevos argumentos para seguir matizando este discurso. Algunos argumentos son para mal (y no me voy a centrar en ellos, porque todos tenemos bien frescos en la memoria ejemplos recentísimos de cómo hacer mal las cosas); pero, por suerte, siempre surgen también algunos argumentos para bien… Y resulta mucho más estimulante centrarse en ellos.
Sea como sea, y a modo de «previosuly on…» de este nuevo episodio del culebrón festivalero, permitidme una micro-recapitulación con la que resumir lo que hemos vivido en estos últimos años. Por un lado tenemos la liga de los grandes festivales, que ha visto como el status quo que se había formalizado durante décadas se ve de repente amenazado por el puro capitalismo salvaje: entran nuevos con mucha pasta y poca alma dispuestos a petar el negocio sea como sea con tal de quedarse ellos solitos al final. ¿Monopolio festivalero? Solo si tú lo permites. Las orejas del lobo están ahí, a la vista de todos, y si lo permitimos será porque somos imbéciles.
Pero, oye, que más arriba he dicho que iba a centrarme en lo bueno, en lo positivo. Y lo bueno y positivo es que, en contraposición a esas prácticas desalmadas, la liga de los medianos / pequeños es la que mejor está jugando sus cartas. Claro que hay mucho festival mediano que opta por lo de siempre: emplear el dinero (¿comúnmente público?) en traer el mismo cartel de grupos nacionales que ya está girando por todo el país. Siempre son los mismos. Ya sabes a qué y quiénes me refiero. Pero también hay otros festivales que están optando por sacar el músculo de la identidad para apostar por eventos de audiencias controladas (y, por lo tanto, mucho más confortables) a las que entregar una experiencia cualitativa concreta.
¿Ejemplos? Ahí tenemos el nuevo Paraíso apostando por una electrónica diferente y por espacios realmente paradisíacos en Madrid, ciudad a la que ya le hacía falta algo así. El VIDA lleva ya cinco años probando que ir a un festival puede ser una experiencia bonita. El Eufònic es una locura en la que arte y música (electrónica y/o de corte experimental) se funden con el paisaje del Delta del Ebro… Y, a partir de ahora, preparáos para que en mis peroratas habituales sobre este tema saque a colación el 17º Ribeira Sacra, porque acabo de volver de su primer fin de semana celebrado en Galicia y «enamorado» es algo que se queda corto para describir cómo me ha dejado el ánimo.
Pero vamos por partes. Primero de todo: ¿cómo que primer fin de semana? Sí, a ver, os explico: el 17º Ribeira Sacra se celebra en la Ribeira Sacra gallega en dos fines de semana consecutivos. Este año, por ejemplo, del 27 al 29 de julio se ha celebrado el 17º Paisaje, que es de lo que yo os he venido a hablar aquí: tres días a rebosar de experiencias musicales pensadas para mezclarse con la contemplación del paisaje del lugar. Los días 4 y 5 de agosto, por su parte, el 17º Patrimonio se centrará en todo un conjunto de directos exclusivos en espacios patrimoniales.
Ah, por cierto, antes de seguir se hace necesaria otra aclaración: lo de 17º no es porque sea la edición número 17 del festival, sino que hace referencia a los 17 grados que marcan la pendiente a partir de la que se considera que la viticultura es «heroica», ya que el terreno impracticable implica que no se pueden meter máquinas en ningún tramo del proceso de cultivo y que todo haya que hacerlo a mano. Así es la viticultura del Cañón del Sil, que es el corazón de la Ribeira Sacra galega. Y es precisamente eso lo que confiera un carácter único al paisaje en el que se celebra el 17º Ribeira Sacra.
Así que, para explicar el enamoramiento con el que he vuelto de este festival, permitidme que os explique en qué ha consistido mi experiencia pasito a pasito… Porque esa es otra: el 17º Ribeira Sacra no es un festival al uso con un recinto dividido en diferentes espacios o escenarios que obligan a los asistentes a transitar de uno a otro continuamente para atrapar las actuaciones que quieren ver. En este caso, el festival se estructura más bien como una concatenación pausada y confortable de experiencias que se viven en puntos diferentes de la Ribeira Sacra, todas ellas unidas por autobuses (o por tu propio coche, si es que tienes carnet, porque la verdad es que conducir a través de todos estos paisajes tiene que ser una experiencia maravillosa digna de un anuncio de BMW).
Llegué a Galicia el viernes por la mañana, y a las cinco de la tarde ya estaba en un autobús rumbo a un embarcadero en pleno río Sil en el que nos habían prometido una actuación sorpresa a bordo de un catamarán. La idea era disfrutar de la música, claro, pero también gozar de las vistas privilegiadas desde el propio río, desde donde se contemplan a la perfección esos 17º de la viticultura heroica. El paseo en catamarán (regado por vinitos, cerveza o lo que quisieras) fue pura maravilla, el entorno fue siemplemente magnánimo… Y la «sorpresa» resultó ser ni más ni menos que una Marem Ladson que cogió el folk guitarrero de su debut homónimo y lo tradujo a preciosas tonadillas tocadas con una simple guitarra flotando por debajo de ese vozarrón que tiene y que, recortado contra el paisaje de la Ribeira Sacra, sonó más hechiceresco que nunca.
Una vez desembarcamos de vuelta, el autobús nos llevó hasta el Mirador de Santiorxo, un enclave privilegiado en las alturas desde el que observar gran parte de la Ribeira Sacra… Y en el que disfrutar con actuaciones tan diversas como las de Ghost Beast (en serio: puro impacto el contraste del paisaje soleado y preñado de luminosidad con(tra) la música poderosamente espectral de esta banda) o Gloria (que convirtieron el lugar en una verdadera fiesta vintage gracias a su visión psicodélica de la música de las girl bands de los 60 y los 70). Ah, claro, también resulta que el Mirador de Santiorxo es un lugar idóneo para los selfies destinados a petar Instagram. Pero eso es algo en lo que no debería detenerme aquí y ahora, ¿no?
Siguiente parada: Regina Viarum, un perfecto ejemplo de cómo el negocio del vino se puede enfocar en esta zona: las instalaciones de las bodegas son simple y llanamente impactantes, y se nota que ha habido una considerable inversión confiando en las posibilidades de la uva de la zona. Esas posibilidades se revelaron a mi paladar, de hecho, gracias a una cata muy especial de la mano de Santi Rivas del Colectivo Decantado, con un estilo insuperable a medio camino entre lo lúdico y lo humorístico que demuestra que el amor por el vino o, tal y como él lo denominan, el wineloverismo, no tiene por qué ser algo rancio y avejentado. Santi iba presentando cada vino entre las risas de los asistentes y, a continuación, Néstor Pardo (sí, el mismo Pardo de «La Voz«) interpretaba un par de vinos según lo que le evocara cada uno de los vinos. Todos los vinos, eso sí, le evocaron un country cantado en castellano y desbordado por el carisma sin fin de este artista que, sinceramente, merece petarlo y hacerse enorme porque, así te lo digo, a la escena musical de nuestro país le hacen falta personalidades tan subyugantes como la de este hombre.
Una vez acabada la cata, el patio central de las bodegas Regina Viarum puso su escenario a funcionar al cine por cien con una propuesta tan exclusiva como la de Harvesters: seis músicos de diferentes bandas nacionales, “Harvest” de Neil Young como disco a versionar, seis días para prepararlo todo, dos ensayos… y un concierto final, que es el que se pudo en el 17º Ribeira Sacra y que vino a demostrar, fundamentalmente, que nada puede salir mal cuando versionas un álbum tan poderosamente magnético como este. A los Harvesters les siguió Morgan una vez se hizo de noche (y una vez nos perdimos el eclipse lunar porque las nubes lo taparon), pero he de reconocer que el cansancio me pude y que volví al hotel para descansar y estar a tope de fuerzas al día siguiente.
Y es que el día siguiente prometía… A las 12 del mediodía ya estaba en otro autobús de camino a las bodegas Algueira, ideal para ver otra cara de la viticultura en la Ribeira Sacra: lo que es tecnificación y músculo económico en Regina Viarum, en el caso de Algueira es más bien corazón y mucha alma. También mucho cariño. Eso es lo que se desprendía de las palabras de Fabio González, quien presentó los vinos de la bodega de nuevo en compañía de Santi Rivas de Colectivo Decantado. En esta ocasión, la divertidísima cata sirvió para reir, claro, pero también para aprender que Algeira fue una de las bodegas pioneras («loco» llamaban hace unas décadas a Fernando González, padre de Fabio) a la hora de recuperar uvas antiguas que ya no se usaban en la zona. También sirvió la cata como preludio de una comida excelente en el restaurante de Algueira, donde cada platazo (por favor, enterradme con la filloa de vieiras de este lugar) se maridó con un vino a cada cual más sorprendente (con especial mención para la traca final del excelente Pizarra).
Las celebraciones siguieron en Algueira con la banda Ten Fé (que, pese a su nombre, no hablan ni una palabra de castellano) trenzando su pop-rock con toques psych con el paisaje boscoso de los alrededores de la bodega. Y aquí quedó probada otra cosa al respecto del 17º Ribeira Sacra: que su intención de que vivas la música de una forma diferente acaba siendo tan exitosa que acabas pasándote sentadito en la hierba al solecito durante medio concierto de Ten Fé, un grupo al que probablemente ni le hubieras prestado atención en otro festival, pero la otra mitad del show te levantas y bailas y te fundes con el lugar y la gente y la naturaleza y la música como no lo hacías desde hace mucho tiempo. (Si es que lo hiciste alguna vez.)
Y si todo lo dicho hasta ahora te parece demasiado sui generis como para considerar al 17º Ribeira Sacra dentro de la categoría de «festival», puedes estar tranquilo, porque la tarde del sábado se reservó al completo para un formato mucho más conocido y reconocible. En esta ocasión, el Parador de Monforte (un alucinante enclave en la cima de un promontorio desde el que se disfruta de la visión de toda la ciudad y los paisajes colindantes) sirvió de recinto pluscuamperfecto para alojar una ristra de conciertos bien engrasados: el folk pastoral a la dulce deriva de Woods, el rock clasicote de Coque Malla, el despendole con alma de fusión de Puerto Candelaria… Pero hay que reconocer que la propuesta musical se ve elevada en esta ocasión por lo magnánimo del paisaje circundante y por el charm indudable del propio parador, con su pequñea iglesia y con su torreón de vigilancia.
Así las cosas, ya solo quedaba el domingo para exprimir el primer fin de semana del 17º Ribeira Sacra… Y había que elegir entre varias actividades que se celebraban de forma simultánea. En mi caso, elegí la cata de vermú en la bodega Via Romana, que resultó ser otro ejemplo más de las múltiples posibilidades de la Ribeira Sacra. En este caso, lo que se impone en esta bodega es un paisaje realmente mágico, que es precisamente lo que engrandeció más todavía la preciosa actuación de una Holly Miranda que no se dejó amedrentar por el paisaje y que supo proyectar su impactante voz, tendiendo lazos hacia el público con versiones reconocibles como el «I’m Your Man» de Leonard Cohen.
Y chimpún. Después de una hamburguesa (de infarto) y unas marineras con pescados ahumados lo único que quedaba ya era recoger las maletas en el hotel… y volver a Barcelona. Pero, a ver, como si estuviéramos en el instituto, dejad que os pregunte: ¿qué habéis aprendido de mi paso por el 17º Ribeira Sacra? Porque yo espero que hayáis aprendido que otros festivales son posibles, claro. Que no todo tienen que ser macroeventos petadísimos de gente corriendo de un escenario a otro, sino que un festival también puede ser una cadena de experiencias cualitativas que te metan de lleno en un nuevo paisaje y te obliguen a cambiar tu biorritmo y reducir las pulsaciones por minutos con las que sueles vivir este tipo de citas. Pero sobre todo espero que os haya quedado claro que el año que viene nos vemos en Galicia. Porque es que este festival solo puede ir a más. [Más información en la web del 17º Ribeira Sacra]