De las varias escenas que pueden encontrarse en Europa, y más allá de la británica (que, sin discusión, se encuentra a la cabeza), la escandinava supone una fuente constante de nuevas bandas por descubrir que vienen abarcando un amplio abanico de estilos, escapando de ese metal que uno clásicamente atribuía a estos países más norteños. Desde hace unos años, sus grandes bandas han dejado de ser las únicas en gozar de reconocimiento fuera de su entorno, y agrupaciones más pequeñas comienzan a llamar la atención de los medios musicales, sobretodo europeos. Es el caso de Efterklang, banda en este caso proveniente de Dinamarca y que comparte generación con otras como This Floor is Made of Lava, Kissaway Trail o Mew, si bien cada uno de ellas dirige sus operaciones desde una base bien diferenciada. Efterklang inició su andadura a principios de la pasada década, y lo hizo en un formato de quinteto con el que grabaron sus dos primeros trabajos, «Tripper» (The Leaf Label, 2004) y «Parades» (The Leaf Label, 2007). Por aquel entonces, Rune Mølgaard abandonó la formación y el quinteto pasó a ser un cuarteto. Lo mismo ocurrió tras el lanzamiento en 2010 de «Magic Chairs» (primer álbum bajo el ala del sello independiente británico 4AD): el batería Thomas Husmer decidió poner fin a su trayectoria con los de Copenhague y la banda quedó reducida a un trío.
Curiosamente, y desde ese momento, tanto su popularidad como la frecuencia con la que comenzaron a girar por el viejo continente fue en aumento, completando extensos tours por Alemania, Holanda y obviamente Escandinavia, países donde su música tiene más tirón. Es por ello que su cuarto trabajo, «Piramida» (4AD, 2012) venía rodeado de cierto ‘buzz’, de cierta expectación por ver qué eran capaces de hacer los daneses ante su paso más importante hasta la fecha. Para ello, Casper Clausen y sus dos secuaces se perdieron en una isla en alguna parte del circulo polar ártico noruego, más concretamente en Pyramiden, una pequeña población fantasma que fue utilizada hasta 1998 por el gobierno ruso para explotar unos ricos yacimientos mineros. Allí, y durante nueve días, crearon más de mil samples y diversas grabaciones que, destacando por la gran variedad instrumental presentada, han sido incluidas en alguno de los diez cortes contenidos en el LP.
El resultado, como se venía preveyendo desde los primeros teasers, es más que notable. Y es así porque el trío danés ha sido capaz de poner en orden en poco más de 45 minutos todas las ideas que habían venido desarrollando a lo largo de su carrera, terminando por desembocar en un perfecto compendio de sus primeros pasos (más experimentales), y los movimientos más orquestales que se les intuían en su último «Magic Chairs«. De esta forma, por ejemplo, «Hollow Mountain» se mueve más en esta última línea, contoneándose bajo una línea rítmica bastante bien definida, al igual que ocurre con «Apples» o «Told to be Fine«, todos ellos cortes más cotidianos, digamos. Lo que resulta desafiante es apreciar el contraste de estas canciones de estructuras más convencionales con joyas más atípicas como «Sedna» (que suena a The Antlers por los cuatro costados) o «Black Summer«, cuyo final in crescendo la convierten muy posiblemente en el highlight del disco.
Y es que «Pyramida» es, sin lugar a dudas, el trabajo más completo de los daneses hasta la fecha, y les llega en un momento que podría ser crucial para dar el salto de popularidad que necesitan para empezar a hacerse escuchar al otro lado del Atlántico. De momento, ya se encuentran enfrascados en una gira de presentación que los ha llevado a NY y los dirigirá también hacia el norte de Europa y Japón para terminar cerrando para los Foals en el Royal Albert Hall en un formato de banda de seis integrantes que les ha valido buenas críticas en anteriores ocasiones y que, sin duda, promete volver a hacerlo. Uno de los discos del otoño.