Hay dos cosas que por separado me preocupan y que, juntas, directamente me parecen peligrosas. La primera de ellas es una tendencia que hace tiempo vengo observando incluso entre mis amigos: cuando, entre orgulloso y herido en el orgullo, les digo que algo de lo que estamos hablando ya lo hemos publicado en nuestra web con anterioridad, muchos me responden que seguramente no lo han visto porque no les ha aparecido en su timeline de Facebook, en su Twitter o en la red social que sea su preferida (nadie me ha dicho por ahora que no lo haya visto en Google+, por cierto). Este tipo de comentarios, como es de esperar, siempre me llevan a preguntar más y más para intentar aclarar en mi cabeza cómo llega la gente hasta la información… Y aquí viene la sorpresa: muchos coinciden en que su forma de mantenerse al día es accediendo a las noticias (y reseñas y artículos y textos diversos) a través de estas redes sociales, pero es que hay una preocupante parroquia que admite que se queda en los titulares que aparecen en sus timelines. Si tal medio publica en su página de Facebook que este festival ha confirmado a tal y tal y tal grupos, ¿para qué va a entrar en la noticia si ya ha sido debidamente informado?
Ahora vamos con la segunda parte de esta historia de terror: hace un par de días, llegó hasta mí un artículo (este, para ser más concretos) que venía a responder una duda que me preocupaba desde hace algo más de un mes. Paradojal e irónicamente, me llegaba a través de Facebook (específicamente, a través del Facebook del siempre acertado Joan S. Luna de Mondosonoro). El motivo de mi preocupación es que, desde aproximadamente inicios de diciembre, la cantidad de gente a la que le aperecen en sus timelines nuestras publicaciones de Facebook cayó en picado (explicación para no iniciados: cuando tienes una página de Facebook, puedes ver exactamente la cantidad de gente que ha accedido a cada una de tus publicaciones, que ha clicado, etc.). Y esto teniendo en cuenta que, a lo largo del pasado año 2013, este ratio de difusión ya había sufrido un ligero descenso. La explicación es bien sencilla: ha sido decisión de Facebook. Si a principios del año del 2013, cada cosa que publicabas en tu página llegaba a más de un 20% de tus fans (por ejemplo: si tenías 2000 fans, una publicación llegaba a más de 4oo personas), después del verano esta cantidad fue reducida hasta un 12% (p.ej.: con 2000 fans, llegabas a 240 personas). Desde la implantación de su nueva política de difusión, sin embargo, todo lo que publiques en tu página llegará solamente a entre un 3% y un 6% de tus fans (p.ej.: con 2000 fans, llegarás tan sólo a 60 personas… en el caso de que tengas suerte).
Dicen desde Facebook que esta nueva política de difusión de los contenidos de sus páginas responde a una voluntad imperiosa de «filtrar» con mayor efectividad lo que llega a sus usuarios para que no se vean abrumados por la cantidad cada vez más ingente de publicaciones de sus páginas. En esto tienen razón, para qué vamos a negarlo: nosotros actualizamos una media de diez veces al día, así que habrá quien pueda considerar que somos un poco pesados. Si a eso sumamos que cada usuario sigue a un número elevado de páginas, la cosa puede irse de madre más que fácilmente. Pero, ojo, porque a estas declaraciones desde Facebook se añade otra igual de jugosa: si quieres asegurar que tus publicaciones tengan visibilidad, lo mejor que puedes hacer es pagar para ello (otra puntualización para quien la necesite: cuando publicas en tu página de Facebook, puedes asignarle un presupuesto para asegurarte una difusión entre tus fans e incluso entre amigos de tus fans que no hayan indicado que les gusta tu página). De nuevo, tienen razón: Facebook no deja de ser un negocio y, si han visto un filón en las páginas, deben explotarlo sin lugar a dudas. Ahora bien, en todo negocio siempre queda espacio para hablar de moral, y en este caso puede que tirar al traste el trabajo de empresas pequeñas con presupuesto cero no resulte demasiado moral. Porque nadie duda que las grandes empresas lo único que tendrán que hacer es dedicar parte de su presupuesto a pagar por la visibilidad de sus contenidos en Facebook, pero ¿qué pasa con el resto? ¿Y qué pasa con el trabajo de hormiga que en los últimos años hemos practicado muchos para conseguir un corpus de fans mínimo en esta red social?
Pero no voy a entrar en temas de moral empresarial, porque lo que decía al principio es que lo preocupante es sumar la tendencia de la que he hablado primero (que la gente acceda a la información a través de las redes sociales) y el problema que he comentado después (que las redes sociales decidan reducir la difusión de contenidos a un acto puramente mercantil). Lo que me lleva a otro asunto: hace unos meses, asistí a un workshop en el que, entre otras cosas, se dijo algo muy pero que muy inteligente. Piénsalo como si fueras una banda de música: hace años, te lo curraste lo más grande en MySpace para ser como Roberto Carlos y tener un millón de amigos. Y, de pronto, MySpace desapareció del mapa… ¿Qué pasó entonces? Que todo el mundo se lanzó a hacer lo propio en Facebook, sin pensar que tarde o temprano puede volver a ocurrir lo mismo en esta red social. ¿Y qué tendremos que hacer? ¿Volver a empezar de nuevo desde el principio pero en otro lugar?
La respuesta a estas preguntas era bien simple: como banda (o como medio o como cualquier tipo de entidad virutal que pretenda llegar a un público) nunca debes confiar al cien por cien en ninguna red social, sino intentar que el público acceda directamente a tu música, a tu información, a lo que sea que ofrezcas. En términos de analítica web, las visitas que pueden llegar hasta tu página pueden ser -básicamente- de tres tipos: desde redes sociales, de forma orgánica (a través de buscadores) o de forma directa. Y aunque parezca bastante claro que el mayor torrente de visitas de toda web siempre va a llegar de forma orgánica, no estaría de más soñar con un mundo -virtual- en el que los usuarios accedieran a la información (o a lo que sea) de forma directa, sin intermediarios. Como quien hace veinte años se compraba un diario cada mañana.
Con todo esto quiero decir, simple y llanamente, que si te gusta una web, ya sea la nuestra o cualquier otra, no te apoltrones en la dinámica de darle un «me gusta» a su página de Facebook o su cuenta de Twitter y sentarte a esperar que la magia ocurra. La magia no siempre ocurre. Y, cada vez más, parece que la magia no va a ocurrir a no ser que haya pasta por medio. Nosotros (y muchos otros) no vivimos de nuestra presencia en las redes sociales: vivimos (o pretendemos vivir) de las visitas en nuestra web, por lo que si sólo das visitas a Facebook al final puede que muchos desaparezcan y dejen de alimentarte informativamente a través de las redes sociales. Así que repito: si te gusta una web, añádela en tus favoritos, genera visitas de vez en cuando (cada día sería ideal, pero tampoco vamos a pedir tanto), acostúmbrate a entrar para ver qué hay en la home y saltar de un post a otro (que seguro que hay varios que te interesan). Si te gustamos, «be direct, my friend«.