Nuestra tercera crónica del In-Edit 2014 todavía sirve de guía para lo que queda del festival… A la vez que abre al corazón a Freddie Mercury y Kate Bush.
[dropcap]E[/dropcap]sta crónica marca el principio del fin: cuando el lunes que viene publiquemos nuestra última crónica (con el palmarés del festival), eso significará que el Beefeater In-Edit 2014 habrá acabado. Sólo nos queda un fin de semana para disfrutar como si no hubiera un mañana del Festival Internacional de Cine Documental Musical de Barcelona… Pero, ¿sabes lo único bueno de todo esto? Que, tal y como venimos diciendo desde el principio del festival, la distribución de los pases de los films está tan bien organizado como para que parte de lo que queda por ver en los próximos días ya haya sido catado en las jornadas previas. Esto significa que todavía puedes ver muchas de las películas que protagonizan esta crónica o que fueron las estrellas de nuestras dos anteriores crónicas del In-Edit 2014 (puedes leerlas aquí y aquí). ¡Aprovecha!
Otra cosa que también había quedado clara en las anteriores crónicas es que este está siendo el In-Edit en el que (¡por fin!) ese «ambiente de festival» que muchos habíamos vivido en petit comité se está convirtiendo en algo generalizado. ¿Cómo se explica, si no, que la audiencia de «Freddie Mercury: The Great Pretender» interrumpiera el pase en dos ocasiones con encendidas salvas de aplausos? Tampoco nos llevemos a engaño: el documental de Rhys Thomas tampoco es de los mejores que se pueden ver en este In-Edit, pero sí que es de los más emotivos. Si lo ponderamos con rigor crítico, hay que reconocer que «Freddie Mercury: The Great Pretender» resulta ser un documento demasiado desordenado: pese a estructurarse en tres grandes bloques -más o menos- diferenciados (disco mostacho / ego en solitario / Montserrat Caballé), en el interior de esos bloques los hechos acaban presentándose de forma caótica y la cronología real nunca acaba quedando demasiado clara. Pero si, por el contrario, nos enfrentamos a esta cinta con las barreras críticas bajadas y con el corazón al descubierto, nos encontraremos con un personaje al que sólo se puede adorar: a medio camino entre la bestia ególatra y el tipo campechano, más que probablemente un ser desgarrado por esta misma dicotomía, Freddie Mercury aparece ante el espectador como un bello animal aprovechando furiosamente sus últimos momentos antes de la que sabe que es su última tragedia. ¿Cómo no prorrumpir entonces en aplausos sonados en medio de la exhibición?
El caso diametralmente opuesto es el de «I Dream of Wires«: todo lo que tiene de formalmente correcto el documental de Robert Fantinatto lo tiene de desapasionado y de incapaz de levantar un mínimo de pasión en el espectador. Está claro que el punto de partida tampoco es la alegría de la huerta: una recorrido por la historia de los sintetizadores, especialmente de los arcaicos modulares y su revisión en el siglo 21. La cronología es pluscuamperfecta y la información incluida es incluso excesiva… Entonces, ¿cuál es problema? Que «I Dream of Wires» nunca pretende ser ni remotamente entretenido. Con una voz en off femenina que parece la de la mujer de Neutrex Futura y con una incapacidad extrema para la síntesis, Fantinatto podría haber hecho más concesiones a la música y menos a los cables: podría haber aprovechado a los múltiples músicos para que distendieran un poco el ambiente viciado debido a la hipertecnificación en la que se basa «I Dream of Wires«. En cierto momento del documental, uno de los entrevistados declara abiertamente que a él la música no le interesa para nada: lo único que le interesa es la máquina. Y ese, al fin y al cabo, acaba siendo el principal problema del documental de Fantinatto. [Raül De Tena]
[divider] [dropcap]C[/dropcap]uando el retrato funciona casi exclusivamente por la grandeza de la figura retratada… ¡Ay! Eso es lo que ocurre con “The Kate Bush Story: Running Up That Hill”, en el que la figura majestuosa de Kate Bush sobresale por encima de cualquier consideración narrativa, que aquí brilla más bien por su ausencia. La obra de Adrian Sibley, de una relativa impersonalidad, hace un repaso cronológico a la carrera de la cantante británica, desde incluso antes de publicar sus precocísimas primeras joyas (“The Man with the Child in His Eyes”, “Wuthering Heights”) hasta la publicación del precioso y relativamente reciente “50 Words of Snow”. Con la presencia en la sombra de la artista (ni rastro en el metraje de la Bush actual), la tarea de contextualizar la importancia del legado de la artista recae en nombres importantes de la escena musical, desde los más cercanos David Gilmour (Pink Floyd), Del Palmer o Peter Gabriel hasta fans como Brett Anderson (Suede), Annie Clark (St. Vincent), Natasha Khan (Bat for Lashes) o Tori Amos. Tampoco es cuestión de ponernos exquisitos con este documental hecho directamente para la BBC y de apenas una hora de duración, que cumple finalmente no sólo con el objetivo nada desdeñable de refrescarnos la memoria acerca de la grandeza de la divina Bush, sino que también nos hace reflexionar sobre la maravillosa relación que ocasionalmente se crea entre lo único y lo genial.Único y genial era también, a su modo, Elliott Smith. En “Heaven Adores You”, a diferencia de “The Kate Bush Story: Running Up That Hill”, la figura del malogrado y añorado cantautor norteamericano se celebra de una forma distinta, sin paños calientes, atendiendo tanto a las luces como a las sombras que caracterizaron la vida de Smith. Desde sus años formativos con Heatmiser hasta la fama súbita alcanzada con la nominación al Oscar de “Miss Misery” y su trágico desenlace, Nickolas Rossi, director de la obra, repasa la trayectoria de Smith y no aparta su mirada cuando decide abordar su relación con las drogas o su personalidad a veces tan arisca como complicada. No obstante, todo lo malo en la vida, que hay mucho y no se acaba nunca, empequeñece cuando suenan canciones como “Angeles”, “Waltz #2 (XO)” o “Ballad of Big Nothing”. Así, en “Heaven Adores You” queda finalmente el reposado recuerdo amable de unas composiciones tan íntimas como asombrosamente bellas, obra de un pequeño gran héroe improbable, figura tierna y maldita del folk de cámara, que aún hoy, en este 2014 Año I de la Anhedonia, es capaz de arrancarnos las lágrimas a bocados minúsculos. [David Martínez de la Haza]