Puede parecer difícil abordar una figura tan escurridiza como la de Drömnu y una música todavía más escurridiza que su propia persona. Poco se sabe del hombre detrás de Drömnu y, por una vez, esto parece ser una férrea declaración de intenciones y no un juego para obtener atención mediática: los dos EPs que este artista ya tiene en la calle («Watching Darkness» -Neonized, 2012- y «Deep in Forests» -Neonized, 2012-) fueron la cara por la que Drömnu quería que le reconocieran, y no es de extrañar entonces que su LP de debut, «Tnank» (Lapsus, 2015), venga a ser el cuerpo de uno de los artistas más brillantes de la nueva generación de electrónica patria.
Pero volvamos a lo que decíamos más arriba: que resulta difícil abordarle porque la información sobre su persona (y su personaje) escasea en la red, dejando bien claro que es de aquellos que no creen que una imagen valga más que mil palabras, sino que sabe a pies juntillas que una canción vale más que mil tweets. Por todo ello, al fin y al cabo, lo mejor es no intentar abordar «Tnank» a través de Drömnu, sino directamente a través de lo que ofrece el propio disco… Que no es poco.
Siete canciones y poco menos de media hora le bastan y le sobran a Drömnu para convertir su debut en largo en una carta de presentación sólida, granítica, con un sonido depuradísimo y transparente como la superficie congelada de un lago bajo el que duermen bestias mitológicas que se mueven a cámara lenta, que se niegan a ser invocadas, que prefieren exhibir su belleza desde la lejanía y con una barrera de por medio porque, de esta forma, dejan mucho más espacio a la imaginación. La mención del hielo no es gratuita, por todo lo que tiene de blancura y brillo más que por su calidad de frío. Pero tampoco habría que pasar por alto que este es un disco donde la transparencia y la blancura del hielo se multiplican más todavía al capturarse en él las múltiples inflexiones de una luz que desborda, que invade tu cuerpo desde la escucha de la canción de apertura.
Cualquiera podría tomarse «Tnank» como una especie de revisión de dos herencias tan (a priori) dispares como las de Four Tet y Boards of Canada pasadas por el tamiz del último r&b digital en el que se pueden escuchar perfectamente los huesos fracturados buscando nuevas y deliciosas posiciones musicales. Cualquiera podría hablar aquí de una especie de proceso de revelado y positivado fotográfico del sonido de Tri Angle en el que el negro se convierte en blanco y en el que las sombras pasan a convertirse en luces envolventes. Cualquiera podría considerar que las dos colaboraciones del álbum, la de beGun y la de Lost Twin, son mucho más que colaboraciones: son coordenadas a partir de las que entender lo que encontramos en estas siete canciones. Cualquiera podría y debería pensar todo lo dicho hasta aquí, porque así es como mejor se define este «Tnank» que es lo más parecido a los sonidos del deshielo en la primavera, lo más cercano a un paisaje que se va despertando y desperezando poco a poco con la llegada de los primeros calores del año.