El corto «World of Tomorrow» debería convertir a Don Hertzfeldt en el nuevo niño mimado del cine de animación… Por eso mismo repasamos su carrera.
Don Hertzfeldt estrenaba recientemente su esperado corto “World of Tomorrow” vía Vimeo, con el cual se había llevado el Gran Premio del Jurado en Sundance y el premio al mejor cortometraje en el SXSW. La cinta cuenta como una niña, Emily, es visitada por su futuro yo: un futuro en el que, a través de la clonación y del traspaso de memorias, la inmortalidad es una realidad. La Emily del futuro enseñará su realidad a la Emily original en un viaje que no llega ni a los veinte minutos…
Don se aleja de tecnicidades y se centra en el núcleo más puro del ser humano: no se pregunta tanto el hecho de cómo alcanzar a la inmortalidad a través de la clonación sino que más bien reflexiona sobre lo que ello supondría. Nos habla de robots que escriben poemas depresivos, de gente que se enamora de rocas y de personas que se teletransportan al calcularlo mal a puntos bajo tierra. Nadie cuestiona la racionalidad de lo que nos está contando: en el género de la animación nunca se ha necesitado eso, pero curiosamente parece hablar a esa parte de nosotros que sigue interesándose más por la ficción que por la realidad.
Para la proto-Emily, el director utilizó la voz de a su sobrina de cuatro años y, como dice él mismo, “te das cuenta que no puedes dirigir a una niña de esa edad para que diga lo que tú quieras”, así que tuvo que conseguir el audio de sus diálogos grabando lo que su sobrina decía mientras dibujaban juntos. El resultado, lejos de carecer de cohesión con la trama, ayuda al film respirar y cambia radicalmente el tono que podría tener sin ella: el personaje de la niña resalta en contraste al resto de los personajes de repelentes de niños a los que nos tienen acostumbrados las películas, y confiere un aire fresco y familiar a todo ese mundo futuro que nos resulta extraño. Tal y como apuntaban todas las pistas, «World of Tomorrow» es un verdadero must-see de este año.
Hertzfeldt, sin embargo, no es un one-hit wonder, y su nombre debería estar sonando entre los directores de animación más influyentes en poco tiempo: al mismo tiempo que participaba (y arrasaba) en Sundance, Snoot Entertainment le ofrecía los fondos necesarios para la creación de su primer largometraje, «Antarctica«, que verá la luz en el año 2016. El realizador, en su línea, lo confirmó con una afirmación que resume su gracia tan particular: “Después de veinte años animando solo, esta también será la primera vez que tenga la oportunidad de trabajar con un grupo talentoso de animadores, y tengo muchas ganas de poder entrar cada día a una habitación lleno de artistas que trabajan duro y decirles que todo lo que están haciendo está mal”.
A pesar de que sea un director relativamente joven (no alcanza ni los cuarenta años), la hertzfeldtmania viene de años atrás, cuando hace una quincena su corto «Rejected«, contra todo pronóstico, resultó nominado a los Oscar. «Rejected«, en un estilo de animación de dibujo manual, recopilaba una serie de anuncios que habían sido supuestamente rechazados por un canal de televisión, capturando el descenso a la locura del dibujante a partir de este rechazo en un modo en el que primaba el humor absurdo por encima de todo (a pesar de que la premisa inicial anti-consumista seguía en pie y aparecería con más fuerza en otros cortos posteriores). Cualquiera que lo haya visto confirmará que no es una propuesta para nada común en el ecosistema de la Academia, pero de algún modo logró colarse (aunque, tal y como indica la descripción de Twitter de Hertzfeldt “director of things / Oscar loser”, no ganó) y convertirse en un corto de culto que sería citado eternamente al nivel de otros hits como “Bambi Meets Godzilla”. Frases como “my spoon is too big”, “I am a banana” o “my anus is bleeding” son tan reconocibles en ámbitos medianamente frikis como las citas directas de “Napoleon Dynamite” o referencias a “Charlie the Unicorn”.
Hertzfeldt sigue en esa línea de humor absurdo con imágenes manuales hasta la llegada de “Everything Will Be OK”, con la que daría inicio a su trilogía de cortos sobre Bill: “Everything Will Be OK”(2006), “I Am So Proud Of You”(2008) e “It’s Such A Beautiful Day”(2011). Es en este momento cuando el tono de la animación cambia radicalmente y, excepto sus característicos muñecos de palitos, no hay trazas reconocibles de su característico estilo en los cortos. La trilogía cuenta las aventuras de Bill, un hombre que se adentra en una espiral de surrealismo debido a una enfermedad mental: el humor pasa de ser absurdo a coger un tono oscuro, casi negro, y el argumento pasa a estar en segundo plano para dar más visibilidad a unas ideas que están por encima de ello.
La trilogía de cortos es juntada y transformada en 2012 a una película homónima a la última parte de la saga, “It’s Such a Beautiful Day”: una especie de monstruo de Frankenstein que cobra más vida que los propios cortos. Los matices de los cortos son acentuados con esta continuación, y la carga emocional del largometraje por fin tiene la suficiente consistencia como para arrasar con todo: los chistes y las pequeñas escenas se atenúan, dando fuerza a la creación de un personaje desarraigado, que por primera vez está vivo.
Don no se conforma con explotar las posibilidades de la animación para mostrar el deterioro mental de una persona, sino que aprovecha esta trama para meter ideas de una filosofía vitalista de herencia directa de Thoreau, una filosofía que se impone gradualmente durante la cinta con pequeños movimientos, pequeñas frases, diminutas ideas que van sobrexponiéndose hasta formar el mensaje. Se podría resumir, gritar. Pero, como sucede con la locución “carpe diem”, cuando hemos escuchado lo mismo hasta la infinidad, el discurso deja de hacer efecto hasta perder su significado original.
Y, llegando de nuevo al presente, a 2015, y a “World of Tomorrow”: las ideas estaban ahí antes, Hertzfeldt no ha cambiado su discurso. La diferencia es que, cuando el mensaje se revelaba (o, mejor dicho, se dejaba ver) en “It’s Such a Beautiful Day”, lo hacía con sutileza, con la imagen de un Bill moribundo en su cama que, con su último aliento, decía “It smells like dust and moon light” («huele a polvo y a luz de luna»). En «World of Tomorrow» el mensaje es directo: la misma Emily del futuro se encarga de darle consejo a su pequeña predecesora, y resulta rudo gritar en una habitación donde la gente está en silencio. No hay ninguna necesidad de ello.
Por ello, «World of Tomorrow«, a pesar de tener muchas virtudes que la señalan como una de las mayores apuestas de animación de este año, no llega a lo que marcó la trilogía en su carrera. Presume de vistosidad, de colores imposibles y de una trama futurista que está hecho a medida de Hertzfeldt, pero descuida la médula de su estilo.
Recientemente, Don Hertzfeldt tuvo la oportunidad de hacer un couch-gag de «Los Simpsons«: esa mítica intro de la serie que es diferente en cada episodio. El sketch, que mostraba la evolución de la familia Simpson comenzando en sus inicios hasta un futuro año 10.535, fue incomprendido por el publico general y la crítica se dividió entre aquellos que habían visto cortos anteriores del director y aquellos que no (los primeros adorándola, los segundos repudiándola). Después de «World of Tomorrow«, a juego con su tono futurista, el gag cobra más sentido que nunca con el retrato de un porvenir en el que la evolución de la sociedad ha llegado a su punto máximo imaginable pero que, sin embargo, ha sido dominado por el consumismo y las ansias de vivir eternamente. Los diálogos se han convertido en puros mensajes, y los mensajes subliminales son ahora más evidentes que nunca. Y, sin embargo, entre todo ese sinsentido, una pseudo-Marge pone una de sus extremidades sobre su marido y le dice “Still love you Ho-mar”, “I will never forget you”.
«World of Tomorrow» fue comparada con “La Jetée” (Chris Marker, 1962) en su proceso de promoción, y nos viene a la cabeza otra película de su mismo director, “Sans Soleil” (1983), donde se hablaba del hombre que venía de un futuro en el que se había alcanzado el recuerdo total, la incapacidad de olvidar, y no entendía cómo alguien puede conmoverse con un retrato o temblar con una canción, considerándolos signos de una larga y dolorosa prehistoria. Y ahí está, como la Emily del futuro que en «World of Tomorrow» intentaba entender conceptos humanos como echar de menos a alguien en un universo eterno e insensible, la esperanza de que ese último hálito de humanidad no se pierda en la ultra-evolución de la sociedad.
Siendo ese el eje central de su trabajo, espero que no olvide esa parte tan humana capaz de hacer conjeturas y sacar conclusiones, esa a la que siempre le ha hablado, suavemente, con susurros. Que se acuerde de esa parte de nosotros que se niega a ser lavada a base de anuncios baratos y mensajes claros y que, con un poco de suerte, “Antarctica”(2016) nos sorprenda con esa humanidad en grandes cantidades allá donde el ser humano apenas ha estado.