¿Qué es eso que se ve allá a lo lejos en el horizonte? ¿Es el sábado? ¡Sí! Y nosotros empezamos a celebrarlo ya con esta sesionaca de DJ Harvey.
Creo que, a día de hoy, sólo hay dos djs que me convenzan en sus sesiones repletas de funk viejuno. En esta categoría, lo que abunda es el polvo y la caspa, el ir a por los trallazos que el público reconozca inmediatamente y que al final te quede una sesión anodina que suena precisamente a ancestral (en un mal sentido de la palabra, claro)… Pero hay dos que, sin embargo, saben sonar a «ahora» pese a que sus maleta parezca venida de hace varias décadas. Me refiero a DJ Harvey y a Theo Parrish. Dos gigantes.
La cuestión es que, aun así, cada uno tiene su rollo bien diferenciado: mientras que Parrish es una bola de fuego negro, Harvey opta por una coolness cálida pero nunca hiriviente. Lo suyo son las construcciones lentas, las evoluciones que se te van metiendo dentro como una gota malaya, las atmósferas donde el calor proviene de los cuerpos que bailan y se rozan y se mezclan y se pierden los unos en los otros. De eso va DJ Harvey: lejos del drop epatante de nueva generación, este hombretón prefiere una elegancia congénita que pone al servicio de unos platos que chorrean sensualidad.
Lo de DJ Harvey son las construcciones lentas, las evoluciones que se te van metiendo dentro como una gota malaya.
Y todo eso se encuentra encapsulado en la sesionaca que DJ Harvey se marcó en la Boiler Room en Milán hace unos días: una hora y media no apta para los que estén buscando el subidón del sábado a las 5 de la madrugada… Pero totalmente indicada para aquellas a los que les gusta el placer sostenido y alargado en el tiempo, no en picos de intensidad. Una clase magistral de funk pretérito que a veces bordea el disco sin acabar de incurrir del todo en el brilli-brilli de la bola de espejos. La mejor forma de empezar el fin de semana sea el día que sea.