Después de haber probado «The Division 2», podemos decir de él tres cosas: que es un juego inabarcable, que no tiene fin y tremendamente divertido.
Si preguntas a cualquiera que esté jugando ahora mismo a «The Divison 2» qué le parece el juego, estoy convencido de que todos te dirán al menos una de estas tres cosas: es inabarcable, no tiene fin (que no es lo mismo) y es tremendamente divertido. Pero a estas altura de la película de los looter-shooters uno no se compra un juego solo por esos motivos (sí, «Anthem«, esto va por ti) y será mejor que te explique por qué esos tres motivos deberían ser más que suficientes.
«The Division 2» es inabarcable, porque es imposible que llegues a descubrir (y disfrutar) todo su contenido. Y ése es el pilar básico de un juego de este tipo. Massive Entertainment tomó muy buena nota de todo lo que no acabó de funcionar en el primer «The Division» (que se mejoró con un parche espectacular que le dio la vuelta al juego) y «The Division 2» se estrena de salida con una cantidad de cosas que hacer que, literalmente, marea.
Por un lado la campaña: los supervivientes de la epidemia del Dinero Mortal tratan de reconstruir la sociedad y tú, agente de The Division, vas a echarles una mano. La historia está ahí y va avanzando según realices misiones; pero la estructura del juego no ayuda a que te involucres demasiado en ella. A la campaña súmale las misiones secundarias, los eventos del mapa, las tres Zonas Oscuras (ahora hablamos de ellas), los puestos de control… Y todo el contenido que aún no está pero que Ubisoft ya se ha encargado de dejar claro que llegará y será muchísimo.
Así que olvídate de aburrirte porque no tienes nada que hacer (es más probable que te hagas un Netflix y durante un rato te agobie no saber qué elegir) y olvídate de no querer seguir jugando porque el juego tiene recompensas suficientes para que quieras echarle muchas horas. Y a veces querrás ir a por un Puesto de Control solo porque es el único que te falta de ese distrito y te lo acaban de arrebatar.
Eso nos lleva a que «The Divison 2» no se acaba nunca. Y es que una cosa es el contenido (que lo tiene, todo el que necesita) y otra cosa es el endgame. Hay juegos con muchísimo contenido que una vez los acabas no te ofrecen un incentivo para continuar. Pero eso no pasa en «The Division 2» porque, a pesar de ocurrir en un Washington post-apocalíptico, pocas veces has visto una ciudad más viva que ésta. La ausencia de miles de PNJ rondando por las calles dan cancha a Massive Entertainment a conseguir dos cosas: una recreación gráfica casi enfermiza (y espectacular) de la ciudad de Washington y unos enemigos que (salvo algún bug tonto de vez en cuando) son inteligentes -lo suficiente como para flanquearte sin que te des cuenta- y se odian entre ellos.
Prepárate para echar a correr como las locas cuando de camino a una misión te cruces con una guerra de bandas… Ellos se odian, pero a ti te odian más.
A las tres facciones del comienzo del juego hay que sumar otra que aparece al alcanzar el Nivel 30, por lo que tendrás que repetir algunas misiones para re(re)cuperar el control de la ciudad. Son enemigos más duros, pero en ese nivel puedes especializarte y conseguir armas especializadas y más habilidades (porque en 30 niveles has gestionado pocas, ¿sabes?). Aunque la historia no sea espectacular, prefiero no explicarte lo que ocurre y que seas tú mismo el que descubra cómo se puede reaprovechar un escenario varias veces y por qué es bastante probable que jamás llegues a controlar Washington al completo. No te van a dejar respirar.
Tampoco vas a sufrir mucho por ello, porque no respirar en «The Division 2» es muy divertido. Ubisoft ha sabido corregir algunos de los problemas del sistema de combate del primer juego, y ahora liarse a tiros no solo es mucho más gratificante sino que es mucho más eficaz. Sí, los enemigos siguen siendo esponjas de balas, pero la combinación de habilidades con ataques a los puntos débiles pueden provocar situaciones brutales en mitad de un tiroteo (como ver a un enemigo correr hacia un compañero, lanzarle un dron que le despiste para apuntar tú a su bolsa de granadas y hacerlo estallar; o esconderte tras una caja, lanzar una libélula explosiva que marque a los enemigos y que exploten todos en cuanto se junten). A eso súmale que el propio escenario y la climatología van a afectar directamente a la acción: puede que empieces una misión al atardecer y, cuando anochezca, se ponga a llover y pierdas muchísima visibilidad.
Durante el combate no vas a poder hacer mucha estrategia salvo que te comuniques con tu equipo vía micrófono (no es imprescindible, aunque mejora la experiencia de juego en grupo), pero sí vas a sentir que tu equipo, tus habilidades, tu experiencia y tu conocimiento de los enemigos son piezas clave a la hora de masacrar a la panda de locos que se te viene encima (porque, sí, los enemigos están locos). Y eso en una partida normal, de cuatro jugadores; porque a partir del 25 de abril llegan las misiones con 8 jugadores. (Y se rumorea que hay una gran parte del mapa que aún no es accesible y que acogerá un Battle Royale).
Eso si quieres jugar en equipo, claro; porque aunque es obligatorio para las misiones principales, hay una gran parte de «The Division 2» que puedes jugar tú solo (aunque, a ciertos niveles, es difícil que puedas sobrevivir mucho rato paseando por Washington). Las misiones secundarias, los puntos de control, los eventos y las Zonas Oscuras son cosas que puedes hacer tú solo. Pero es mucho más divertido en compañía. Eso sí: recuerda que si ayudas a otro agente jugarás en su sesión y tu progreso personal (mejoras de asentamientos, puntos de control conquistados…) se pausa hasta que vuelvas.
Y, ahora, los tambores: las Zonas Oscuras. En lugar de una gran Zona Oscura como en Nueva York, Washington tiene tres: cada una con sus puntos de interés, su ambientación y sus enemigos. Mientras juegas a «The Division 2» estarás solo en el mapa (salvo que invites a otro jugador a tu sesión o te inviten a ti), pero en la Zona Oscura os juntaréis varios agentes sin saber quiénes sois ni dónde estáis. Una vez dentro tú eliges qué hacer: sigue siendo buen agente y libera los lugares emblemáticos (a la vez que consigues equipo contaminado, de mayor nivel que el resto)… o vuélvete renegado, roba a ladrones y consigue todo el mejor equipo. Eso sí, si te haces renegado empezarás a ser visible para otros jugadores y nadie les va a echar en cara que te maten y te roben.
Eso genera una mecánica divertidísima, y es que incluso aunque entres a una Zona Oscura haciendo matchmaking para ir acompañado… no sabes si tu compañero te traicionará o no (consejo: mina rastreadora junto a ti en todo momento, si se vuelve renegado estallará y te avisará -y no te pegarán un tiro por la espalda para robarte la metralleta después de 20 minutos colaborando, como me pasó a mí-).
¿Que la historia, las misiones, los eventos y la Zona Oscura te parecen poco? Pues súmale los Conflictos: una serie de partidas jugador contra jugador que te ayudarán a subir de nivel y conseguir recursos para subir a tu Clan de nivel. Y es que estar en un clan no es imprescindible, pero vas a conseguir más objetos y más experiencia.
Y ahí está la clave de «The Division 2«: en los objetos. Cuanto más looteas, más ganas tienes de lootear. Elegir entre 15 armaduras aquella que sube el nivel de habilidades sin sacrificar demasiado escudo, o esa mochila a la que le puedes añadir un componente que aumente la salud pero tiene menos nivel. O menos puntuación. Porque a partir del Nivel 30 los objetos dejan de tener niveles y tienen puntuaciones (que pueden variar según las modificaciones). Además, la combinación de objetos del mismo fabricante ofrece varias ventajas, y otras las puedes recalibrar para seguir llevando esos guantes que te gustan sin sacrificar potencia de fuego.
Sí: como te enganches bien vas a pasar casi las mismas horas personalizando a tu personaje y sus estadísticas como pegando tiros. Y eso es bien.
«The Division 2» acaba de empezar su andadura (ya sabéis que en Ubisoft están centrados ahora en los juegos como servicio, con cantidad ingente de contenido que irá llegando en los próximos dos años) y lo ha hecho con clara intención de dejarle claro al resto cómo han de ser los looter-shooters cooperativos antes siquiera de ser presentados. Por eso seguramente las bajas ventas del juego en algunos mercados no son un motivo de preocupación para la vida de la franquicia: hoy en día ya no es tan importante vender millones de copias de salida (que lo es) como mantener una base de jugadores estable a lo largo del tiempo.
Y en eso «The Division 2″ lo tiene todo para triunfar. Después de este juego nadie se atreverá a publicar otro «Anthem«. [TEXTO: Jordi García] [Más información en la web de «The Division 2»]