¿Cómo consigue «Dishonored 2» alejarse de la regla que dice que las sagas caen en la indolencia y el aburrimiento? Te lo explicamos a continuación…
Aquí pasan dos cosas: por un lado, en Fantastic nunca hemos ocultado que somos bastante enemigos del concepto «saga de videojuegos» porque suele conducir a la indulgencia más absoluta (salvo en contadas ocasiones, claro); y, por el otro, en su momento no dudamos ni un segundo a la hora de elegir «Dishonored» como nuestro mejor juego del lejano año 2012 (puedes ver la lista en este artículo)… Si sumamos dos más dos, no sería difícil inferir que el hecho de que de repente exista un «Dishonored 2» nos debería tener bastante descontentos. Pero, oye, no adelantemos acontecimientos.
Ya hemos dicho que hay contadas ocasiones en las que las sagas nos parecen justificables. Son sagas que no se dedican a repetir exactamente lo mismo entrega tras entrega, sino que juegan a la reinvención absoluta. Ahí están como ejemplo cada nuevo «GTA» cambiando de ciudad, o cada nuevo «The Elder Scrolls» partiendo de un lugar y un tiempo diferente. El caso de «Dishonored 2«, sin embargo, debería resultar alarmante de entrada: en la primera parte fuimos Corvo Attano, renegado en la ciudad de Dunwall que buscar restaurar su honor y salvar a Emily Kaldwin, hija de la emperatriz asesinada en el seno de una compleja trampa de conspiración. Ahora, en «Dishonored 2» nos encontramos muchos años después, Emily es la nueva emperatriz, Corvo está a su lado y, de repente, una nueva conspiración lo desestabiliza absolutamente todo.
¿Demasiado continuista como para confiar en una renovación absoluta desde la primera a la segunda parte? Puede ser, pero sólo en lo que atañe al argumento. En lo que respecta al propio juego en sí, hay un mundo de distancia entre «Dishonored» y «Dishonored 2«… Y eso es lo que queremos demostraros con los tres puntos que vienen a continuación y que dejan claro que las segundas partes no sólo pueden ser buenas, sino que incluso pueden ser mejores que las primeras.
PERSONAJES. La primera gran diferencia entre «Dishonored» y «Dishonored 2» es que, al iniciar la partida, y justo después de que la malvada Delilah (la supuesta hermana de la madre de Emily) usurpe el trono por la fuerza, deberás decidir quién quieres ser: la emperatriz o Corvo. Si eliges a uno, el otro desparece de la historia… Y esto, al fin y al cabo, es la sublimación final de esa dulce obsesión que parecen tener en Arkane Studios por hacer que esta saga no necesite mundos abiertos nuevos a cada nueva entrega, sino que vaya aumentando la complejidad de mundos más controlables.
Dicho de otra forma: en los sandboxes habituales, puedes hacer lo que quieras cuando quieras, pero cuando te metas en una misión sólo tendrás una forma de superarla… En «Dishonored«, por el contrario, las misiones las tendrás que hacer en el orden que marca el argumento y los mapas no serán de una extensión gigantesca, pero cada misión podrá ser abordada de mil formas diferentes, con diferentes aproximaciones posibles en tu actitud y, sobre todo, usando diferentes caminos en un mismo escenario.
Todo este árbol de posibilidades que crece hacia el infinito tiene sus raíces en esta elección inicial: ¿Emily o Corvo? Y no creas que será una decisión cosmética, ni mucho menos. Será una decisión más que determinante, ya que cada uno de los personajes tendrá sus propios poderes otorgados por El Forastero (Corvo conserva los del primer título, mientras que Emily incorpora novedades estimulantes como la posibilidad de convertirse en una sombra que repta por el suelo, encadenar a diferentes enemigos en un dominó mental o hipnotizar a sus rivales). Por lo tanto, cada personaje encontrará diferentes caminos posibles en cada misión y cada escenario… Un puro laberinto de placer.
GRÁFICOS. Entre «Dishonored» y «Dishonored 2» ha habido un salto de generación: la nueva entrega se lanza directamente en Xbox One, PS4 y PC… Y eso se nota. Ante la primera parte era imposible no pensar que habíamos tocado techo y que, con una mayor potencia en las máquinas en las que corría el juego, podríamos haber obtenido mucho más. Ahora por fin tenemos ese mucho más, y es francamente alucinante.
Si el arte visual del «Dishonored» original ya te pareció hipnótico y fascinante, espera a verlo en una nueva ciudad (Karnaka) y con un nivel de detalle realmente impactante. Y no nos referimos sólo a que la resolución del juego sea superior a la primera entrega, eso se da por supuesto cuando se trata de máquinas de última generación, sino sobre todo a que cada escenario, cada personaje, cada objeto, cada edificio, cada calle, cada recoveco ha sido mimado hasta el detalle absoluto para que tu periplo por «Dishonored 2» sea una verdadera delicia de esas en las que te pasas mas tiempo abriendo armarios y subiendo a tejados para ver el paisaje que completando misiones.
La ciudad de Karnaka es algo así como la antítesis de Dunwall. Si la urbe del primer juego era una especie de revisión del Londres victoriano más oscuro y nocturno, la nueva Karnaka es algo así como una ciudad mediterránea en plena decadencia. Las ratas siguen existiendo, pero la verdadera plaga ahora son las moscas de la sangre. Impresiona encontrarte con apartamentos plagados por estos seres que han hecho nidos y han dejado a su paso cadáveres mucho más impactantes al encontrarse a la luz del día. Y es que esa es la otra gran diferencia entre ambas partes de esta saga: Dunwall era una ciudad nocturna, mientras que Karnaka es una urbe diurna. Y eso, si optas por el sigilo y el rollo ninja, te va a poner las cosas muy pero que muy difíciles.
DINÁMICA DE JUEGO. Ya lo hemos dicho un poco más arriba: la apuesta de Arkane Studios está más que clara, y no es por los mundos abiertos. Por el contrario, «Dishonored 2» se dedica a poner ante tus morros una serie de misiones y escenarios que pueden parecer sencillos, pero que son verdaderas cajas rusas con mil caminos entrelazados los unos con los otros de forma laberíntica.
Depende de ti decidir cómo quieres aproximarte al juego: con sigilo máximo y evitando matar a tus contrincantes; con el mismo sigilo pero sin huir de tu vena asesina; o de forma frontal, sin dejar títere con cabeza. Dependiendo de esta aproximación, podrás meterte a saco en los escenarios sabiendo que en cuanto salgan enemigos a tu paso te los vas a cargar en un combate frente a frente o, por el contrario, buscar rutas alternativas en las que pasar completamente desapercibido. De forma similar a como ocurría en el «Dishonored» original, tus actos tendrán consecuencias: el propio protagonista irá endureciéndose o actuando con mayor bondad dependiendo de la cantidad de muertes que dejes a tu paso, y está claro que el final será más majo o más chungo dependiendo de si eres un ángel o has preferido ser un cabronazo absoluto.
Aquí está el retruécano final de «Dishonored 2«: en la primera parte de esta saga, había veces que parecía que los escenarios eran demasiado pequeños y, sobre todo, que una vez controlabas tu propia dinámica de juego (por ejemplo: optar por el sigilo, subir a los tejados, estudiar los patrones de los enemigos, ser paciente, esperar que estuvieran solos, acabar con ellos, seguir adelante), podías llegar al final del juego repitiendo el mismo patrón una y otra vez. Esto es algo que no ocurre en «Dishonored 2«: aquí los escenarios son muchísimo más complejos, los enemigos poseen una IA mucho más cabrona que te detectará con mayor facilidad y, sobre todo, parece que cada misión haya sido pensada para estimular tu creatividad y que te aproximes a ella de una forma diferente a la anterior.
En resumidas cuentas: ¿creías que habiéndote pasado el «Dishonored» original en modo fantasma ibas a partir la pana en su segunda parte? Pues mejor olvídate, porque nos encontramos ante un mundo completamente nuevo que te obligará a reajustar lo que creías saber. Por eso ya podemos decir que esta es una de las excepciones a la regla que dice que las sagas tienden a la indolencia y el aburrimiento. [Más información en la web de «Dishonored 2»]