«The Black Sea» pone el punto y final a una apasionante trilogía en la que Pshycotic Beats nos ha llevado de la mano a través de un argumento fascinante… y jodidamente elocuente.
THE BLACK SEA / Pshycotic Beats. Si alguien me preguntara qué es lo que, a mi entender, hace brillar a la música de Pshycotic Beats por encima de muchas otras propuestas musicales (similares y/o diametralmente opuestas) de nuestro país, no dudaría ni tres segundos en plantar sobre la mesa la respuesta rotunda: su finísimo sentido de la narrativa. Y es que, al fin y al cabo, la trilogía de discos que ha publicado Andrés Costureras (más o menos) escondido detrás de la máscara de Pshycotic Beats puede entenderse como una trenza de diferentes narrativas, algunas ficticias, otras reales, algunas conscientes, otras inconscientes (¿o subconscientes?)… Pero todas magnéticamente fascinantes, como lanzar una mirada al vacío para ver qué te devuelve.
«The Black Sea» (Log Lady Records, 2017) es un disco atravesado por una narrativa principal, por un argumento que viene a poner el punto y final a lo explicado en sus dos anteriores álbumes, «Rexer Flash» y «Dormihcum«. De hecho, la primera canción, «The Beginning of«, es un diálogo entre el protagonista de esta trilogía y una vocecita que le invita a transitar hacia el mar negro que da título al disco. El protagonista, de hecho, empieza hablando de su estancia en La Institución, en el Dormihcum Sagrado… No podría haber forma más visible de continuidad narrativa en todo este dulce tinglado. Y, a partir de ahí, la historia continua cuando este personaje decide partir hacia el mar negro, asumir la muerte, pero hacerlo con el ánimo encendido, con los pies bailando (aunque sea en una danse macabre) y con el corazón ardiendo en llamas por mucho que eso implique ser consciente de que después de las llamas solo pueden quedar cenizas.
No me extenderé más en el argumento de «The Black Sea» porque, como siempre que se trata de argumentos complejos, lo mejor es evitar los spoilers. Sí que abriré una segunda vía de exploración hacia otra de las narrativas que explora el disco de Pshycotic Beats: una narrativa inherente a la propia vida de Andrés Costureras y que es imposible (e insensato) no tener en cuenta a la hora de ponderar el disco. En la misma nota de prensa, el artista reconoce que, después de esto, habrá un largo tiempo de silencio prescrito por los médicos. Y es que es inevitable ligar el argumento de ficción de esta trilogía con las propias vivencias de un alma sensible, la de Costureras, que ha vivido en estos años una lucha abierta contra conceptos sombríos (la muerte, el vacío existencial, la posibilidad del suicidio) que muchos nos empeñamos en extirpar de nuestras existencias, que siempre tienen que ofrecer apariencia de luz y felicidad (sobre todo en redes sociales). Nosotros barremos esos conceptos bajo la alfombra de nuestras redes sociales… Pero él las mira de frente. Y las transforma en música.
Él arroja una mirada al vacío y, sorprendentemente, el vacío le devuelve esa misma mirada pero transformada por un subyugante eco de hedonismo puro y duro. «The Black Sea» abandona la oscuridad de los anteriores discos de Pshycotic Beats y se lanza de cabeza a bailar como si no hubiera un mañana… porque, al fin y al cabo, no hay mañana. Y lo sabes. Mejor será entonces bailar con esa «Planet Nine» que es un chutazo de pop en el que la voz de Costureras es más Marc Almond que nunca. Mejor será dejarse caer en los brazos del disco clásico y epicúreo de «From Disco To House Foundation (Confined To Your Music)«. Mejor será dejar que el funk cerdo de «Where The Night Is Going» caliente tu entrepierna. Mejor será dejarse llevar por la ilusión de que Bowie todavía vive en la emotiva «Black Moon Falling«. Mejor será permitir que el filo cortante de «Knives» acabe con todo rastro de dolor.
Mejor será, al final de todo, asumir que hay una tercera narrativa subterránea en «The Black Sea«: una corriente submarina muy profunda que coge esta manía que hemos desarrollado en las primeras décadas del siglo 21 de darle mucha caña al baile, al hedonismo, a la fiesta y a la jarana, y transportarla hacia el único final posible cuando te entregas a este tipo de prácticas… La muerte. Ahora bien, puedes disfrutar sabiendo cuál es el final. O puedes gozar como gozan los idiotas: ciegos hasta un final que les pilla por sorpresa.
Más información en el Facebook de Pshycotic Beats. Escucha «The Black Sea» en Apple Music y en Spotify.
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Está claro que este es el año en el que todo el mundo va a comparar a Las Odio con otras bandas femeninas similares… Pero, ojito, porque ellas tienen un discazo bajo el brazo, y el resto no.
FUTURAS ESPOSAS / Las Odio. Las primeras huellas musicales de Las Odio se remontan a los últimos meses de 2015, etapa en la que publicaron en la red “Vitaminas” y “Juli la Punk”, los dos temas que inauguraban la carrera del grupo formado por Paula (voz), Ágata (guitarra), Sonsoles (bajo) y Alicia (batería) y en la que presentaban su descarado estilo garagero y lo-fi. Pero no fue hasta finales del 2016 cuando el globo del hype empezó a hincharse sobre sus cabezas, aunque su actitud y energía permitían pensar que podrían sacudirse de encima los efectos del revuelo efímero en cuanto publicaran su álbum de debut, “Futuras Esposas” (autoeditado, 2017).
Un momento que llegó rodeado de cierta controversia, del mismo modo que -aunque sin tanta intensidad- un año antes se había formado en torno a otro grupo madrileño femenino de sobra conocido, analizado y criticado… ¿A qué se debía esa situación? ¿A su, para algunos, limitada pericia instrumental? ¿A su supuesta artificialidad? ¿A que se trataba de la enésima girl-band que intentaba introducirse en el mundillo del rock alternativo patrio sin ofrecer nada nuevo?
Rebajado el ruido generado por esa clase de preguntas y difuminadas las secuelas del hype, “Futuras Esposas” (producido por Carlos ‘Carlangas’ Pereiro de Novedades Carminha) ha aparecido como una buena oportunidad para testar las cualidades de Las Odio sin distorsiones. Y que quede claro por adelantado: el álbum supera la prueba. De acuerdo, su paleta sonora derivada del tronco principal del rock no resulta innovadora, ya que absorbe los postulados del post-punk femenino de los 80, el riot-grrrl noventero, el indie-pop californiano de baja fidelidad, el garage clásico y de serie B, el punk DIY y el espíritu de la movida ochentera madrileña. Pero su desarrollo es vibrante, urgente y va a al grano: si es posible expresarse de una manera completa en menos de dos o tres minutos, mejor que hacerlo en tres y medio.
Esa inmediatez facilita que las canciones de Las Odio hablen por sí mismas, sin necesidad de recurrir a poses forzadas. De hecho, esa naturalidad formal vence cualquier duda sobre su ejecución y resalta el otro factor determinante de “Futuras Esposas”: las letras, mordaces, sardónicas y ácidas, con las que lanzan un necesario mensaje feminista (reflejo de su actividad en el colectivo Sisterhood) recubierto de ironía pero implacable y directo (“Mantis Religiosa” y la final “Indiespañol”, tan aguda y cortante como un bisturí), relatan historias cotidianas con un encanto naif (“Blackout”), realizan un retrato social de nuestro país (“Un Cuarto Propio”) y abren en canal la escena nacional (“Yo lo vi Primero”, la muy punsete “A tu Ritmo”) a base de corrosivos retazos que, unidos entre sí, funcionan como un golpe en el estómago.
En “Futuras Esposas”, ética y estética se funden en proporciones equilibradas para mostrar a Las Odio como una banda comprometida con sus convicciones y sin pretensiones rebuscadas capaz de, como ya dijimos de ellas a principios de este año, patear el culo (machista) del rock alternativo estatal.
Más información en el Facebook de Las Odio. Escuchar «Futuras Esposas» en Apple Music y en Spotify.
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Puede que cualquier otro artista hubiera elegido un título como «Despertar» para su álbum de debut de forma totalmente casual… Pero Piek no. Lo suyo va con mucha intención.
DESPERTAR / Piek. «Despertar» (Sincopat, 2017) podría ser un título como cualquier otro… Pero hay que reconocer que, en el caso del disco de debut de Piek, la elección del título no puede ni debe entenderse como algo casual. Ni mucho menos. Y es que, si te lo paras a pensar, resulta que este artista lanzó su primera referencia en el lejano año 2010 y que, desde entonces, ha ido construyendo una carrera que ha serpenteado de forma sinuosa entre las producciones propias, siempre servidas a modo de pildorazos aislados, y las sesiones como dj que le han convertido en un básico de la escena española.
Así las cosas, publicar tu álbum de debut siete años después de tus primeros coletazos y titularlo «Despertar» no puede ser una casualidad. La intención queda clarísima: este disco es un despertar del mismo Piek, un abrir los ojos hacia una madurez plena capaz de construir en el aire complejas estructuras sonoras que vayan más allá del pildorazo aislado, capaz de interconectar las diferentes canciones como si fueran diversas estancias de un mismo lugar. De un mismo hogar, con toda la calidez que el término implica.
Pero es este también un «Despertar» para quien escucha, un sacudir el cuerpo y la mente para ahuyentar cualquier tipo de idea preconfigurada que pueda tenerse respecto a la carrera previo de Piek y forzar a escuchar los oídos bien abiertos, el corazón bien abierto, el alma bien abierta. Porque la verdad es que, si algo hay en este disco, es corazón y alma: puede que la referencia principal de Piek en estas canciones, esto no puede negarse, sea Moderat… Pero, como las comparaciones son odiosas, es necesario matizar una comparación tan aplastante y afirmar que la maestría de «Despertar» reside en su voluntad de explotar los muros de contención de la fórmula de Modeselektor y Apparat para así explorar nuevos terriotorios circundantes: aquí hay una aproximación a un soul cálido a la vez que negro, hay funk, hay hip-hop, pero también una renovación del r&b por la vía de lo digital y los future beats.
Las colaboraciones vocales le sirven a Piek para ampliar el campo de batalla y para quitarse de encima una comparación tan fea como la de Moderat… Porque, al final del día, al final del disco, resulta que «Despertar» consigue ir mucho más allá. Consigue hacerte despertar a la identidad única de un artista al que se le pueden encontrar pocos parentescos en nuestra escena nacional. Y eso, la verdad, es algo que de agradecer aquí y ahora.
Mas información en el Facebook de Piek. Escucha «Despertar» en Soundcloud.
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Puede que lo primero que venga a la mente sea el «Omega» de Morente y Lagartija Nick… Pero ojito con las comparaciones, porque la unión de Toundra y el Niño de Elche tiene una poderosísima voz propia.
PARA QUIENES AÚN VIVEN / Exquirla. Por un lado, aparece el post-rock instrumental, abrasivo y de largo desarrollo de Toundra. Por otro, la extrema heterodoxia flamenca comprometida y poética de Niño de Elche. El producto resultante: una contundente conexión entre dos mundos musicales en apariencia lejanos pero quizá no tan opuestos como se cree que buscan, cada uno a su manera, subvertir los cánones de sus respectivos géneros de origen yendo más allá de la simple suma de las partes.
Así se define su proyecto compartido (que no súper-grupo) Exquirla, medio de expresión de una simbiosis de aspecto orgánico y funcionamiento natural que logra esquivar el peligro de que cada célula creativa que la compone vaya por su lado de modo independiente, sin que ello suponga que tengan que desviarse de sus propios caminos, llenos de vericuetos que se encuentran en cada una de las piezas que conforman “Para Quienes Aún Viven” (Superball Music / Century Media, 2017), su álbum de debut. En este caso, la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos.
La esencia que envuelve la génesis y el planteamiento de Exquirla recuerda poderosa e inevitablemente a “Omega” (El Europeo / Discos Probéticos, 1996), la conjunción cósmica e irrepetible entre Enrique Morente y Lagartija Nick en la que rock y flamenco se mezclaron para quebrar los cimientos de la tradición y adelantar a la vanguardia. Pero “Para Quienes Aún Viven” no es una mera reproducción de la magna obra granadina; ni siquiera pretende acercarse a ella. En cuanto se destapa su contenido parece que escapa conscientemente de cualquier comparación. De hecho, a medida que transcurren los minutos, surge la gran pregunta: si “Omega” fue toda una revolución, ¿es posible aplicar esa condición a “Para Quienes Aún Viven”? Ni falta que hace. No es su objetivo. Y, si hubiera que tomar el concepto ‘revolucionario’, habría que hacerlo en su acepción más combativa para encajarlo en los textos que construyen el mensaje que transmiten Exquirla.
Por tanto, “Para Quienes Aún Viven” no significa tanto un estallido radical de un hallazgo inédito y pionero como el reflejo de varios espíritus libres cuyos movimientos intensos y categóricos se abren paso a través de un contexto hostil, decadente y desgraciado, que da sentido a su propuesta y a su fin: acentuar las connotaciones más negativas de nuestro presente y resaltar la oscuridad de quienes las propician. De ahí que Exquirla hubieran recurrido a los versos que Enrique Falcón, poeta crítico y literato activista, vertió en “La Marcha de 150.000.000”, cuyas palabras de profunda raíz contestataria, libertaria y anti-idealista, 23 años después de su alumbramiento, continúan siendo absolutamente vigentes.
Siguiendo su habitual modus operandi, Niño de Elche las toma, adapta y entona imprimiendo todo su carácter vocal y expresivo, vaciándose cual cascada de fuerza sobrenatural que supura enfado, rabia y furia. Es tan auténtico su arrebato y elevado su grito que no cuesta apreciar su energía gestual a través de su quejío desgarrado, de fondo infinito y onda expansiva tan imparable como la trama sónica de hechuras diseñadas a lo grande por Toundra, quienes aportan un trasfondo épico al álbum al discurrir por escenarios ardientes en los que se pasa de fases de tensa calma a progresiones que explotan en un clímax apabullante o, al revés, de la fiereza eléctrica a la transparencia acústica.
Habrá quien llegue a la conclusión de que “Para Quienes Aún Viven” es un incendiario muestrario de post-flamenco humanista alimentado por el vigor de una fusión casi nuclear. O, sencillamente, lo interprete como un ejemplo contemporáneo de flamenco-rock o rock-aflamencado. Tanto en un caso como en otro, se usarían etiquetas reduccionistas para catalogar una alianza cuyo despliegue rompe corsés y ensancha límites. Exquirla empapan en gasolina convenciones con un audaz ánimo experimentador que, además, tiene visos de prolongarse en el tiempo. Toundra y Niño de Elche están dispuestos a hacer que salten hoy y en el futuro esquirlas incandescentes que atraviesan la piel y se clavan directamente en el alma. Imposible quedarse mudo.
Más información en el Facebook de Exquirla. Escuchar «Para Quienes Aún Viven» en Apple Music y en Spotify.
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El mundo que nos ha tocado vivir en pleno año 2017 es un puñetera mierda… Lo sabemos. Y por eso mismo nos hacen falta más discos como «La Línia Màgica» de Miquel Vilella.
LA LÍNIA MÀGICA / Miquel Vilella. ¿Qué hacer después de un doble salto mortal sin red? Al fin y al cabo, el hasta ahora último disco de Miquel Vilella fue ni más ni menos que eso: un doble salto mortal sin red. El artista asumió un riesgo pocas veces visto en nuestra escena nacional y, ni corto ni perezoso, decidió lanzar el mismo disco en dos versiones diferentes: una en catalán («Després del Món«) y otra en inglés («Farewell, Dear Towermen«). Aquella fue una experiencia que había que vivir como un palimpsesto en el que una obra quedaba sobre la otra, cubriéndola aunque no haciéndola desparecer del todo.
Pero no estamos aquí para hablar de aquel doble salto mortal sin red… Sino para preguntar lo siguiente: y, después, ¿qué? Vilella parece tener la respuesta ideal: tras haber conseguido completar con gracia aquel salto, ahora solo puede ir alto, más alto, lo más alto posible. ¿No es es esa la finalidad de todo salto? De hecho, su nuevo «La Línia Màgica» (METrecords) salta tan alto que su propio título remite a la «magic line» que es una de las cumbres más icónicas de la historia del alpinismo: alcanzar esta marca del K2 es una gesta que implica mucho esfuerzo, que como recompensa te proporciona mucha belleza pero que, sin embargo, puede acabar en estrepitosa tragedia.
¿Te suena este proceso? Efectivamente, son los mismos estados por los que transcurre algo que hemos vivido todos y cada uno de nosotros: el amor. Y es que el gran protagonista de «La Línia Màgica» es precisamente ese sentimiento amoroso observado con la mirada limpia y con una sublime chispa de luz esperanzadora en el fondo de los ojos. Esto no quiere decir que Vilella dé la espalda a la tragedia mencionada más arriba… Evidentemente, en estas canciones también hay tragedia, pero es una tragedia enfocada desde la luz y el optimismo.
Las canciones del artista suenan más poderosamente luminosas que nunca en su discografía, será porque es su primer disco de estudio después de sus anteriores experiencias puramente caseras, será porque ha decidido añadir a la fórmula de sus guitarras una buena ración de pop y otra de épica… Será por lo que sea, pero hay que reconocer que «La Línia Màgica» era la única salida después de un doble salto mortal sin red. La salida del amor. La salida que todos necesitamos en un mundo como el que nos ha tocado vivir en pleno año 2017.
Más información en la web de Miquel Vilella. Escucha «La Línea Màgica» en Apple Music y en Spotify.
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