Grabación de «Pacífica», primer disco de Buena Esperanza.
Jueves 23 de agosto. Segundo día de grabación. Me he levantado cansadísimo, con la sensación de tener las manos hinchadas y más tarde de lo habitual. A las 8:30 todavía seguía en horizontal, con los codos clavados en la cama, boca abajo, con la cara hundida en la almohada y dejando la nariz libre para poder respirar. Más veces de las que puedo prometer duermo así toda la noche. Supongo que acabaré pagándolo de alguna manera cuando sea viejo.
Empieza a ser una rutina que sé que voy a echar de menos: levantarme, ducharme, desayunar, meter la comida que hice la noche anterior en una bolsa, coger la moto y atravesar casi de punta a punta la calle Arturo Soria para llegar a casa de Jero. Ese es nuestro punto de encuentro. Allí desayunamos todos juntos: Ana, Jero, Jay, Miguelón y yo. La pareja anfitriona prepara desayunos que podrían mirar directamente a los ojos de algunos hoteles de lujo. Yo nunca lo digo, pero desayuno doble. Al final del día siempre pienso que me lo merezco.
Madrid en agosto es un pueblo de costa en febrero: con la actividad mínima y con un ambiente entre apacible y extraño. Los recorridos duran casi la mitad de tiempo y las gasolineras siempre tienen algún surtidor libre. Desde que aterrizó Jay, sólo se habla inglés en su presencia, mitad por deferencia mitad por voluntad de integrarle siempre en nuestras conversaciones y no crear ese incómodo espacio que a veces se produce en un grupo donde una sola persona no habla la lengua de la mayoría. Es curioso: a pesar de que conozco a Jero y a Miguelón de toda la vida, desconocía el nivel de inglés que tenían. La comunicación es fluida y no sólo a nivel práctico: cuando es momento de contar anécdotas del pasado, Jay se arranca sin miedo a no ser entendido, con bastante gracia y lejísimos de hacerlo para dejar claro quién tiene más galones en la camisa. “Jawbox fichamos por Atlantic porque Atlantic no pudo fichar a Fugazi”. Más o menos esa ha sido la conversación en la furgoneta yendo al estudio. En los 90, un montón de bandas independientes americanas empezaron a fichar por multinacionales, que tras la explosión de Nirvana en todo el mundo comenzaron una verdadera competición por ver quién se llevaba el siguiente premio. La premisa parecía ser: ninguna banda independiente sin fichar. Se dieron casos realmente paradójicos, como que Jawbox, un grupo que literalmente dormía en la furgoneta cuando iban de gira y militantes estrictos del Do It Yourself, acabaran fichando por Atlantic, como también ocurrió con Shudder To Think, Bad Religion o CIV. “Nos dieron de adelanto 70.000 dólares para grabar «For Your Own Special Sweetheart«: de ese dinero nos repartimos la mitad entre los cuatro e invertimos 35.000 dólares en grabar el disco”, contó Robbins. “Ahora me arrepiento: deberíamos haberlo grabado sólo con 10.000”.
Hoy hemos continuado haciendo las mismas cosas que conté ayer. Avanzo a razón de sesenta páginas del libro al día, lo cual quiere decir que grabamos mucho y leo poco. Eso está bien y cambiará en un par de días, cuando hayamos terminado de registrar todas las baterías.
Hoy era el día del invitado: Manel de Muerte Y Destrucción ha venido a grabar su colaboración en la canción «Pacifica» (sin acento). Si él se ha quedado por lo menos igual de contento que nosotros, ya ha merecido la pena. «Pacifica» es 95% instrumental y sólo tiene una par de frases al final. Es la primera canción de Buena Esperanza que hemos escrito los tres en el local, a partir de improvisar ritmos y acordes. Hemos pasado un buen rato: Manel se ha ido a la hora de comer y hemos seguido trabajando duro hasta las 22h. He tenido un par de momentos complicados: cuando no se domina un instrumento, la sensación de inseguridad se multiplica por mil en el estudio. Me he quedado clavado en dos o tres cambios de ritmo y he necesitado una dosis extra de cariño por parte del resto. A veces no es suficiente con querer hacerlo perfecto: simplemente hay que hacerlo, especialmente cuando se está grabando un disco.
Jay es comprensivo porque es músico. En lo que llevamos de grabación no ha habido ni una sola centésima de segundo en la que hayamos notado un gesto raro o haya dicho algo que nos haya descolocado. Todo son “eso ha sonado muy guay, chicos”, “creo que eso puede quedar mejor, casi lo tenéis, vamos a hacer otra toma” o la preferida de Miguelón “eso ha sido un Jurassic Park”. No me he enterado de dónde viene la expresión, pero pienso averiguarlo estos días. En cualquier caso, quiere decir que la toma es buena.
Hace calor en Madrid y, a la vuelta, Jay ha contado la única gira americana por recintos de más de 5.000 personas que hicieron Jawbox, taloneando a Stone Temple Pilots y a Meat Puppets en 1994. “Scott Weiland -cantante de STP– fue el primero que nos saludó nada más llegar a la prueba de sonido del primer concierto”, ha dicho sonriendo. “Luego no le volvimos a ver en 30 días. Supongo que quería averiguar si nosotros éramos la clase de grupo con los que montar una juerga después del concierto. No hizo falta ni que nos bajáramos de la furgo para que lo supiera”. Risas. “Tampoco vimos ni una sola noche a Stone Temple Pilots en directo: la ruta de la gira estaba diseñada para hacerla en autobús con literas y, como nosotros íbamos en furgoneta, normalmente acabábamos de tocar, recogíamos todo y conducíamos hasta que no podíamos más. Parábamos, dormíamos y seguíamos conduciendo hasta el siguiente concierto. Creo que deberíamos haber alquilado un autobús, pero siempre han sido carísimos”.
Ya he cocinado para mañana. Me caigo de sueño y me duelen las manos tanto o más que ayer. Se lo avisé hoy a todos: “En el próximo grupo, me pido no ser batería”.
La camisa de hoy. Ya sé que corro el riesgo de que alguien no me crea, pero esta camisa la compró mi madre en el Pryca del sitio donde crecí cuando iba al instituto. El Pryca ya no existe, pero la camisa resiste. Igual tiene veinte años. Cada vez que mi madre me ve con ella dice lo mismo: “¿Pero esta es la camisa del Pryca? Es increíble…” Lo es.
[Pepo M]