Hace poco más de un año vine a tocar a Bilbao: era uno concierto de los conciertos acústicos de una gira por tiendas de discos, como The Baltic Sea. Entonces diluviaba muy seriamente -con riesgo de desborde de la Ría incluido- y no pude más que ir del concierto al hotel y del hotel a otro concierto. Esta vez no ha sido así. Esta vez no nos ha llovido y, además, hemos llegado con más tiempo. Estamos en una habitación con suelo de madera antigua que cruje a mi paso y uno de esos balcones que son, en realidad, parte de la estancia. La luz entra tamizada por unos visillos blancos, no demasiado finos, que desenfocan la vista. Estamos en una cuarta planta y vemos justo, en frente, un edificio sobrio de ladrillos oscuros, madera y pizarra. Hay una ventana abierta, en el tercer piso de la fachada que veo desde aquí, un señor muy mayor lee el periódico. Creo que está dormido.
Ayer fue un día genial. Creo que hicimos el mejor concierto en todo lo que llevamos de gira y el sonido del sitio era exactamente como lo necesitamos. El Museo de Reproducciones, donde se llevó a cabo la velada, era una iglesia, y no de las pequeñas. El ábside, gótico, transpiraba luz a través de unas vidrieras estupendas que, mientras hubo luz de tarde, daban un cierto aire místico a la prueba de sonido. Claro que, teniendo en cuenta que estábamos rodeados de reproducciones de escayola de obras cumbre de la escultura clásica, era todo muy extraño. Pero tengo que reconocer que el sitio sonaba sobrecogedoramente bien, que el montón de personas que vinieron se portaron exactamente como nos gusta, y que el concierto de Eneko Mobydick fue de lo más impresionante que he visto en mucho tiempo. Después pasamos un rato estupendo con Eneko y Gorka, el promotor del concierto a quien tenemos que agradecer el trabajo que hizo para que todo saliera muy bien, claro que sí. Por suerte, ayer no nos vimos envueltos en ninguno de los incidentes que tuvieron lugar en la ciudad, entre ciudadanos y policías. Reconozco que no he llegado a tener una visión completa del conflicto, pero creo que el ayuntamiento de Bilbao se las ha arreglado para derruir un edificio que, ocupado, estaba sirviendo como centro cívico para un barrio que carece de centros públicos de esas características. Lo cierto es que la cosa fue a mayores: se puso feo el asunto. Me sorprendió la calma con la que nuestros anfitriones en la ciudad se tomaron los disturbios, hacían bromas y le quitaban importancia a lo sucedido. Tanto, que a veces me pareció que hablaban con nostalgia del tiempo en el que los contendores ardían noche sí y noche también en las calles de Bilbao. Lo que está claro es que están acostumbrados.
En poco más de una hora nos vamos a Pamplona, esta noche tocamos allí. Deséennos suerte que Pamplona, o Iruña, es una plaza complicada. Hasta mañana.
[Esteban R.]