Durante todo el día de ayer fuimos notando el cambio de tiempo y esta mañana llueve en Palafrugell. Es un preludio a nuestro viaje a través de los Pirineos de hoy… ¡Estamos muy a favor de este cambio de condiciones climatológicas! Es otoño, menos mal. Ya lo vimos venir ayer por la tarde en Palamós, donde estuvimos un rato mirando al mar antes de la prueba de sonido en Peratallada: veíamos muchas nubes llegando a las montañas y teníamos esperanzas en el cambio de tiempo que finalmente se ha terminado produciendo porque, créanme, el calor y la humedad estaban siendo ya un poco incómodos. Parece que el verano ha terminado. ¡Bien!
Es curioso cómo el paisaje cambia a medida que te alejas de la costa: a cada kilómetro ves cómo el paisaje se va volviendo más montañoso, más verde. De pronto giras, sales de la carretera y es como si, al entrar en Peratallada, entrases en un libro de arquitectura románica. El núcleo central de la localidad está perfectamente conservado, ni siquiera se puede circular en coche por el centro. Llegar al sitio en el que tocábamos fue un agradable paseo por calles estrechas y empedradas; una auténtica delicia para pasear, si uno no tiene que llevar consigo el equipo de sonido necesario para dar un concierto. No sé si se hacen ustedes una idea de la cara de alivio que pusimos Jose y yo cuando el tipo de la sala nos dijo que había un acceso trasero por el que podríamos descargar con el coche, directamente, circunvalando el pueblo.
Tocábamos anoche en un porche, bastante grande, construido hace relativamente poco con las piedras de las ruinas de una casa que se levantaba allí mismo, hace mucho. Es el tipo de sitio en el que cualquier ingeniero de sonido querría grabar las baterías de un disco, iluminado muy tenuemente con algunas lamparitas pequeñas en las esquinas y algunas mesas y sofás.También había un mueble muy, muy antiguo que seguramente albergó la mejor vajilla de alguna familia en algún momento en los últimos sesenta años. El ambiente era muy adecuado hasta que, de la nada, aparecieron unos lásers que convirtieron el sitio en una discoteca multicolor: una transformación muy radical y desafortunada. Pero, al final, nos acostumbramos a los fogonazos verdes y rojos que nos daba el láser (también habían, como de fondo, unas ondas azules que provocaban un efecto bajo-el-mar realmente desconcertante).
Pero el concierto fue agradable. Una noche tranquila.
Así que, una vez salimos del espectáculo audiovisual en el que se había convertido nuestra sala de conciertos románica, emprendimos nuestro camino a Palafrugell, donde hemos pasado la noche. Tenemos que agradecer muy efusivamente a Albert Mestres su trabajo de promoción y producción del concierto y al Colectivo Nosa, y a Jesús sobre todo, por su hospitalidad.
Hemos desayunado muy bien en Centre Fraternal Societat Recreativa de Palafrugell y nos vamos a Francia. Buenos días, pasen un buen domingo.
[Esteban R.]