Desde donde estoy puedo ver algunas cosas realmente desconcertantes. Hay una señorita vestida de selva virgen, o al menos eso me parece a mí. Es alta, y morena, aunque quiera disimular con mechas de, por lo menos, cinco tonos de rubio que van desde el rubio muy clarito y muy ¿brillante? hasta un rubio más tostado, castaño claro. Lleva un peinado muy trabajado en el que puedo observar anchos tirabuzones matemáticamente curvados que giran unos sobre otros: es un peinado cuestionable, desde mi punto de vista, pero ella está muy contenta, porque no deja de mover la cabeza suavemente y de mirar su reflejo en un espejo de la recepción del hotel. Está sola, y no se da cuenta de que, como yo la describo por escrito, una pareja de turistas de mediana edad, creo que portugueses, se mofan de su aspecto selvático sofisticado. No estoy de acuerdo con la mofa, no tan poco discreta, pero continuaré la descripción algunas líneas más.
Estoy seguro de que el tono de su piel, en estado de no carbonización ultravioleta, es mucho más bonito. Lleva la espalda descubierta y veo bonitas constelaciones de lunares, pequeñas pigmentaciones de la piel que yo no expondría tan alegremente a la inflexión solar. El vestido me recuerda a la sección tropical de un jardín botánico. Es exuberante, verde, brillante e indescifrable. ¿Es una falda y un corpiño? ¿Es un vestido? Sinceramente, no tengo ni idea. No se sienta, a todas luces espera a alguien en el hall del hotel, o es que no puede sentarse porque el vestido y sus estrecheces no se lo permiten. El escote está muy pensado, no he podido evitar fijarme, ¡no sé cómo se las apaña para tener más pecho fuera que dentro del vestido y que no se le vean los pezones! Ah, hay todo un mundo de arquitectura y leyes físicas que se me escapan en esto de vestirse para ir a una boda. No querría concluir mi descripción sin detenerme en los zapatos. Cielos, qué barbaridad. Creo que alguien debería advertir a esta señorita de que, para llevar semejantes tacones y plataformas, es necesario llevar casco. Una caída desde esa altura podría causarle lesiones importantes. Es más, casi me acerco a decírselo, preocupado por su integridad física, pero justo apareció su acompañante que, no se lo van a creer, va vestido de esmoquin y lleva chaleco, corbata y pendientes (sí, pendientes) a juego con los tonos selváticos de su chica. Es un espectáculo absolutamente fascinante.
Este hotel debe ser el establecimiento estratégico de referencia para los asistentes a las bodas de toda la comarca.
Estoy en Talavera de la Reina, anoche tocamos en el Soho Club, a unos quinientos metros de aquí. Un sitio muy recomendable dirigido por dos tipos que saben muy bien qué se traen entre manos, en el que estás todo el rato pensando que están en The Black Lodge, en Ghostwoods, Twin Peaks. Estamos muy agradecidos a Sergio y Borja por cómo nos trataron anoche y por lo mucho que trabajaron la producción del concierto. Esto se acaba, el de anoche fue el penúltimo concierto de la gira y tengo que reconocer que nos da pena que se termine, aunque aún quedan muchos conciertos hasta final de año y, entre eso y la grabación del disco, no vamos a tener tiempo de casi nada.
En fin, dejamos el último hotel de la gira y volvemos a casa, hasta dentro de tres semanas. Pasen un buen día.
[Esteban R.]