Tercer año de Día de la Música en Madrid… La propuesta, que en esta ocasión se celebraba los días 22 y 23 de junio, ha pasado en este tiempo de ser un resultón evento gratuito a tener todos los ingredientes para convertirse en el festival definitivo que la capital necesitaba. Con un cartel más que apetecible, aderezado con algún que otro puntazo como la señorita Azealia, solo nos podemos quejar de, una vez más, las insoportables temperaturas (ocasionadas por lo temprano que empiezan los conciertos) y del escaso volumen de los escenarios (cosas de estar en plena ciudad, imagino). Asumidos estos puntos, mi plan, día por día, fue el siguiente…
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VIERNES. 22 de junio. Llamadme perezoso, pero acudir al Matadero a eso de las 4 de la tarde para ver a Antonio Luque no va mucho conmigo… así que mi jornada empezó directamente con Pegasvs (en la foto). Impecable puesta en escena de los catalanes: con algún que otro escollo sonoro, pero salieron con notable del acondicionado Escenario UFI. Tienen temazos, y eso es innegable. A continuación, mejor un escenario con sombra: el Spotify para ver a St. Vincent. Por muy delgadita y fina que parezca la chica, cuando coge la guitarra llena el escenario ella solita y a base de coraje te deja boquiabierto. Rendido a sus pies. Después me atreví al fin a salir al calor del día: Twin Shadow hicieron lo que pudieron con el solazo que hacía en la plaza de Matadero, y aun así mantuvieron el tipo. Por favor, ¡qué temazo el single de adelanto del nuevo disco! ¡No puedo esperar más!
Y, finalmente, LA CITA del día: Azealia Banks (en la foto), Fiestón, flow, estilazo, bailes supremos… Increíble. No sé qué más decir: lo mejor del festival. Después, un flojo James Blake demostró que su música gana mucho más cuando apagas las luces; y hubo algún que otro baile con los hypeados Two Door Cinema Club (¿cuándo se hicieron con tantos fans, que no me enteré?). El final fue con (por lo visto) unos divertidísimos La Casa Azul. De verdad, desde el respeto: el tonti pop ya cansa, ¿no?
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SÁBADO. 23 de junio. Esta vez sí me dio por madrugar algo más y pude ver los conciertos gratuitos de la mañana en el mercado, donde se puedieron catar a unos chavalines Grushenka tocando como si tuviesen 100 conciertos a sus espaldas (y la mar de bien), a unos Mañana crecidos ante las adversidades (muchos fans aguantaron el solazo) y unos Dolores (en la foto) que no bajan la guardia ni a la hora de comer (¡qué agonía e intensidad de canciones!)
Ya con el estomago lleno, la primera parada fue en Fanfarlo. Ellos todo entrega y se ganaron a los pocos valientes que por allí pululaban. Folk del que siempre funciona. Spoon (en la foto) también funcionan en todas las circunstancias: son una maravilla de banda y hacen unas maravillosas canciones. Otro de los conciertos que más disfruté del festival (¡1ué voz la de Britt Daniel!) De ahí, un pequeño descanso para pasar a uno de los bluffs: Maxïmo Park (anécdota: único grupo con más de una palabra en el nombre de los que vi el sábado). Y no es que no lo intenten, no es que su cantante no ensaye bien las posturitas, es simplemente… que lo suyo ya pasó.
Menos mal que luego Apparat dejaron con la boca abierta a medio festival: densidad, oscuridad y atmósferas de las buenas. Grandes. Y por último, Metronomy (en la foto). En la banda resultó que había un negro y una baterista vestida de burbuja Freixenet. Y, además, en el escenario, temazos. ¿Cierre perfecto para el festival? Al menos yo me fui a la cama bien contento. Y con moreno de playa.
[Alejandro Masferrer]