Nuestra crónica del reciente DGTL 2019 en Barcelona lo tiene bien claro: esto no solo fue un torbellino de emociones… ¡También es el festival del futuro!
Allá vamos. Cuando parece que media España está de vacaciones y la otra media se queja por no estarlo, Barcelona acaba de vivir un fin de semana de lo más efervescente. ¿Esta es la palabra que mejor resume lo que se ha vivido? ¡Pues claro! Si no, ¿por qué la iba a escribir aquí, uniéndola a la posteridad? Vamos por partes, porque hay muchos momentos vividos que merecen ser explicados con calma.
Primero que todo, el festival que nos ocupa es el DGTL 2019, que alcanza ya su quinta edición y está más que consolidado. Dos días fuertes, más un domingo con fiesta de cierre, y cuatro escenarios en un inmenso recinto del Fòrum de Barcelona. ¡Ay, amiga! No se trata de cantidad, se trata de calidad. Y aquí se absorbía y se sudaba, una y otra vez, intercambiándose, entre los modelones del público, los efectos mágicos de las luces y los detalles de organización medidos como un engranaje. Nada, que ya me vuelvo a dejar llevar y a intentar contarlo todo al mismo tiempo.
Todo comienza en casa de uno, cuando se prepara el festival en cuestión y hace los deberes… Porque tú los haces, ¿no? En este caso, la clave no eran los horarios. Lo más importante era más bien la ecología, que es la seña de identidad del DGTL desde su nacimiento. Además de no utilizar generadores con gasoil para dar luz y sonido a los escenarios, o instalar inodoros sostenibles, hacer partícipe a la gente antes de salir por la puerta me parece una fantasía.
Es más, para que veáis que no miento, por este mismo tema, este verano y en otro evento parecido, un artista me propuso ser ministro de medio ambiente. Creo que, si algún día me suena el teléfono, redirigiré la llamada al DGTL. Hacía tiempo que pedía desesperado que los vasos de plástico que nos venden como reutilizables lo fueran de verdad, y poder traer el vaso que compraste en otro lugar, sin generar más residuos. ¡Eso es un vaso reutilizable y no llenar tu casa con una colección del Planeta de Agostini! ¡Voilà! Metí mi vaso en la mochila y, al llegar, lo cambié por el oficial de turno. Fácil.
Segunda clave. Nadie sabe qué son las colas en el DGTL 2019. La gente fluía de manera rápida, cumpliendo con los trámites de seguridad, pero sin colapso, sin agobio, siendo feliz desde antes de cruzar la puerta, pudiendo hacerte la foto oficial sin prisa y repetirla 4532 veces hasta que todos salgáis bien (luego ella ya subirá en la que sale divina y a ti parece que acaba de llamarte de la Agencia Tributaria).
Adelante el tercer acierto. Todos los escenarios te atrapan. Pantallas colocadas de manera estratégica para engancharte de tal manera que la música se potencie aún más y no te quieras mover. Esto me ocurrió en las cuatro estructuras instaladas: o bien unas pantallas alargadas construían una retícula molecular, o de repente creías estar en «La Caja» de Mediaset. El AMP y el Modular se llevan el premio total, y se me han quedado grabados a fuego, así que espero que el año que viene no bajen de nivel. O me enfadaré, para no ser maleducado.
Sumergido, o más bien, inmerso en este torrente de sensaciones, floto de disfrute con HVOB (tampoco tengo un medidor de audiencias en Instagram, ni se si existe, pero fue la sesión más compartida de todo el fin de semana) y Larry Heard, que supo recoger la puesta de sol y la bienvenida a la noche de manera exquisita. Dudé al cambiar de escenario, y la duda era normal: Mr. Scruff me dio bastante bajón. Quizá no era el momento ni la hora que más le pegaran y, aunque le di una oportunidad, me fui corriendo. Quería volver a un terreno seguro, y el Modular era el mejor. Barnt & Roman Flügel te hacían bailar, charlar, saludar, refrescarte… y todo de manera natural. ¡Viva la música que empodera, te hace crecer y no te estorba en ningún momento!
Cuando la noche coge forma (bueno, siendo sinceros, la tenía cogida desde hacía ya bastante), y una vez entro en el recinto del escenario AMP, ya no salgo. Marco Carola y Paco Osuna hacen que las burbujas de la efervescencia que te van acariciando se conviertan en crema y nades mientras bailas. Era imposible no hacerlo con temas de Marc Houle o el cierre con el «Alive» de Daft Punk.
Llega la quinta clave. La cuarta han sido los aciertos al elegir a los artistas del cartel. Uno siempre sabe cuándo llega a una barra para pedirse un refrigerio, pero nunca cuándo va a volver con sus amigos. Resulta que Joan Soler, que servía en una de ellas, de repente hizo un gesto. Todo el barullo se dispersó formando una fila delante de la caja. Él atendía y su compañera preparaba las bebidas. Simple, fácil y rápido. Joan, no tengo tu móvil ni contacto, pero en el consejo de ministros también estarás tú. ¡Mérito más que demostrado!
Antes de que terminara este DGTL 2019, quería ver a una gloria del cartel: Lil’ Louis. Mejor me hubiera quedado sin esta visita relámpago al escenario Frecuency. Lo digo bien claro, chica. Si el público tiene casi en su ADN tu estilo de sesiones, no lo cambies. Los experimentos. en casa. El público te sigue respaldando, disfruta y no se marcha de allí como el agua de río que se escurre entre las manos y no se puede atrapar.
Confío hasta el final y no me marcho antes de tiempo para evitar el circo de las aglomeraciones en la salida. Me sale redondo porque, al igual que en la entrada, todo es ordenado, nadie grita, nadie corre, nadie empuja. El público del DGTL 2019 es ordenado, educado, amable, tiene clase, estilo y es guapo. Darwin hablaba de la selección natural, este festival y lo que se vive y cómo se vive en él, es una evidencia más de que tenía toda la razón. Aplauso y año de espera. «Vota DGTL 2020. El futuro de los festivales«. [Más información en la web de DGTL 2019]