“Kaputt” (Merge, 2011), uno de los discos destacados del año pasado (elegido mejor noveno álbum internacional por esta casa), situó a Dan Bejar y a su banda, Destroyer, en el pelotón de cabeza del revival ochentero de nuevo cuño gracias a su pop de corte elegante, sonoridad dócil e interpretación aterciopelada. Dada la delicadeza de su propuesta, su traslación a las tablas exige que se cumplan ciertos requisitos para que alcance el oído del oyente de manera ideal: no basta con retener mentalmente la pureza que la caracteriza, sino que, además, se necesita situarla en la atmósfera adecuada, definida por los tres mismos adjetivos antes utilizados. La mayoría de las veces resulta complicado, por no decir imposible, materializarla por meras cuestiones logísticas. Pero la agencia viguesa SinsalAudio aprovechó la oportunidad para conseguirlo y, a la vez, llevar el concepto de actuación en directo a su expresión más elevada en una nueva demostración de su olfato para transformar este tipo de acontecimientos en estampas especiales y la intervención de Destroyer en unos de los puntos culminantes del Festival Sinsal X.
El lugar elegido para el concierto de los canadienses, la terraza del Auditorio Mar de Vigo de la ciudad olívica, se convirtió gracias a su localización (a escasa distancia de la Ría de Vigo, con las Islas Cíes al fondo), a su moderna, minimalista y distinguida ambientación y a las inmejorables condiciones meteorológicas (cielo despejado, temperatura estival y luminosidad propia de un atardecer) en un marco idílico para que Bejar y sus siete compañeros destapasen, principalmente, las grandes bondades de “Kaputt”. El selecto público que tenían ante sí lo intuía, aunque el de Vancouver abrió su setlist rescatando “The Music Lovers”, joya perteneciente a “Your Blues” (Merge, 2004) e incrustada con facilidad en el estilo refinado del octeto a través de la suavidad del clarinete y el teclado. El sol se iba ocultando con parsimonia, y “Savage Night At The Opera” obligaba a fijar la mirada en el claroscuro del horizonte (y pensar, sin importar en qué…) mientras el vello se erizaba por la emotividad que transmitían el saxo (omnipresente a lo largo del concierto) y la trompeta, al insuflar aires nostálgicos a los punteos cristalinos que daban forma a “Chinatown”, “Kaputt” y “Downtown”.
El sonido impecable y la coordinación de la banda aupaban a un Dan Bejar relajado, que se dejaba llevar por la calidez de la noche y los efluvios de cierta bebida espirituosa que aclaraba su voz cuando decidía erigirse en un crooner embutido en un frac ficticio para ofrecer medios tiempos sugerentes como “European Oils” y pasajes románticos como “Blue Eyes”, momento poético insuperable para pedir matrimonio a la persona amada y recrear otras escenas imaginarias de idéntico simbolismo elegíaco. Frente a estos pasajes de concreción máxima, Destroyer se animaban a expandir todo su virtuosismo instrumental en sus composiciones de mayor minutaje: los ejemplos perfectos fueron “Suicide Demo For Kara Walker”, al transitar de la mágica melancolía desde su inicio (construido sobre flauta y teclado) hasta el dinamismo sedoso de su cadencia rítmica; y una enorme “Bay Of Pigs”, ya en los bises, impulsada por los sorprendentes drones sintetizados de una intro cósmica perpetrada por el trompetista del combo.
Alcanzado el final, la cálida brisa marina nocturna de la Ría de Vigo que mecía los cabellos de los asistentes actuaba como el rastro que había dejado tras de sí cada una de las canciones de Destroyer y multiplicaba la sensación de placer después de haber paladeado un repertorio primoroso. Fue la banda sonora eterna de un irrepetible sueño (hecho realidad) de una noche de verano.
[FOTOS: David Ramírez]