Tras enamorar al mundo con «El Príncipe y La Modista», el nuevo cómic de Jen Wang es un canto de amor a la diferencia que desprende preciosos «Destellos».
El nombre de Jen Wang se popularizó de forma realmente masiva (y para nada por sorpresa) con el pelotazo que supuso «El Príncipe y La Modista«. Esta obra le valió a la autora no solo dos premios Eisner (Mejor Artista y Mejor Cómic Adolescente), sino que también le proporcionó otras alegrías como el Premio de los Jóvenes Lectores del Festival de Angouleme (es decir: la meca comiquera europea) y el Mejor Cómic del Año para la Asociación de Libreros de Madrid (por mencionar un galardón patrio). No era para menos.
Y es que, tras debutar en el formato novela gráfica de la mano de Cory Doctorow (con el que publicó «En La Vida Real«, un imprescindible cómic en el que los autores abordaban la tensión entre vida real y vida virtual), «El Príncipe y La Modista» supuso el inicio de la carrera de Jen Wang en solitario, prescindiendo de cualquier otra mano amiga en lo que a guion se refiere. El resultado fue excepcional, así que es totalmente comprensible que, tras aquella fantasía en la que anidaba una temática necesaria en magistral sintonía con uno de los debates más urgentes de la comunidad queer, el nuevo trabajo de la autora supone un alejamiento de la fantasía de sus anteriores obras para explorar un terreno narrativo más íntimo y personal.
Tal y como explica en las últimas páginas de «Destellos» (editado en nuestro país por Sapristi, al igual que sus anteriores obras), de niña Wang vivió un problema médico que desembocó en una operación de importancia. Esa experiencia (y los síntomas previos) se vuelcan en este caso en la historia de dos chicas que personifican dos puntos muy distantes en el espectro de la comunidad chino-americana… Christine es la chica con la familia perfecta cuyos padres la adoran pero que la rodean con un estrecho corsé con lo que se espera de ella, que tiene clases semanales de chino y que trabaja duro para estar al nivel que la comunidad china parece imponer. Moon, por el contrario, es vegetariana, a veces se mete en líos, se pinta las uñas de los pies cuando le da la gana, es fan del k-pop, baila con una libertad inusitada, no tiene ni idea de chino (ni ganas de aprenderlo) y, en definitiva, va a su bola.
Christine y Moon se hacen amigas porque, inicialmente, la segunda y su madre (soltera) se mudan a vivir en la pequeña casita que está en la propiedad de los padres de la primera. Pero la cosa va más allá de eso: para Christine, Moon encarna una libertad que nunca pensó que existiera o que fuera una posibilidad para ella misma. Ambas van trenzando poco a poco una amistad a base de intereses compartidos (el k-pop, la música, el baile)… Aunque, como suele ocurrir en las relaciones de infancia, en cierto momento todo se complica para enseñar una valiosa lección a Christine: lo que hacemos a otras personas tiene consecuencias. Y tenemos que apechugar con ellas.
«Destellos» es una preciosa fábula que, sin necesidad de introducir elementos de fantasía (los pocos que hay, al final no tienen tanto de fantasía y sí mucho de mal presagio), desprende una magia luminosa y preciosa. Esta magia luce especialmente colorida en el cada vez más afianzado estilo de Wang, que cada vez gana más seguridad en su trazo, en el uso del color y, sobre todo, en la planificación de la página como herramienta narrativa para dar espacio a los acontecimientos. La lectura de este cómic es una delicia en sí mismo porque no necesita narrar una fantasía para resultar fantástico.
Pero la magia es algo que «Destellos» supura más allá de su forma y que brota directamente desde un fundo burbujeante y fresco. Es la magia de las amistades infantiles, que Jen Wang retrata de forma sublime hilando grácilmente toda una serie de situaciones con las que todo lector se sentirá totalmente identificado: las vibrancia de las horas que pasamos con esos amigos que comparten nuestras pasiones, la presión social omnipresente en la infancia, la ruptura con la figura de los padres como héroes… Está claro que esta pequeña novela gráfica es un cuento en su acepción más tradicional: una historia que guarda una enseñanza moral (o varias) en su interior.
A través de la historia de Christine y Moon, la autora habla de la necesidad de encontrar un espacio propio más allá del camino que nuestros padres hayan planeado para nosotros. Nos habla de cómo una amistad se forja muchas veces en un campo repleto de trampas de inseguridades, celos o, simple y llanamente, todas esas torpezas sociales inherentes en el ser humano. Pero no hay que pertenecer a la comunidad chino-americana para rendirse ante «Destellos«, porque su mensaje no podría ser más universal: la diferencia es algo que hay que celebrar no solo en nosotros, sino sobre todo en aquellos que nos rodean. Porque la riqueza ajena es la que más nos enriquece. [Más información en la web de Jen Wang y en la de Sapristi]