Ah, qué lejos parece que queda el 2010… Si se les dijese a determinados grupos que suenan demasiado a ese año, se hundirían en la miseria: así de rápido se mueven las cosas de la modernidad. Delphic serían uno de ellos, pero no adelantemos acontecimientos… Antes de llegar a ese punto relacionado con su estatus actual, habría que imaginar la respuesta del conjunto de Manchester a esta hipotética pregunta: ¿le gustaría rebobinar su historia y volver a la época en que su nombre estaba en boca de muchos gracias a su LP de estreno, “Acolyte” (Dangerbird, 2010)? Mentirían si respondiesen que no, porque aquel había sido su momento, en el que sobresalían entre el pelotón de los primeros espadas (Friendly Fires, Klaxons, Foals, These New Puritans o The Big Pink, banda esta última con la que los Delphic de hoy guardan varias similitudes; pero tampoco avancemos todavía este detalle…) que intentaban comer su trozo del pastel del nuevo pop electrónico surgido en Gran Bretaña. Aquellos eran tiempos de vino y rosas para los mencionados, ya que copaban las portadas de los medios especializados británicos un día sí y otro también, se colaban en los carteles de los festivales más importantes del mundo y la audiencia alternativa estaba encantada con empaparse de sus sonidos sintéticos, ya fuesen para el bailoteo puro y duro o para realizar viajes astrales domésticos a golpe de ritmo programado.
En medio de aquella nueva ola, Delphic venían a ser los representantes de la estirpe dance-electro-pop surgida en su ciudad natal en los 80 de la mano de New Order, estirada por la generación madchesteriana a finales de dicha década y detonada en los 90 por los embajadores del big-beat, The Chemical Brothers. Unas influencias que Richard Boardman, Matt Cocksedge, James Cook y Dan Hadley amalgamaban en un ramillete de canciones enérgicas pero elegantes, como “Doubt”, “This Momentary”, “Halcyon” o “Counterpoint”. Pasados los años, sin embargo, da la sensación de que el cuarteto se ha cansado de su propuesta original. O, mejor dicho: ha acabado por aborrecerla, directamente, por motivos que habría que investigar, aunque uno de ellos podría ser no estancarse y abandonar un sonido tan de 2010… ¡Touché!
Sí, la coartada de la evolución sale a pasear a la hora de razonar los cambios de registro que se atisban en su sophomore, “Collections” (Chimeric, 2013). Con lo cual, olvídense de encontrar en él a los Delphic de costumbre para dar la bienvenida a un grupo que se decanta por vestir ropajes diametralmente diferentes, muy en la línea de lo que efectuaron The Big Pink hace un año cuando publicaron su segundo álbum, “Future This” (4AD / Pop Stock!, 2012), edulcorando su repertorio para hacerlo más accesible y explorando nuevos terrenos estilísticos. Esta estrategia, pese a que no genera demasiada confianza en un principio, tiene posibilidades de funcionar con éxito si se plantea con cuidado y se ejecuta adecuadamente. Por ello, Delphic recurrieron a la experiencia de Ben Allen (Animal Collective) y Tim Goldsworthy (DFA Records) para conseguir una impecable producción del álbum, y, de paso, asegurarse que sus tiros no saliesen por la culata.
Sobre lo primero, no hay duda de que “Collections” posee un acabado pulcro, aseado y bien pulido; pero sobre lo segundo… La pretensión de madurar su sonido desemboca en un intento baldío de hacer crecer unas canciones que fallan estrepitosamente, ya que parten de una materia poco consistente y preñada de variopintos arreglos (vocales, electrónicos, eléctricos, percusivos, de piano y de cuerda) que se desinfla a medida que se reproducen los primeros cortes del tracklist: la piezas de tempo comedido y calculado “Of The Young”, “Baiya” y “Changes”, la balada ochentera “Freedom Found” o la dislocada “Atlas”. Delphic juegan con unos elementos y estructuras que, inevitablemente, obligan a comparar su empeño artie con el de coetáneos como Everything Everything o Dutch Uncles, pero salen perdiendo por goleada. Aunque lo peor llega más adelante. Al igual que en el caso de The Big Pink en “Future This”, el cuarteto mancuniano se permite la licencia de introducir beats urbanos para coquetear, en cierto modo, con el pop-R&B à la Twin Shadows en “Don’t Let The Dreamers Take You Away” y con el hip-hop propio de la nueva black music en “Exotic”: en ambos temas se constata que, excepto Hot Chip y James Blake, a día de hoy los blancos no la saben meter allí donde dominan las almas y voces negras.
Con todo, dentro del evidente patinazo que supone “Collections” en la carrera de Delphic, se salva algún que otro momento: “The Sun Also Rises”, la canción más reconocible del lote con respecto a la etapa “Acolyte”; y “Memeo”, efectiva, efusiva y cuyo título los mal pensados pueden utilizar para emitir su opinión acerca de este disco. En realidad, el balance final (explicado con palabras más apropiadas, claro) del lavado de cara perpetrado por Delphic no distaría mucho del significado de la escatológica expresión resultante. Pero seamos serios y zanjemos la cuestión afirmando que a los mancunianos se les fue su experimento actualizador de las manos. Mejor que regresen a 2010…