Nuestra crítica de «Del Revés» lo deja bien claro: han vuelto los mejores Pixar… Tanto para los más pequeños como para los más creciditos.
Dibujar el mapa de las complejidades emocionales del ser humano no es algo sencillo. Imaginen una tarea como esta y traten de realizarla sin caer en el tópico, en el cliché, en el sentimentalismo más dedócrata o en el escepticismo más nihilista. Difícil, sí. Ahora imaginen que esta panoplia emocional corresponde a una niña de once años y todo lo que ello conlleva. Cambios, dudas, evolución constante. Súmenle otro factor más: hacer de esta descripción una película suficientemente compleja para el disfrute adulto y, a la vez, suficientemente “entendible” o “ligera” para un público de menor edad.
Pues bien, Pixar, después de un cierto vaivén y pérdida de dirección en insulsas secuelas, acepta el reto con «Del Revés«… Y no sólo se atreve, sino que firma posiblemente una de sus obras cumbres. No tanto en su diseño o en la calidad de la animación (acertadísimo el contraste entre el realismo del mundo exterior y la imaginería interior entre lo idealista y el cartoon), sino en su capacidad de generar capas y capas de comprensión y disfrute para todos los ojos (y cerebros) posibles.
Sí, lo que Pete Docter y Ronaldo del Carmen consiguen (a riesgo de parecer exagerado) es prácticamente un milagro. No es tan sólo la belleza de lo que vemos o lo que se transmite, no, es más bien el cómo se transmite. Algo aparentemente fácil pero que encierra en cada uno de sus niveles enormes cargas de profundidad no exclusivamente emocionales, sino también en sus referencias a la comicidad a través de gags y guiños que demuestran un profundo conocimiento de la materia cinematográfica.
Convertir el personaje-cliché en objeto de balance y equilibrio, convertir nuestros procesos mentales en modernos objetos de “frameo” y deconstrucción y, a la vez, conseguir que dicha interactividad dentro-fuera sea bidireccional, hasta el punto de que uno no sabe quién dirige a quién. Probablemente este sea uno de los mayores aciertos de la película: no pintar al ser humano como marioneta de un proceso racional, sino como un cúmulo de cohabitaciones emocionales que avanzan y evolucionan a través de su simplicidad y mezcla.
«Del Revés» acierta de pleno en su comicidad, con ciertos rolling gags de auténtica antología; pero, al mismo tiempo, y al igual que ocurre con sus personajes, no renuncia a ninguna de sus otras emociones. En este sentido, asistimos a una auténtica lección de coherencia. Al fin y al cabo, si el mensaje a transmitir es uno, la mejor manera de hacerlo es reflejarlo en tus propios personajes. Eso sí, sin caer en falsos dramones o infantilismos generadores de traumas (como la muerte de la madre de Bambi) o, para entendernos, crear una demostración palpable de que una feel good movie no necesita esencialmente de buen rollo continuo, sino que, a través de ciertos acontecimientos difíciles, se puede llegar a un bienestar más completo, satisfactorio.
Con «Del Revés«, Pixar consigue además romper (o debería hacerlo) el falso mito de la identificación de la animación como algo puramente infantil. De hecho, uno de las grandes logros del film es generar un discurso preeminentemente adulto, incluso desconcertante para niños de ciertas edades. Algo que, lejos de lo que se pueda pensar, es altamente positivo. Sí, el valor más alto de «Del Revés» radica en su capacidad para crear un entorno educacional adecuado donde el niño puede disfrutar como el adulto,y este último, a su vez, puede “ayudar” (educar) con aquellas partes de más difícil comprensión. Estamos ante una película que está a la altura de los mejores momentos de Pixar (es decir: al nivel de la intro de «Up!» o de «Toy Story 3» al completo, por citar algunos) pero que, en su conjunto, se destaca por encima de ellos al mostrarse sólido, compacto, sin concesiones. Absolutamente imprescindible.
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