¿Habíais pensado que iba a dejar colgada la sección De Hombre a Hombre? Lo cierto es que sería bastante macho: lanzar la piedra contra la moda… y luego recordar que lo mío son más bien los deportes. Pero no. Y aquí estamos de vuelta con algo que cualquier lectora femenina hacía tiempo que veía venir de lejos y que los hombres, más miopes en este tipo de cosas, no nos hemos encontrado hasta que casi casi nos hemos topado con la suela de botacas talla XXXXL contra nuestra frente. Que tampoco es algo que nos desagrade, la verdad. No sé vosotros, pero yo iba la mar de cómodo a finales de los 90 cuando podía comprarme unas bambacas dos números más grandes que las mías porque, de hecho, es que si no era de esta forma no había manera cristiana de cuadrar con los pantalones jinchísimos. Luego ya se sabe: llegaron los pitillos y con ellos los zapatos amariconados cada vez más y más pequeños. «Finos», que dirían ellas. «Pequeños», que repito yo.
Por eso me alegra que, de un tiempo a esta parte, el pitillo haya encontrado a su mejor aliado en la antítesis (sí, la antítesis, que somos machos pero también somos esnobistas) del zapatito: las botacas llevan todo el invierno dando caña a los looks más interesantes. De hecho, es que con una bota abierta por arriba y con el bajo por dentro incluso puedes permitirte desempolvar algunos de aquellos pantalones que no pasaban el «rasero de la comunidad conspiranoica de los pitilleros unidos (y algo cabrones)«. Si por ellos fuera, llevaríamos los pantalones tatuados. Pero no, señores: las botas han llegado para quedarse y está claro que, después del parón del verano (sí, el parón del verano, que somos machos pero también higiénicos… y adictos a la comodidad de las chanclas) va a llegar la verdadera fiebre de esta tendencia. Yo lo tengo claro. Bueno, realmente no lo tengo muy claro. Y como no lo tengo muy claro, aquí quedan mis tres opciones predilectas para lo que está por venir… Señoras, apunten para regalar a sus novios. Señores, apunten para saber cuánto les quieren sus novias: si las botas que les regalan es una de estas tres, yo iría buscando anillaco para que vayan a juego con las botacas.
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CULITO FINO. Está claro que la gran culpable de esta fiebre botera es, sin lugar a dudas, Palladium. O, al menos, ha sido la firma que mejor partido ha sabido sacarle a un nivel más masivo (ahí queda esa colaboración de altura con Pharrell, que es un cholaco… pero es el cholaco que todos los indies querríamos ser). De hecho, es que la primera pregunta que nos hacemos muchos hombres cuando vemos estos looks de bota abierta por arriba es: ¿cómo coño se hace eso? Las Palladium ya vienen preparadísimas para hacerles una doblez que suele dejar al descubierto un forro interior más que interesante. El borrego es para quedarse todo loquer. Pero mi opción killer es, sin duda, la de la foto: el modelo Baggy Leather de hombre con forro de tartán (que seréis machos, joder, pero el tartán tenéis que saber lo que es).
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CULITO MENOS FINO Y MÁS AGRESIVO. Puede que a España todavía no haya llegado esta fiebre… pero preparáos, porque fuera de nuestras fronteras parece ser que un hombre es menos hombre si no calza uno de los dos modelos icónicos de Red Wing: el 875 (que es el de la foto) o el 877. Y lo cierto es que tiene sentido: después del afeminamiento del zapatito, ya está bien que reivindiquemos nuestra hombría con estos modelos-frankenstein, gigantescos, fardonísimos… híper machos, al fin y al cabo. Y lo mejor de todo es que las Red Wing son de esas botas que mejoran con el uso. ¿Te acostumbraste a limpiar religiosamente tus zapatitos de príncipe? Con las Red Wing olvídate de tamaña tontería: de lo que se trata aquí es de acumular la mugre y la furia.
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CULITO FINÍSIMO. Y llegamos al guilty pleasure del lote. Porque está bien la llamada a las armas machas… pero uno también tiene un corazón algo elegante y, a la hora de ponerse a mirar botas en las zapaterías, pues hay un modelo que puede que no sea el que vaya a triunfar más pero, sinceramente, es una puñetera pasada. Las Pluckrose de Pointer (ahora viene el detalle friki-marica) están basadas en las botas de cazador de patos. Eso sí, a mi el detalle me importa precisamente un cojón de pato: lo brutal es esa forma originalísima, con la puntera extraña pero preciosa y la parte superior que parece pertenecer a otra pieza diferente. Fan no, lo siguiente.