A mi me asustó un poco que apenas un año después de la publicación de “All Hell” (White Denim, 2012), Daughn Gibson ya tuviera listo para su lanzamiento la continuación de éste. Entiéndanme, como fan (sí, lo reconozco) nada podía hacerme más ilusión que disfrutar de su nuevo material. Pero, ay, ¿tan pronto? Uno necesita tiempo para sacarle todo el brillo a las aristas que pueblan “All Hell”, ese debut que cortaba la respiración y que aún a día de hoy no deja de impresionar, un álbum más lleno de secretos que de matices, pero con múltiples rincones en los que escarbar para acabar descubriendo que no sólo “Tiffany Lou” o “In The Beginning” -ya dos clásicos de nuestro tiempo, por otra parte- eran las piedras preciosas que ahí se escondían.
Ahora que “Me Moan” (SubPop, 2013) ya está aquí, podemos afirmar que, en esencia, Gibson ha construido un disco no especialmente fácil para los devotos de su primer álbum. Desde la guitarra fibrilada y taquicárdica que recorre “The Sound Of Law” hasta el ocaso country & western auspiciado bajo el espíritu de Bruce Hornsby with a feeling que es “Into The Sea”, el tema que cierra este atípico álbum, Daughn Gibson ha decidido reinventarse en estos catorce meses que separan la publicación de ambos discos. La obra del cantautor del Pennsylvania sigue removiéndose en un halo de misterio, pero su debut con SubPop, incluso a pesar de que impresiona ya desde su portada y sus primeros acordes (¿alguien ha dicho David Lynch?), carece del calado majestuoso de aquel primer trabajo, y una atmósfera global más rockista deja en segundo plano el lamento enfermizo de “All Hell”.
Hay por tanto un patrón de reacción similar en el oyente que descubría hace un año aquel primer trabajo y que ahora se enfrenta a “Me Moan”: estupefacción. Pero esa extrañeza está generada por motivos distintos. Entonces, “All Hell” se revelaba como una de las más fantásticas anomalías publicadas el año pasado: confesiones nocturnas y realismo sucio del Midwest vertebrado en una miríada de samples, todo ello sustentado en la personalísima voz de Gibson. Ahora, en cambio, el cantautor parece querer apuntar a varias direcciones, bebiendo de diversas fuentes, sin acabar de concretar su propuesta original. De hecho, donde antes parecía que el autor patentaba un novísimo acercamiento narrativo al croonerismo de carretera, en “Me Moan”, quizás acaso debido al nuevo formato de banda, parece existir cierta dispersión formal, con patrones sonoros que remiten a referentes más o menos reconocibles.
Así, se adivinan por ejemplo ecos de los Depeche Mode de “Violator” (Mute, 1990) y “Songs Of Faith And Devotion” (Sire, 1993) en el rock electrónico de “The Sound Of Law”, en la oscura y serpenteante “The Pisgee Nest” y en “You Don’t Fade”, la más inspirada de las tres. Más estimulantes acaso resultan “Phantom Rider”, donde reaparecen esos coros espectrales que ya planeaban ocasionalmente en su primer disco, la descarnadamente pop “Mad Ocean” (hit inmediato) o la preciosa y muy dreamy “Won’t You Climb”, sonando en una órbita cercana a Twin Shadow. Además, ciertas pequeñas licencias, como cuando nuestro camionero predilecto se pone festivo vistiendo el traje de Elvis y homenajea a su manera el estándar “All Shook Up” con “Kissin On The Black Top” o cuando echa mano a la slide guitar en la balada alt-country “All My Days Off”, no ayudan precisamente a minimizar el componente (disculpen el neologismo) ojiplatizante.
En realidad, como vemos, las canciones están. Pero que la continuación de “All Hell” no haya seguido la senda marcada por su nunca suficientemente admirado predecesor supone de entrada una decepción entre moderada y severa. De hecho, Gibson parece justificarse y casi profetizar su conversión estilística en la letra de esa “Into The Sea” que cierra el álbum: “Somebody made me believe that my better days are done / Why don’t I start moving on / Out of the sun and into the sea”. Así, “Me Moan” requiere entonces de un reset del oyente para ser disfrutado comme il faut; parecería incluso razonable pedir que junto al disco se adjunte un cupón para una visita gratuita a la consulta del Dr. Mierzwiak de Lacuna Inc. o bien un neuralizador como el que utilizaban los agentes J y K. Y no porque este nuevo trabajo de Daughn Gibson no sea un buen disco, que ciertamente lo es, sino porque acaso la semilla formal que se planteaba en aquel debut no ha acabado de florecer como esperábamos.
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