La tentación de arrancar a hablar de Pink Floyd y de «The Dark Side of The Moon» (EMI, 1973) cuando deberíamos estar hablando de Darkside y su «Psychic» (Matador, 2013) es demasiado poderosa y, de hecho, muchos son los que ya se han dejado llevar por el juego de buscar las trazas de ese disco fundamental de la historia de la música en lo nuevo de Nicolas Jaar en compañía de Dave Harrington. Aunque hay que andarse con mucho cuidado: está muy claro que a toda digresión tendente a la psicodelia (o a toda psicodelia tendente a la digresión, que no me acaba de quedar claro a mí) es más que fácil sacarle parecidos con el álbum de Pink Floyd… Pero una cosa es sacarle parecidos y otra muy diferente es condicionar y comprometer todo su análisis en torno a algo que, sin embargo, no parece ser más que un juego elocuente dentro de unos Juegos Reunidos mucho más completos, complejos y vibrantes. Y, aun así, dicho lo dicho, voy a abrir esta reseña contradiciéndome y partiendo de una comparación básica pero indirecta entre Darkside y Pinkfloyd, más concretamente entre las portadas de «Psychic» y «Dark Side of The Moon«: la icónica imagen del mencionado clásico presentaba un triángulo presumiblemente de cristal que descomponía un rayo de luz en un haz de múltiples colores, mientras que el disco que acaba de salir a la calle opta por una especie de bola de cristal informe en con burbujas de aire petrificado atrapadas en su interior y sobre la superficie del cual se reflejan múltiples luces (entre ellas, las del neon con las letras que conforman el título del álbum) que ni se descomponen ni parecen tener ningún otro fin que vagar en el espacio de forma bella pero sin rumbo.
¿Es necesario que explique y desglose mi propia metáfora? No creo. Sea como sea, hay que reconocer que este es uno de esos trabajos en los que la portada explican perfectamente lo que vas a encontrar en su interior. Porque si «Space is Only Noise» (Circus Company, 2010), el ya clásico e imprescindible disco de Nicolas Jaar, apelaba desde su título a un espacio definido por su propio carácter de infinito, en «Psychic» la estrategia parece ser optar por la contención espacial y (sobre todo) mental, aunque sea esta una contención dentro de una esfera de cristal deforme que hace danzar las burbujas de su interior en una cadencia eterna pero apacible. Las canciones de este trabajo no apelan a cuerpos a la deriva en la soledad inacabable de un espacio que se los va tragando poco a poco hacia la nada: por el contrario, «Psychic» encapsula magistralmente un estado mental que se repliega sobre sí mismo como un agujero negro que absorbe todo lo que hay a su alrededor para transformarlo en una tranquila y apacible nada. Que nadie me malinterprete: no es que en las canciones de Darkside no ocurra nada (más bien todo lo contrario), sino que tienen una extraña capacidad para aniquilar cualquier estímulo externo a ellas mismas, abriendo las vías de tu percepción para plantarse en el centro de tu cabeza y proporcionarte un espacio mental que pocos músicos son capaces de provocar a día de hoy.
Ya lo dice el mismo título del álbum: esta es una experiencia psíquica, más allá de lo físico. Un espacio mental que se va abriendo paso poco a poco en tu cabeza desde la primera canción, esa «Golden Arrow» que viaja a la deriva a través de brumas de drones sintéticos hasta que, en el minuto cuatro, implosiona para convertirse en algo así como un vinilo de space-disco reproducido a la mitad de revoluciones. Aquí no sirven las comparaciones: lo que están haciendo Darkside no busca recrear nada, no tiene influencias visibles y resulta prácticamente imposible encontrarle padres consanguíneos legales. Pero eso tampoco significa que «Psychic» opere en terreno de nadie: sus coordenadas parecen ser más emocionales que musicales. Su finalidad siempre parece ser conseguir plantar la semilla de un estado de ánimo laxo e introspectivo en quien escucha. Y, sobre todo, su principal consigna parece ser coger la estructura de las canciones electrónicas y recrearla siguiendo un paradigma puramente analógico que huye de la limpieza de líneas digitales. Para ello, se apoya en dos muletas bien claras: las guitarras (a veces difusas, a veces claras como un cuchillo lanzado desde la era del prog-rock) y las secciones rítmicas (buscando siempre patrones innovadores e instrumentos originales). A través de la conjunción de ambos factores, las canciones de «Psychic» sabotean el concepto clásico de canción para construir evoluciones pluscuamperfectas, espirales mentales que van girando sobre sí mismas a medida que van perforando cada vez con más profundidad en el ánimo de quien escucha.
También se puede hablar de «Psychic» recurriendo a otra vertiente de su propia raíz etimológica: psíquico no como perteneciente al mundo de la mente, sino como esas personas capaces de predecir el futuro con bolas no demasiado diferentes a la que adorna la portada. No dudo ni un segundo que la prepotencia es algo que queda a años luz de un tipo como Nicolas Jaar, tan adicto a quedar en segundo plano y dejar que la protagonista sea su propia música. Pero, evidentemente, es inevitable que si existe un futuro para la música, para nosotros, para nuestro espacio mental, no debe ser muy diferente a lo que escuchamos en el debut en largo de Darkside.