El D’A 2018 está explorando la relación entre mujeres y cine a múltiples niveles, pero sobre todo con varias películas de su programación que plantean cuestiones muy urgentes.
Una de las primeras novedades que anunció el D’A 2018 fue, precisamente, que iba a explorar el estado actual de la relación entre cine y mujeres (o mujeres y cine, tanto monta, monta tanto)… De hecho, esta era una jugada que tenía todo el sentido del mundo en el seno de un festival como el que estamos viviendo estos días en Barcelona, que desde sus inicios ha mostrado una fuerte vinculación con las problemáticas y diálogos sociales más relevantes de la actualidad.
A nadie se le escapa que ya hace cierto tiempo que el empoderamiento femenino está colonizando áreas (de la sociedad, de la política, de la cultura… de la vida en general) que le habían sido vetadas a la mujer de forma tradicional, a veces de forma aberrante, otras veces a través de micromachismos y otras prácticas más sutiles. Una de esas áreas es, no hay ninguna duda, el propio cine: las estadísticas hace años que arrojan datos alarmantes al respecto no solo de la poca participación de las mujeres en la industria cinematográfica, sino también de las dificultades que estas deben enfrentar por el mero hecho de vivir en lo que tradicionalmente se ha calificado de (perdonad el lenguaje) «campo de nabos».
Así las cosas, es necesario rendirse ante la voluntad del D’A 2018 no solo de aportar su granito de arena a este debate, sino también ayudar a que el cambio se haga definitivo… Durante la presente edición del festival está celebrándose la segunda fase del proyecto Acció Viver en colaboración con Dones Visuals. La primera fase consistió en la selección de un total de seis proyectos entre un total de 43, y estos días ha sido momento de que esos proyectos de nuevas creativas reciban asesoramiento y mentorazgo de profesionales como la guionista Isa Campo, la directora Roser Aguilar o la productora Valérie Delpierre.
No solo eso: la propia programación del D’A 2018 ha prestado una atención significativa a las cuestiones femeninas y las múltiples problemáticas que le rodean aquí y ahora… Tomemos como ejemplo «Hannah«, el impactante film con el que Andrea Pallaoro heló la sangre del público al completo. Al fin y al cabo, no hay nada mejor para aterrorizar a un espectador que darle la libertad absoluta para que imagine algo tan horrible como lo que ha de imaginar aquí: la película persigue a una pletórica Charlotte Rampling mientras su vida va desmoronándose después de que metan en la prisión a su marido por un crimen que nunca es explicado.
Pero es que lo importante en la cinta de Pallaoro no es el crimen, sino más bien el proceso de destrucción social primero, mental después de quien desde el principio intuimos como una mujer fuerte que, sin embargo, acaba afectada por el rechazo de un mundo que la ha estigmatizado. Es este un retrato de la psique femenina en profundidad, especialmente de esa psique femenina que ha pasado toda la vida en pareja hasta haber difuminado las fronteras entre una persona y la que duerme a su lado, aunque duerma sobre un secreto que se niegue a aceptar. Es también un retrato practicado a base de silencios, muy a la manera casi documentalistas de esa Chantal Akerman que siempre ha sabido que en la vida cotidiana de toda mujer habitan monstruos de los que nadie quiere hablar.
Resulta curioso, entonces, considerar que la destrucción de la mujer madura en «Hannah» corre en paralelo a la destrucción de la adolescente en «Ava«… El film de Sadaf Foroughi, sin embargo, se muestra mucho más juguetón con el espectador que el de Pallaoro. Aquí arrancamos en lo que bien podría parecer una comedia teen ambientada en un instituto iraní, que es donde Ava y sus amigas hacen una apuesta para ver si la protagonista podrá conquistar o no al guapo oficial de turno.
Poco a poco, sin embargo, «Ava» va convirtiéndose en algo muy diferente: las sonrisas del patio de butacas se congelan a medida que las diferentes fuerzas morales represoras típicamente iranís entran en juego. La madre de Ava empieza a tomar medidas severas para que su hija no cometa su mismo error (quedarse embarazada antes del matrimonio), sin ser consciente (o siéndolo pero sin importarle lo más mínimo) que está abocando a su hija a la vergüenza y el ostracismo social. Y la directora del instituto no dudará a la hora de aplicar durísimas medidas para que la institución que dirige no se vea afectada por ninguna tacha moral, aunque eso signifique mostrarse implacable ante las faltas de Ava y no mostrar comprensión ninguna hacia lo que no tiene más que el típico tonteo adolescente. Al final, «Ava» acaba siendo tan aterradora como «Hannah«, por mucho que arranquen en puntos tan divergentes.
«En Attendant Les Hirondelles«, por su parte, ofrece una visión mucho más variada de la cuestión femenina en Argelia… Esta película de vidas cruzadas se ve habitada por una mujer francesa que no encuentra su sitio en la sociedad argelina porque su marido no se ha esforzado al respecto, otra mujer que ve cómo su hijo podría haber acabado en coma igual que tipo al que le metieron una paliza mientras su ex-marido no hacía absolutamente nada, una chica que decide aceptar un matrimonio de conveniencia y renunciar al amor de su vida porque este es incapaz de comprometerse y, finalmente, una mujer que fue secuestrada y violada por unos terroristas y que ve cómo su hijo no es reconocido por la administración argelina que se niegan a darle un apellido a un chaval si el padre no se hace cargo. Aunque el padre sea un terrorista.
Son mujeres que viven en un mundo cuyas reglas están dictadas por los hombres. Curiosamente, el peso argumental de la película de Karim Moussaoui recae totalmente sobre los hombres, de tal forma que los dramas femeninos crecen en el fondo del plano. Y no sé si esta es una decisión consciente o inconsciente por parte del director, pero sí que sé que es muy significativo de cómo funciona el mundo en pleno año 2018. [Más información en la web del D’A 2018]