¿Son los Oscar racistas con los asiáticos? ¿Por qué El Langui nunca ha ganado un Oscar? ¿Quién es la persona más marginada en Hollywood este año? ¿Es posible definirlo? ¿Por qué los productores de la ceremonia no dejan cantar a Antony ahora que es mujer? ¿Debería Will Smith interpretar a un indio en una peli de Isabel Coixet?
J. Navajas y Fantastic Plastic Magazine exploran el abismo de una civilización frenética en la que todo es posible. Acantilados conceptuales. Primicias de riesgo. Las ingles de Miley Cyrus. Electro fisting. Agujeros negros. Los tobillos de Sor Lucía Caram. Actualidad extrema. Palazos de selfie. Cosas muy fuertes. La vida moderna, TO THE LIMIT.
Hemos vuelto para hacer un poco de historia. En 1929, multimillonarios judíos afincados en Hollywood deciden reunirse en el Roosevelt Hotel de Los Ángeles para regalarse estatuillas doradas y celebrar sus logros en el floreciente negocio de las películas, ignorando por completo las enseñanzas del Antiguo Testamento y todo lo ocurrido en Babilonia.
Noventa años más tarde, Will Smith, un negro multimillonario aficionado al rap blando y la Cienciología, se siente marginado por los votantes de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinemátográficas de los Estados Unidos de América.
Esta misma institución no permitirá que escuchemos en directo la hermosa voz de ANOHNI, una mujer transexual desconocida por el gran público, en una ceremonia que será televisada en 200 países, alcanzando una cobertura mediática demoledora.
Ponte las zapatillas de forro polar y el pijama de Hello Kitty. Prepara cantidades ingentes de helado de chocolate con trocitos de chocolate. Llama a tus amigos maricas, a las madres de tus amigos maricas y a los padres de tus amigas bolleras de homosexualidad latente, porque vamos a viajar a los límites de los Oscars.
Bienvenidos al segundo episodio de Cosas To The Limit, donde el alpinismo y el glamour dejarán muy pronto de estar reñidos. Abróchate los mosquetones, Judy Garland.
1. ¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE DESFILAR EN LOS OSCARS? Publicidad desmedida y reconocimiento global son algunas de las razones por las que estos premios siguen vigentes como termómetro incuestionable del zeitgeist occidental, muy por encima de los Nobel, que, si bien son más prestigiosos y responden a logros más determinantes para el destino de la humanidad, no consiguen alcanzar el eco mediático y el calado popular del cine estadounidense.
El diablo viste de Prada y los Oscar conservan su estatus como última representación tangible del espíritu del Hollywood dorado, tan deseable como inalcanzable. Los Oscars significan visibilidad y en buena medida aceptación a los ojos del mundo. Y sucede así con cualquier individuo, cualquier colectivo y cualquier asunto.
Las investigaciones sobre el Alzheimer no suelen comentarse en las tertulias de la mañana. La incomparable interpretación de Julianne Moore en «Siempre Alice«, reflejando la situación de una mujer que padece esta enfermedad, llega a un público mucho más amplio una vez recogido su Oscar, con un impacto emocional que sólo pueden proporcionar las películas.
Ya lo dijo Penélope Cruz cuando se hizo con uno de esos señores calvos sin genitalia por merendarse al resto del reparto de «Vicky Cristina Barcelona«: «Yo nací en Alcobendas, donde esto no era a very rialistic dream«. El sueño sigue vigente. Es casi imposible, pero podría pasarte a ti.
Rodeada de una polémica constante, la nueva edición de los Oscar, que se celebra el domingo 28 de febrero en Los Ángeles, presenta un altísimo interés en asuntos políticos, raciales, étnicos e identitarios. Y además será apasionante en cuestiones estéticas, éticas, frívolas, trascendentales, transexuales y transmedia.
Todo está en los Oscar.
Todo parece resumirse en los Oscar.
Hoy más que nunca, es fácil alcanzar relevancia masiva incluso si te ignoran por completo en los Oscar.
Es hora de preguntarse ¿importan los Oscar realmente?
¡Claro que no!
Y no te confundas, por supuesto que sí.
Rotundamente sí.
2. ADIVINA QUIÉN PASA DE VENIR ESTA NOCHE. Hablemos de la cacareada cuestión racial.
Y en concreto, de la cuestión racial negra, para ser más exactos.
Un poco de contexto no va a matar a nadie:
- A día de hoy, la presidenta de la Academia es una mujer afroamericana.
- Los Oscar serán presentados este año por un actor afroamericano, Chris Rock, que repite en el cargo después de quedarse a medio gas en su debut. Porque ser negro o blanco o chino no te hace garantiza un buen guión o una vis cómica infalible en directo.
- Whoopi Goldberg ha presentado los Oscar en cuatro ocasiones, y probablemente es la mejor anfitriona que ha tenido este evento hasta la fecha. Superando a Bob Hope y, desde luego, muy por encima del fantástico Billy Crystal.
- Por el amor de Dios, Whoopi Goldberg se vistió de Elizabeth I en 1999 y, además, se pintó la cara de blanco sin pensárselo dos veces. Porque la justicia poética reside ahí mismo, en invertir el icónico y flatulento recuerdo de «El Cantor de Jazz» (1928) en el mismísimo escenario de los Oscar, con una actitud propia de Missy Elliot.
- Y lo que es más increíble y desde luego más alucinante: Whoopi Goldberg ha ganado un Oscar. Whoopi, con su pelo rastafari y su pasado «Sister Act» y su nombre de hamburguesa a la parrilla, tiene un premio Oscar en su casa por hablar sola en «Ghost» (1990) mientras pensaba en los muslos de Patrick Swayze.
- En 1964, Sidney Poitier se convirtió en el primer actor afroamericano en ganar un Oscar al mejor actor protagonista. Ya entonces diversas voces libertarias, disidentes e igualmente afroamericanas, afirmaban que Poitier encarnaba “la imagen de un negro perfectamente ajustado en todo momento al ideal blanco, asimilable para la América mayoritaria”, cercano a las maneras de Kennedy, asesinado sólo unos meses antes.
Esta concepción de la realidad es tan peliaguda como interesante. Y, además, resulta completamente demencial si tenemos en cuenta que, en primer lugar, Sidney Poitier es un señor, un tipo, un fulano; en segundo lugar, un actor; y en tercer lugar, en el caso de los Oscar, un actor capaz de una interpretación sobresaliente en un film excelente y en un rol memorable. En teoría, éste último hecho debería ser el único determinante para su victoria en los premios y no el ramaje de su árbol genealógico.
Pero estamos hablando de unas elecciones.
Y estas elecciones, aunque libres por suerte de la farragosa Ley D’Hont, arrastran miles de asfixiantes cuestiones culturales y políticas, como todas las elecciones.
Los Oscars nominan cada año veinte interpretaciones en las categorías actorales.
Por segundo año consecutivo, ningún intérprete afroamericano, o africano a secas, ha recibido mención por parte de la Academia. Ya tenemos el lío montado.
Spike Lee, que precisamente acaba de recoger un Oscar Honorífico por toda su trayectoria, incluso cuando su carrera está prácticamente acabada, ha decidido que no irá a la ceremonia de entrega de los premios para protestar contra esta discriminación de la comunidad afroamericana. Eso sí, su Oscar lo agarró con las dos manos hace unos meses en una cena por todo lo alto.
Will Smith y su omnipresente familia ‘The Smiths’ tampoco aparecerán. Ni siquiera en una camiseta. Jada Pinkett está que trina con el ostracismo que sufre su marido, a quien sólo vemos en «El Hormiguero» diez veces al año.
Halle Berry, primera mujer afroamericana en ganar el Oscar a mejor actriz protagonista, lamenta muchísimo que ninguna otra mujer negra la haya sucedido en el cargo. Halle Berry fue Miss Mundo y está acostumbrada a pasar el testigo.
Sin embargo, otras actrices afroamericanas sí han obtenido el premio en la categoría de ‘mejor actriz en un papel de apoyo’, que es el educadísimo término que utiliza la Academia para definir a los actores que trabajan en un rol secundario.
Pero esto no es suficiente. Y se gesta el boicot.
Los americanos, tan salvajemente capitalistas como aficionados a la cultura democrática, saben perfectamente que cada acción es importante. La inmensa Rosa Parks se negó a sentarse en la parte trasera del autobús que los blancos habían ‘reservado’ para ella en 1955. Fue “sólo un gesto”.
Y esta actitud es magnífica y, desde luego, requiere horas de reflexión porque la población estadounidense cuenta con un 12% de personas negras y, ojo, también con un 16% de personas hispanas.
Por tanto, ¿son los Oscars racistas?
Desde luego que no.
¿Es discutible esta afirmación?
Rotundamente sí.
3. ¿CÓMO FUNCIONAN LAS ELECCIONES DE LOS OSCARS? La Academia elige primero a los nominados y después a los ganadores del premio a través de la votación secreta de cada uno de sus 6.000 integrantes, ya sean profesionales de la industria en activo o retirados. Pedro Almodóvar es miembro de la Academia. Spike Lee, Will Smith y Halle Berry también.
Pero el 93% de los académicos son blancos y la media de edad se sitúa en torno a los 63 años.
¿Asumen todos las personas que protestan que los académicos son racistas, que excluyen a los negros deliberadamente y que por tanto, si hubiera más negros en la Academia, habría más negros nominados?
Charlotte Rampling, mujer blanca francesa nominada este año, se cubrió de gloria asegurando directamente que demandar más nominaciones y boicotear la ceremonia es racismo contra los blancos.
¿Está el lío justificado?
Desde luego que sí.
Pero de alguna forma, no.
4. EL FACTOR KANYE. Del mismo modo que los Oscar han dado pie a infinidad de premios en toda clase de industrias culturales, América ha parido a Kanye West, que sueña con ser the fucking best thing of all times (lo puto mejor de todos los tiempos) desde que se levanta hasta que se acuesta.
Kanye se apunta a un bombardeo, y ha declarado que los Grammy, los Oscar de la industria musical, son irrelevantes porque él nunca gana en las categorías principales. Incluso asegura que no asistirá el próximo año si no le garantizan el máximo galardón por su nuevo trabajo. Bravo.
Este hecho, como todo lo que sucede con Kanye, es verdaderamente esclarecedor para entender la cuestión que estamos abordando.
Al final, amigos, hablamos de egos. Hablamos del dinero y prestigio que son necesarios para alimentar esos egos. Y si Freud no me corrige, el ego no discrimina a nadie. Todo el mundo quiere figurar, sea como sea. No necesitamos alfombra roja. No tienes más que abrir WhatsApp o Facebook o la ventana para encontrar toneladas de egocentrismo en cantidades industriales.
Llevando los términos del universo Kanye al extremo, un negro debería ganar cualquier premio en cualquier disciplina artística cada puto año, sin falta.
Porque los negros son claramente superiores en todo.
No estamos hablando de mejor álbum o mejor película o mejor pantalón pitillo.
Estamos hablando de mejor negro.
Qué creen ya un Oscar al mejor negro de todos los tiempos.
¿Son estos lamentables chistes racistas?
Desde luego que no.
Y al mismo tiempo, claro que sí, joder.
Realmente pienso que los negros son una raza superior en todos los sentidos.
5. OTRAS MINORÍAS NO TAN MAYORITARIAS. Los taiwaneses cuentan con Ang Lee y los mexicanos con Alejandro González Iñárritu para representarles con éxito en los Oscar.2
Si estos dos señores representan a todos los asiáticos del mundo y a todos los hispanohablantes en el caso del segundo, es algo que, como comprenderás, no pienso afirmar en este artículo. Tal vez Iñárritu no quiere representar a ningún chileno. O tal vez algunos descendientes de indígenas americanos no se sienten representados en absoluto por Iñárritu y otros por completo.
Lo cierto es que ninguno de estos dos individuos cuenta con el carisma o los muslazos de Beyoncé, así que hacen mucho menos ruido a escala global incluso cuando la Academia ha reconocido en repetidas ocasiones sus logros cinematográficos.
Ang Lee tiene dos Oscar como mejor director, por «Brokeback Mountain» y «La Vida de Pi«; e Iñárritu ganó el año pasado por «Birdman» y es más que posible que repita por «El Renacido«.
Del mismo modo, Beyoncé nunca ha sido nominada a un Oscar.
Y al mismo tiempo y puesto que el mundo de hoy es complejísimo, Beyoncé actuó tres veces en la ceremonia de los Oscar de 2005, interpretando tres canciones nominadas que la cantante de «Señoras solteras» no había escrito ni grabado ni cantado en ninguna película.
Una de ellas pertenecía a ‘»Los Chicos del Coro» y todavía no sabemos si los niños franceses que se dedican a cantar en coros infantiles se sintieron marginados por la Academia.
¿Fueron marginados esos niños blancos del primer mundo?
Probablemente. Mira, yo qué sé.
¿Lloró Michael Jordan viendo «12 Años de Esclavitud«?
¿Cómo demonios voy a saberlo?
6. OTRAS MINORÍAS MUCHO MÁS MINORITARIAS. Pasando por los chicos del coro, llegamos, por fin, hasta los transexuales blancos.
Hablamos de hombres blancos que sienten o deciden que su identidad está más cerca de lo femenino y cuya valentía infinita les permite alcanzarla físicamente en algún punto de sus extraordinarias vidas.
No estamos hablando de orientación sexual. Otro día hablamos de Gandalf y su nominación a los Oscar como mejor mago homosexual en un papel secundario, rodeado de jóvenes blancos que debieron ser enanos de verdad pero que, por alguna razón, fueron jóvenes blancos minimizados por ordenador.
Ahora vamos a hablar de ANOHNI, la artista anteriormente conocido como Antony, el amigo de los Johnsons, una de las grandes estrellas de la canción del siglo XXI.
ANOHNI ha sido nominada a los Oscar este año en la categoría de mejor canción original por «Manta Ray«, incluida en la banda sonora del documental «Racing Extinction» y, sorprendentemente, ha sido excluida de la ceremonia, donde sólo actuarán en directo Lady Gaga, The Weeknd y Sam Smith, también nominados para el mismo premio.
Este hecho se presenta con claridad y distinción como una completa injusticia.
Sam Smith es abiertamente homosexual y abiertamente blanco.
Lady Gaga es abiertamente ella misma y abiertamente un imitador de David Bowie.
The Weeknd es abiertamente negro y un imitador de Michael Jackson en el armario.
La escena indie trina más fuerte que Jada Pinkett por esta afrenta, a todas luces intolerable.
Tampoco actuará la intérprete de la quinta canción nominada, una soprano norcoreana que no interesa a nadie porque no ha cambiado de sexo recientemente ni actuó el año pasado en el Primavera Sound. Así es la vida.
Los productores de la ceremonia han decidido excluir dos de las cinco canciones nominadas y contratar a Dave Grohl, que confirma una vez más que es un señor indeseable.
¿Ver a Dave Grohl desgañitarse en los Oscars es el sueño de todo padre de bollera con tendencias homosexuales latentes?
Es muy posible.
¿Ver a Dave Grohl desgañitarse en los Oscar es lo que la audiencia, compuesta por maricas y alcohólicos, estaba deseando?
Yo diría que no. Aunque tal vez sí, dependiendo del grado de alcoholemia.
7. CONCLUSIÓN Y CIERRE. Los Oscars no serán capaces de reflejar la verdadera diversidad del mundo de hoy hasta que un transexual vietnamita, nacido mujer de madre gótica peruana y padre travesti subsahariano para convertirse en hombre bicurioso, gane el Oscar a Mejor Película por un remake de «Carol» protagonizado por AUTÉNTICAS LESBIANAS NEGRAS Y APASIONADAS, ADEMÁS DE GORDAS ‘NIVEL PRECIOUS’ ENTRELAZANDO SUS DESCOMUNALES MUSLOS AL RITMO DE «DERROCHE» DE ANA BELÉN.
Al carajo esas dos zorras blancas, hieráticas, heterosexuales, escuálidas, privilegiadas por el patriarcado y refinadas hasta decir basta, simulando que hubo un día donde no todo resultaba tan ‘fácil’ pero sí mucho más ‘estilizado’.
¿Voy a ganar un Pulitzer por este artículo?
Yo diría que no.
¿Debería ganarlo?
Por supuesto.
¿Deberían entregarmelo los chicos del coro?
Rotundamente sí. Aunque preferiría que me lo diera Beyoncé.