Uno de los nombres que, teóricamente, tiene todas las papeletas para liderar la actual escena hipnagógica es Com Truise. Seth Healy, el hombre que se esconde tras ese cinematográfico y disléxico pseudónimo, se las ganó con suficiencia los últimos tiempos gracias a una ristra de EPs a cada cual más brillante y magnético. El primero de ellos, “Cyanide Sisters” (AM Discs, 2010), fue el que puso sobre la pista de este polifacético individuo (también es diseñador) a los curiosos de la, en aquel momento, creciente ola chill wave: de entrada porque, ya desde los créditos, el de Nueva Jersey jugaba con la fecha de publicación de sus siete cortes instrumentales al afirmar que habían sido compuestos en 1985 (una broma que, simultáneamente, contextualizaba su modus operandi musical); y luego, por las virtudes que encerraban esas mismas brumosas canciones, piezas de un engranaje pop analógico que trataba de reproducir el funcionamiento de la tecnología sonora ochentera propia de los sintetizadores y teclados de la época. Posteriormente, el 12’’ “Pyragony / Trypyra” (AM Discs, 2010) redundaba en la misma fórmula synth-pop con gran acierto y añadía por primera vez elementos vocales (filtrados) que hacían aumentar su cariz melódico y melancólico. La mecha que provocaría la futura explosión glo-fi de Com Truise ya estaba prendida, a lo que colaboró el hecho de que ambos mini-álbumes se ofreciesen gratuitamente vía descarga digital (elocuente signo de los tiempos presentes, no de tres décadas atrás…)
Llegados al punto de que el concepto de hipnagogia se aplicaba a todas aquellas composiciones sintéticas que, escuchadas con un ojo medio abierto y otro medio cerrado, difuminaban su sonoridad ochentera entre efluvios nostálgicos por un tiempo pasado mejor, Seth Healy era uno de los elegidos para ocupar el trono de la corriente duermevela. Sólo le faltaba tener el respaldo necesario para dar el gran salto, y Ghostly International (sello del también taciturno Gold Panda) se lo ofreció: reeditó su EP de estreno, “Cyanide Sisters” (Ghostly International, 2011), sumándole varios bonus tracks, y publicó su tercera referencia inédita, el EP “Fairlight” (Ghostly International, 2011), cuyas sugerentes líneas de sintetizador y lograda ambientación noctívaga pusieron los dientes largos ante la inminente salida de su debut oficial en forma de LP.
Rodeado de ese aura divina que provocan sólo las noticias más esperadas y deseadas, vio la luz este “Galactic Melt” (Ghostly International / PopStock!, 2011), con un tracklist totalmente nuevo, fresco y lozano… a pesar de que Healy sigue estableciendo 1985 como punto de partida de sus creaciones musicales (como reza el encabezamiento de su web: “fundiendo circuitos desde 1985”). Al contrario de lo que se pensó en su día, no hay ningún corte conocido previamente en su repertorio, señal de que el norteamericano, a pesar de la calidad del contenido de sus singles precedentes, aún guardaba en su cabeza una vasta cantidad de ideas que expresar en su primer largo como tal. Eso sí, los ingredientes fundamentales de su receta no varían: analogía a chorrón, homenajes a la cultura pop y científica de los 80 y recuerdos translúcidos de canciones que silenciosamente formaron su imaginario sonoro durante su infancia y pre-adolescencia.
Entre nebulosas cósmicas y polvo de estrellas (“Terminal”) arranca “Galactic Melt”, y después transcurre lenta y parsimoniosamente, como si se estuviese viendo su desarrollo sobre las transparencias de una cinta magnética decolorada por la acción de la luz solar y el paso de los años. Precisamente, objetos ahora considerados vintage, como el vídeo Beta o los cassettes de cromo, protagonizaban los títulos de algunos de los anteriores temas de Com Truise (“Beta Eyes” o “BASF Ace”); en este caso, son el VHS y los tubos catódicos los que toman el testigo para reconstruir estampas que, en mayor o menor medida, todavía tenemos grabadas en nuestras resquebrajadas memorias: por un lado, sesiones clandestinas de visionado de películas para adultos (“VHS Sex”); y por otro, imágenes que salían de los antiguos televisores convertidas en sueños inalcanzables (“Cathode Girls”). Todo ello pasado por la batidora del Moog, Roland, Yamaha o Fairlight (así se llama otro tema de Com Truise que no encontrarán aquí: “Fairlight”) de turno. El afán de Healy por anclar los dorados 80 en pleno siglo XXI roza la obsesión, pero la manera en que lo materializa se muestra irresistible al transformar cada uno de los fragmentos de “Galactic Melt” en pequeñas máquinas del tiempo que sacuden el lóbulo temporal medio del cerebro: del funk en slow-motion de “Air Cal” o “Glawio” al italo-disco espacial de “Brokendate”, pasando por el hipnotismo de “Flightwave”, “Hyperlips” y “Ether Drift”. Sin embargo, lo más llamativo sucede en el corte final (“Futureworld”), en el cual Healy se inspira en el mundo del futuro… tal como se representaba hace treinta y cinco años, se supone, porque incorpora efectos propios de un supuesto universo digital avanzado que se mueve al ritmo de chips prodigiosos y mentes artificiales de 8 bits.
Frente al empeño de otros coetáneos (como ocurre con Memory Tapes), que prefieren rechazar su vinculación con el chill wave, Com Truise demuestra que ese es su terreno ideal, ya que, además de aportarle atmósferas evocadoras, lo sitúa en las coordenadas temporales exactas de sus ascendentes originales. Esa es la manera perfecta de conjugar pasado y presente, de mezclar alucinación y realidad, de recrear vigilia y sueño… En eso consiste la hipnagogia, ¿no?