«Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre» es la primera aventura de «Los Cinco Superdetectives»… Pero también es tu libro imprescindible para este verano.
Podría (y debería) pensar en «Los Cinco» porque, fundamentalmente, la primera entrega de la saga «Los Cinco Superdetectives» de Noel Ceballos y El Hematocrítico parece remitir desde su título a la serie de libros de Enid Blyton. «Los Cinco«, en este caso, no son solo «Los Cinco«: son los cientos, los miles de libros en los que muchos autores que vinieron detrás de Blyton intentaron emular la misma fórmula con mayor o menor éxito. Niños + aventuras increíbles + buenos sentimientos + veranos interminables + (opcional: animal de compañía) fue una suma que se ha visto trenzada en el ADN infantil de muchas generaciones pasadas, presentes y futuras. Eso no lo dudo.
Y, sin embargo, tras haber leído «Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre«, pienso menos en «Los Cinco» y pienso más en Spielberg, que fue sin lugar a dudas el culpable de introducir varios niveles de sentido ocultos al cine familiar de los 80. Ya no todo era buen rollo y sentimientos impolutos, sino que en aquella década empezamos a consumir algunas películas que supuestamente estaban dirigidas a niños pero que, vistas durante nuestra vida adulta, siguen fascinándonos por lo que tienen de oscuridad. Hablo de «E.T.«, por ejemplo, pero también de «Los Goonies«, «Dentro del Laberinto» o «Lady Halcón«, todas con elementos que deberían habernos perturbado a edad temprana pero que, sin embargo, consiguieron que los niños se quedaran tan solo con la superficie luminosa, preservando las profundas aguas oscuras para los adultas que prefirieran observar con detenimiento y perforar con ahínco.
Tras haber leído «Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre«, pienso también en películas como «Young Adult» de Jason Reitman o series como «Amigos de la Universidad» en Netflix, que ponen al descubierto la deliciosa tensión entre los escritores con un mínimo de pretensión de seriedad y la obsesión de la industria literaria con la ficción para jóvenes adultos, que es lo único que parece que genera negocio a día de hoy. Y pienso que, ante esa obsesión de la industria literaria, ponerse a escribir un libro con una referencia como «Los Cinco» y no con otra como, qué sé yo, «Crepúsculo,», tiene un delicioso componente de suicidio que, a la vez, aleja la sospecha de que Ceballos y El Hematocrítico pudieran haber fundado este club de «Los Cinco Superdetectives» movidos por el interés económico.
Que, a ver, solo falta haber seguido mínimamente a los autores para saber que lo económico no suele ser su prioridad, sino que solo se meten en proyectos donde quepa su corazón. Y ahí está la base de este «Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre» que resulta ser un vibrante y divertidísimo diálogo entre presente y pasado que parece partir de una cena entre risas en la que dos colegas se preguntan: ¿te imaginas a los protagonistas de «Los Cinco» siendo personas adultas en el mundo actual, con nuestros grupos de Whatsapp para montar reuniones escolares y con la articulación de la nostalgia y la retromanía como modus vivendi de todo un conjunto de Peter Panes autocomplacientes (además de como lucrativa industria)?
La primera novela de «Los Cinco Superdetectives» es una especie de mezcla pluscuamperfecta de «Verano Azul» e «It«… De hecho, «Verano Azul» marca el tono (bastante españolito ochentero) de las aventuras de infancia de cinco chicos que destapan tramas criminales, se enfrentan a contrabandistas, sufren secuestros y, al final de todo, se demuestran mucho más inteligentes que los adultos de la pequeña aldea de la sierra madrileña en la que van creciendo poco a poco. Ese crecimiento va parejo al de su propia popularidad: no es igual la primera aventura, con ellos vírgenes en cuestiones de fama, que las correrías finales, cuando ya incluso tienen club de fans.
Pero, ojo, porque la infancia de «Los Cinco Superdetectives» aparece en «Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre» a modo de flashback, como recuerdo lejano que contrasta poderosamente con un presente devastador. Y ahí es donde entra el libro de Stephen King, «It«, del que Ceballos y El Hematocrítico toman prestadas esa estructura en forma de díptio o espejo en la que las aventuras pasadas de unos niños repletos de ilusión e inocencia se reflejan sobre un presente en el que esos mismos niños, ya adultos, se enfrentan a nuevas aventuras que pueden (o no) tener que ver con las antiguas, pero esta vez más bien a la fuerza y sin demasiada emoción.
Lo interesante aquí es el presente, y no precisamente por las nuevas aventuras, sino más bien por lo que tiene de aceptación del fracaso personal… Que es precisamente lo que todo Peter Pan intenta evitar siempre. A toda costa. «Los Cinco Superdetectives» son un grupo en el que, como en «Los Cinco«, parece que cada miembro representa a un estereotipo humano infantil ancestral: el líder, el fuerte, el cerebrito, la lista y la chica que actúa como un chico (algo que te puede parecer un poco extraño, pero que ya existía incluso en los libros de Enid Blyton). Lo interesante es que, en sus correrías como adultos, los personajes de Ceballos y El Hematocrítico juegan a la subversión e introducen todo un conjunto de temáticas (identidad sexual, por ejemplo) que, con todo un conjunto de diálogos que son sublime «meta», ponen los puntos sobre las íes a la literatura juvenil de Blyton y compañía.
Lo hacen, eso sí, sin perder las formas: «Los Cinco Superdetectives» es un homenaje y una actualización de «Los Cinco» y, por lo tanto, las aventuras de los personajes adultos siguen incluyendo locuras maravillosas como mafiosos violentos, fiestas que celebran la retromanía de los 80, rivales de infancia con la pasta suficiente para montar una Academia para formar a nuevos detectives… Y, claro, secretos, mentiras, frustraciones, derrotas y romances truncados diversos como para hacer las delicias de niños y adultos.
Ahí está el gran fuerte de «Aquí No Bebíamos Cerveza de Jengibre«… Que, repitiendo lo dicho más arriba, me hace pensar en «Los Cinco«, pero sobre todo en «E.T.«, «Los Goonies«, «Dentro del Laberinto«, «Lady Halcón» o «It«. La novela de Noel Ceballos y El Hematocrítico podría ser un intento de petarlo en la industria literaria de los jóvenes adultos. Pero, como dirían en la mencionada serie «Amigos de la Universidad«, le falta algo que no hayan explorado otras sagas para jóvenes adultos: ¿licántropos? ¿Vampiros? ¿Símbolos mitológicos que en verdad encubran el despertar sexual de las lectoras en potencia? No. Eso no aparece aquí por ningún sitio.
Tampoco aparece por aquí la fórmula habitual de los yonkis a la nostalgia. Ya sabes: un guión plagado de referencias subculturales destinadas a identificarte como cachorro de los 80. Lo que aparece aquí es más bien lo que hizo grandes a las películas y libros mencionados más arriba: la capacidad de usar una fórmula aparentemente sencilla y añadirle otras capas de sentido ocultas para que alguien como yo, que roza ya los 40 años, no dude en recomendarlo como lectura imprescindible para los niños de mis amigos, sino que también acabe por declarar la (espero que) primera entrega de «Los Cincos Superdetectives» como mi libro oficial del verano de este año 2018. [FOTOS: Condé Nast] [Más información en la web de Planeta de Libros]