Nacho Casado no se achanta a la hora de abrir su corazón en su nuevo disco «Verão» para que veamos su rendida veneración por la bossa nova y géneros circundantes
VERÃO / Nacho Casado. Este año se cumple el 50 aniversario de la eclosión del Mayo del 68 y del surgimiento de la bossa nova. Es decir, se celebran las efémerides de una revolución agitada y de otra más silenciosa. Sin embargo, las sacudidas que hacen menos ruido a veces son las que acaban triunfando, calando más hondo y permaneciendo incólumes con el paso tiempo. Nacho Casado ha absorbido los efectos de aquella revolución brasileña y, dejando que su cabeza volase al Río de Janeiro de João Gilberto, Tom Jobim y Vinícius de Moraes (sin olvidar su querencia por el folk-pop), ha practicado su particular revolución: ir a la contra de los dictados de la modernidad musical más voraz, empaparse de la influencia de aquellos legendarios cantautores y abrir su corazón de par en par.
Este último gesto, aunque parezca mentira, hoy en día supone también toda una revolución a la hora de componer canciones. Pocos músicos se atreven a hacerlo y logran convencer con su transparencia emocional y su tersura vocal sin que parezca una simple pose artificial. Nacho Casado es uno de esos pocos, como bien demuestra en su primer trabajo bajo su nombre al margen de La Familia del Árbol: “Verão” (Hidden Track, 2018). A la vez que desnuda formalmente sus composiciones provisto de su delicada guitarra acústica, Casado se quita cualquier coraza y enseña desde sus mitos musicales (The Beach Boys se cuelan en “Edén”) hasta su visión sincera del amor (“Portofino” es toda una declaración incondicional, “Luna” aparece como una romántica postal nocturna y «Chet Baker» y “Una Vida Normal” funcionan como pruebas del poder de los sentimientos) para conectar directa, fácil y, lo más importante, naturalmente con el oyente.
Así, “Verão” se puede observar desde diferentes perspectivas: como un conjunto de estampas plácidas y placenteras que describen un paraíso personal anhelado; como un espacio íntimo en el que refugiarse y escapar de la negra realidad; o como un necesario remanso de paz y armonía en el que despedirse de la melancolía y la tristeza. De cada uno depende cómo quiera tomarse este disco. En cualquier caso, se sentirá calmado y reconfortado. [Más información en el Facebook de Nacho Casado // Escucha «Verão» en Apple Music y en Spotify]
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Soledad Vélez se marca un viaje en el tiempo hacia la década de los 80 y se trae de vuelta un discazo tan maravilloso como su último «Nuevas Épocas».
NUEVAS ÉPOCAS / Soledad Vélez. El proceso creativo que siguió Soledad Vélez para alumbrar “Nuevas Épocas” (Subterfuge, 2018) también puede calificarse de revolucionario: abandonó el inglés como idioma compositivo para recurrir al español; cambió el rock crepuscular y tendente al blues por el synthpop vintage de aspecto y textura variables; y contó con la ayuda, por primera vez, de un productor externo, Guille Mostaza. El título de su cuarto disco, por tanto, es elocuente y refleja que la chilena estaba dispuesta a explorar y ampliar la fórmula compuesta por ingredientes sintéticos ya planteada en su anterior “Dance And Hunt” (Subterfuge, 2016).
A partir de una plantilla basada en ritmos programados y en sintetizadores y teclados de diferentes tonos, Soledad Vélez transita bajo atmósferas que se balancean entre el dream-pop arrebatador que va directo al corazón y el tecnopop enfocado hacia la pista de baile manteniendo los penetrantes matices de su voz. Esta variación de registro ha funcionado, además, como impulso para que dotara de mayor energía a su discurso, a medio camino entre la fuerza de Javiera Mena y la sensibilidad sentimental de La Bien Querida. Grandes ejemplos de esta combinación sonora y sensitiva son la inicial “Esta Noche”, “Flecha”, “Pa’ Siempre” y “Ven Para Acá” (en la que intervino Joe Crepúsculo), que transmiten sensaciones evocadoras y noctívagas al tiempo que no reducen su pulso dinámico fuertemente influidas por la escuela de los 80.
Aquella década es el pilar fundamental sobre el que se sustenta “Nuevas Épocas”. De ahí que, a medida que avanza el disco, reboten en su interior ecos tanto de Chromatics y de otros congéneres que aparecen en la banda sonora de “Drive” (“Cromo y Platino”, con la colaboración de otro adalid ochentero, Gerard Alegre de El Último Vecino) como de los new romantics electrónicos de hace treinta años (“Vamos a tu Casa”, “Cuando me Dices que no”), hasta completar un ejercicio de aires revivalistas pero ejecutado con un enfoque contemporáneo que demuestra lo bien que le han sentado a Soledad Vélez su giro estilístico y vestirse de arriba abajo con ropajes sintéticos. [Más información en el Facebook de Soledad Vélez // Escucha «Nuevas Épocas» en Apple Music y en Spotify]
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Marem Ladson debuta con un largo homónimo en el que su propuesta de folk-pop medio gallega medio norteamericana brilla con un fulgor cálido y amable.
MAREM LADSON / Marem Ladson. A Marem Ladson le ha bastado un único álbum para dejar claro que está preparada para labrarse un camino artístico tan personal como repleto de posibilidades. En realidad, esa impresión ya había aparecido mucho antes de que publicara su homónimo estreno en largo, “Marem Ladson” (Mont Ventoux, 2018), cuando su primer single, “All My Storms”, la situó como cantautora de precoz talento que empezaba a caminar sobre una alfombra roja hacia el altar del nuevo pop nacional. No había duda: de historias singulares (nació en Ourense pero, por la parte de su padre Willie, ex-jugador de baloncesto en el equipo de la ciudad de las Burgas, tiene raíces en Estados Unidos) suelen surgir figuras estelares. Y a Marem Ladson se le presentaba ante sí un futuro esplendoroso.
Esa identidad mitad gallega mitad norteamericana se vuelca en un folk-pop que sirve de medio para canalizar pensamientos y sentimientos sobre el amor, la familia, la juventud, la transición a la madurez… Es decir: sus emociones, alegrías y decepciones, encapsuladas en un repertorio (grabado con Brian Hunt y Juan Diego Gosálvez) que revela a una compositora y cantante capaz de transformar en oro una materia manida gracias a piezas brillantes como la elegante “Shades Of Blue” y la agitada “West”, adelantos que anticipaban los teóricos puntos de fuga de “Marem Ladson”.
Eso sí, una vez materializado el LP, se comprueba que se impone la cara más sensible y sugerente de Marem Ladson, que parece venir de la misma dimensión vaporosa donde se aloja Hope Sandoval, aunque sus formas expresivas, pese a su calidez, sean más firmes y la acerquen a referencias del estilo de Angel Olsen. Pequeñas grandes joyas llenas de suave electricidad e intimismo como “Everything I’ve Ever Lost (Is Coming Back)”, “Woods”, “For And About” y “My Corazón” confirman que Marem ha conseguido insuflar nuevos aires a aquella ola neo-folk que germinó en España hace una década y de la que sólo quedaban algunos rescoldos… hasta que llegó ELLA. [Más información en el Facebook de Marem Ladson // Escucha «Marem Ladson» en Apple Music y en Spotify]
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Fino Oyonarte es uno de los nombres básicos para entender el indie de nuestro país en los últimos años… Y, ahora, por fin, el hombre debuta en solitario con su disco «Sueños y Tormentas».
SUEÑOS Y TORMENTAS / Fino Oyonarte. De la juventud de Marem Ladson a la veteranía de Fino Oyonarte. A pesar de su larguísima trayectoria, jalonada por su labor como miembro de Los Enemigos, Clovis y Los Eternos, como productor (de Los Planetas o Lagartija Nick) y como editor de libros en Libros del Ruido, aún no había publicado su primer disco en solitario. Quizá resulte sorprendente, aunque ciertas cosas deben suceder en las circunstancias adecuadas, ni antes ni después. Y “Sueños y Tormentas” (Buenaventura, 2018) ha llegado en el momento apropiado para recordar el valor de una de las eminencias del rock español.
Con todo, en “Sueños y Tormentas” no hay rastro de ese género que domina y conoce en profundidad. Si acaso, en su interior se encuentra su espíritu reconducido hacia la emotividad y la honestidad. Pero, por fuera, emerge una versión de Onoyarte tendente al pop, depurada y exquisita, derivada del tono autobiográfico, confesional y austero del disco, en el que expresa el discurrir de su vida entre un torrente de sensaciones y reflexiones reunidas para ajustar cuentas consigo mismo de una forma reposada, abrazando la nostalgia y sin permitir que la memoria se desvanezca. Esta narración individual contrasta, sin embargo, con el trabajo coral que moldeó “Sueños y Tormentas”, el que participaron César Verdú (León Benavente) como co-productor, Carlos Aquilué (Kiev Cuando Nieva), Pepe Andreu (Alondra Bentley), Xema Fuerte y Caio Bellveser (Josh Rouse, Maderita), Ana Galletero (Mercromina, Travolta), Philip Peterson (St. Vincent, Nada Surf) o su sobrina Silvia.
El resultado final es una obra que se caracteriza por su riqueza de arreglos (como las cuerdas que dan enjundia a “Afortunado”) y su clasicismo (“Estos Años” o “Casualidad”, adornada con coros beachboyescos que dan lustre a su ya de por sí resplandeciente melodía), coordenadas estilísticas entre las que Fino Oyonarte realiza confesiones a pecho descubierto y declara sus intenciones con el amor y el paso del tiempo como grandes temas de fondo hasta alcanzar la gran moraleja de “Sueños y Tormentas”: a pesar de los obstáculos que la vida pone por delante, siempre queda un resquicio para la esperanza. [Más información en el Facebook de Fino Oyonarte // Escucha «Sueños y Tormentas» en Apple Music y en Spotify]
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Fernando Martínez vuelca su pasión por el cine en el nuevo disco de Remate: «KITASATO», una colección de canciones que apasionan como la película de tu vida.
KITASATO / Remate. Hablando de vida, si atendiéramos al concepto que envolvió a sus últimos movimientos discográficos, habría sido natural que Fernando Martínez, Remate, hubiera prolongado su imaginativa visión sobre la suya propia -presente y (ante)pasada-, plasmada en los relatos familiares que eran “Nelson es Perfecto” (Relámpago, 2014) y “Cabello de Ángel, Tocino de Cielo” (Relámpago, 2016). Sin embargo, el madrileño ha preferido centrar “KITASATO” (Relámpago, 2018) en su otra gran pasión: el cine, arte con el que mantiene una fructífera relación en forma de bandas sonoras para “Too Much Johnson” (ópera prima de Orson Welles que se creía perdida), “Un Corazón Roto no es Como un Jarrón Roto o un Florero” (cortometraje de Isabel Coixet) y, más recientemente, “2001 Sparks In The Dark” (documental de Pedro González), junto a Wild Honey.
Esta conexión cinéfila funciona como el punto de partida de su nuevo trabajo, interpretado como un soundtrack imaginario inspirado en personajes femeninos sacados de películas de culto. Así, “KITASATO”, como disco que trasciende su condición musical, invita a descubrirlas y redescubrirlas para hallar su relación con las piezas bautizadas con sus nombres: Dawn Wiener (“Bienvenido a la Casa de Muñecas”), Jackie (“Red Road”), Star (“American Honey”), Martha (“Bubble”), Ray Eddy (“Río Helado”) o Fred Belair (“Laurence Anyways”). Producido por el propio Remate y Carlos Toronado, colaborador habitual, “KITASATO” avanza marcado por el ritmo cinemático de unas composiciones instrumentales plagadas de sonidos minimalistas y realizadas bajo postulados de la electrónica de habitación.
Ya sea descomponiendo estructuras sintéticas o jugando con los esquemas de la música atmosférica, Remate se muestra cual Vangelis doméstico que se sumerge en candencias repetitivas e hipnóticas, mezcla ingredientes orgánicos y artificales, reduce a fuego lento la robótica kraftwerkiana, deconstruye los parámetros convencionales del kosmische y ofrece la cara más vanguardista del synthpop en otra prueba de un autor personalísimo y audaz, que se mueve como pez en las aguas de la experimentación. [Más información en el Facebook de Remate // Escucha «KITASATO» en Apple Music y en Spotify]
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