Chico y Chica acaban de lanzar dos nuevas canciones en formato de single que, además, resultan ser el canto al egocentrismo que vas necesitando.
«Como sentado en un trono real, el Sol gobierna la familia de planetas que giran alrededor suyo». Eso escribía Nicolás Copérnico en su “Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes”. Una frase y, de repente, la Tierra dejaba de ser el centro del Universo. Por consecuencia, los seres humanos ya no éramos el centro de la vida, el único punto firme y quieto alrededor de lo que todo gira, el punto que marca el compás de todo lo demás (Luis XIV de Francia sería el único ser humano no dispuesto a doblegarse ante el Universo, pero eso es otra historia). Dos mil años de Historia se convertían de repente en un error que duró dos mil años. A Tolomeo, el pobre, lo tiraron a la basura. Olvidado, pasó de ser el más listo al más tonto.
Pero, en secreto, una pequeña parte de la población siguió cultivando la doctrina geocéntrica. Un pequeño grupo de devotos que ha sobrevivido hasta nuestros días. Para poder pasar desapercibidos, han tenido que adaptar su nombre a las modernas teorías del psicoanálisis (hay un momento de la Historia en el que el hombre se aburre de mirar hacia fuera y busca nuevos entretenimientos mirando hacia dentro, sobre todo de los demás). Pero la sustancia es la misma: son los que se creen el centro del Universo.
Ahora se hacen llamar los Egocéntricos. ¿Y quién los puede culpar? ¿Acaso no es «yo» la primera palabra que aprendemos? ¿Acaso, cuando le pedimos a alguien que nos entienda, no apelamos a su empatía, a su capacidad de sentir nuestros sentimientos, sí, pero solo tras sentirlos como si fueran de sí mismo? Todo nace y muere con el yo. Y el nuevo 7″ de Chico y Chica (que viene a engrosar las brillantes filas de los Golden Greats de Austrohúngaro) es eso: un canto al yo, un homenaje al egocentrismo, una lanza rota a favor de uno mismo. Que ya era hora.
En un mundo de masas sin individuos, solo queda un último reducto de libertad personal, un último gesto en el que la autoafirmación estalla y brilla en todo su esplendor: un orgasmo. Dicen que, mientras haya vida, hay esperanza. Me tomo la libertad de reformular el tópico: mientras haya orgasmos, hay vida. Alicia y José Luís no se andan con rodeos y sutilezas, y la canción de la cara A (que da nombre al single) deja bien claro su camino desde el título: “Un, Dos, Tres, Orgasmo”. La canción se coloca así siguiendo toda una estela de composiciones sobre orgasmos, temática universal, preocupación eterna del ser humano, que ha copado todos los géneros habidos y por haber: desde el pop a toda revolución de Buzzcocks y su “Orgasm Addict” al lento y sensual “French Kiss” de Lil’ Louis, pasando por Donna Summer en “Love To Love You, Baby” y el clásico de clásicos, “Je T’aime (Moi non plus)” de la Birkin y el Gainsbourg.
Pero “Un, Dos, Tres, Orgasmo” se diferencia de todas las anteriormente mentadas por un detalle fundamental: en ningún momento escuchamos el orgasmo en cuestión . Se nos sugiere a través de todo lo que rodea la canción. Por la prolongación de las palabras finales, que se pierden en susurros, claro, pero sobre todo por la construcción de la melodía a partir de diferentes patrones de un Roland CR78. A veces aguda, a veces sinuosa, a veces entrecortada, la melodía hace más por el orgasmo que la explícita letra. Me explico: la misma letra («no te sigo, me he perdido / estoy teniendo un pedazo de orgasmo«) sobre otra melodía transmitiría menos sensualidad que la misma melodía sobre una letra que abordara cualquier otro tema.
Otro detalle que mola, además de dilatar hasta varios minutos algo que dura segundos (bueno, yo por lo menos en la vida he tenido un orgasmo de cuatro minutos; pero felicidades a Alicia si ese ha sido su caso) es hacer repetible algo irrepetible. Ningún orgasmo se parece al anterior, y la canción lo deja claro. Déjame en paz este breve rato, joder, que a saber cuándo se volverá a repetir, parece decir («este rato fugaz / nunca más de esta manera / ¡jamás!«). Pero la gracia es que se repite todas las veces que quieras que se repita la canción.
Así que eso: punto a favor de Chico y Chica por convertir algo fugaz e irrepetible en algo de lo que podemos disfrutar una y otra vez. Finalmente, remarcar que este no es un orgasmo cualquiera. Es un orgasmo con certificado de propiedad: «es mi orgasmo, no es el tuyo / así que déjame«. Ojalá la gente se lo aplicara a otros ámbitos también, y dejara a los demás en paz con lo que le gusta (como los mismos José Luís y Alicia nos enseñaron ya en «Tú Lo Que Tienes Que Hacer«).
La cara B no es solo una buena ocasión para reivindicar a Franco Battiato –que, por suerte, ya está más que reivindicado (por Astrud y Col.lectiu Brossa, por Murciano Total, por Triángulo de Amor Bizarro…)-, sino también a esa diosaza de Alice, su pupila. Alice, oscura, con garra y pelazo, que con aquella maravillosa “Per Elisa” (escrita para ella por Battiato) ganó la edición de 1981 del Festival di Sanremo. Una edición en la que, subrayemos, participaban piezas tan míticas como “Maledetta Primavera” de Loretta Gorgi o “Sará perché ti amo” de Ricchi e Poveri.
No sé, la de Alice (Carla Bissi en el registro) es una figura que me fascina. No cedió a los cánones que la canción italiana imprimía sobre las mujeres. No cedió a Capitol Records cuando le pidieron que grabara «Per Elisa» en inglés y en castellano, a la usanza de entonces. Harta de repetir siempre «Per Elisa«, se negó a cantarla durante veinte años. A finales de los 90 se negó a ser una estrella del pop y montó el proyecto de electrónica God is My DJ, que solo presentaba en iglesias, etcétera.
Y, para entender qué significa que una mujer así ganara el Festival di Sanremo en los 80, ahora abro aquí una pestaña sobre este extrañísimo universo paralelo que es este certamen (además, no sé cuándo volveré a tener ocasión de hablar de ello). En primer lugar, no se me ocurre ningún paragón en nuestro territorio. Es como el Templo de la Tradición, como un escaparate que marca los ritmos de la historia de la canción italiana, desde el principio de los tiempos y todavía a día de hoy. Si no has pasado por Sanremo, olvídate de ser alguien en el panorama musical italiano. Por ejemplo, la canción ganadora de este año, “Occidentali’s Karma” de Francesco Gabbani -que, ojo, no deja de tener cierto deje Battiato con esa técnica name dropping de filosofía y cultura pop- se convirtió a raíz de su primer premio en La Canción del Año de nuestro país vecino. No recordaba a mi padre cantar con tantas ganas una canción desde que fuimos a ver juntos a Battiato en el Palau de la Musica. Lo digo en serio. Y, al mismo tiempo, la historia de Italia se lee a través de las ediciones del programa: para ver cómo se hicieron los italianos, basta con escuchar las canciones ganadoras de Sanremo.
Cerrando pestaña y volviendo a Alice. Eso: que la primera versión de “Chanson egocentrique” es la que Alice y Battiato grabaron en 1983 para un homónimo sencillo de ella (de hecho, es la primera canción que cantaron juntos). Luego Battiato retomaría la canción, casi sin tocarla desde la versión original, y la incluiría en “Mondi Lontanissimi” (EMI, 1985). Seguirían colaborando como dupla unos años, dejando interpretaciones tan memorables como la de «I treni di Tozeur«, se perderían la pista, volverían a hacer algunas giras juntos para sacar tajada, etcétera.
Cerrando otra pestaña y volviendo a «Chan-son egocentrique» de Chico y Chica. La canción de los de Bilbao se parece más a la reescritura de Battiato que a la original, pero con aún más bombo y atmósferas galácticas. Y, la verdad, después de ese canto individual que es «Un, Dos, Tres, Orgasmo«, el tema le viene como anillo al dedo. La canción va de la dificultad de percibirse fuera de uno mismo («chi sono / dove sono / quando sono assente di me«), rozando hasta la manía persecutoria («la luna scende i gradini di grattacieli / per prendermi la vita«). En boca de Alicia (que no Alice), la mujer con la mejor dicción de nuestro país, la mezcla de lenguas que en Battiato era casi mística adquiere aquí ese extraño humor presente, pero no fácilmente reconducible a un elemento identificable) tan característico de Chico y Chica. El toque personal llega al final, con ese «canci-o-o-ooooón e-go-cén-trí-ca» que ya termina de finiquitar el popurrí de lenguas con el que está escrita la canción.
Todo se resume, finalmente, en que, si ser egocéntrico significa estar demasiado ocupado con uno mismo como para juzgar a los demás, bienvenido sea. Cuanto daño hizo Copérnico. [Más información en la web de Chico y Chica. Escucha «Un, Dos, Tres, Orgasmo» en Apple Music y en Spotify]