Hay dos formas muy diferentes de aproximarse a «Artstravaganza» (Initiative Music / Chicks on Speed Record’s, 2014)… y lo jodido es que la percepción final puede ser abismalmente diferente dependiendo de la forma en la que quien escucha se acerque al disco. La aproximación menos satisfactoria sería la puramente musical: tomarse lo nuevo de Chicks on Speed como un disco más entre las decenas que atiborran cada día nuestras bandejas es algo así como meterse en un callejón sin salida sin tener noción de haberla cagado estrepitosamente.
Y es que lo de Alex Murray-Leslie y Melissa Logan hace tiempo que dejó de ser algo exclusivamente musical. De hecho, si alguien me obliga a soltar una burrada a punta de pistola, deberé admitir que las canciones de Chicks on Speed suenan ligeramente demodés: por mucho que recurran a toques irónicos de EDM en cortes como «God«, lo cierto es que el electro pop que practican estas chicas suena a principio de siglo, a aquel tiempo en el que el «clash» podría haber substituido al «pop» detrás del «electro» y nadie se habría asustado. Y esto es algo bastante peliagudo, porque la verdad es que, incluso sin la necesidad de sonar cegadoramente modernas, Chicks on Speed consiguen facturar temazos arrolladoramente impecables como la apertura pluscuamperfecta con el himno «Utopia«.
Pero es que, al fin y al cabo, lo musical es tan sólo la muleta que Chicks on Speed utilizan para propiciar la otra aproximación posible a «Artstravaganza«, ya implícita en ese título que elude directamente a la astracanada artística. Para esta ocasión, Murray-Leslie y Logan han decidido acompañar el lanzamiento del disco con un total de seis apps interactivas instrumentales que vienen a ampliar el discurso de Chicks on Speed en torno a ese pantanoso terreno del arte moderno, el activismo y las nuevas interfaces virtuales como generadores de una nueva categoría artística mucho menos elitista y exclusivista. Arte por y para todos.
Para acabar de redondear el discurso de «Artstravaganza«, Alex y Melissa se han hecho con todo un conjunto de colaboraciones estelares que vienen a completar las encendidas proclamas socio-artísticas de Chicks on Speed: Yoko Ono, Julian Assange (sí, ese mismo Julian Assange), Princess Francesca von Habsburg, Peter Weibel, Angie Seah, Anat Ben-David… Todos ellos tienen una voz propia e intransferible que, sin embargo, se trenzan a la perfección con el discurso de «Artstravaganza«, que queda lo suficientemente claro en canciones / declaración de intenciones como «Art Dump» o en la misma portada del álbum, con esa referencia a la Coca-Cola que tan bien puede homenajear al pop art como bien puede referenciar más bien el carácter superfluo y de consumo rápido del arte moderno.
Este, al fin y al cabo, puede ser el principal problema de «Artstravaganza«: que haya quien se acerque hasta él para encontrar a las Chicks on Speed que facturaban hits electro-poperos y se encuentre más bien con un disco que pide un esfuerzo por parte de quien escucha para ser desentrañado, diseccionado, aprehendido y, finalmente, gozado. Al fin y al cabo, este es otro alegato más a sumar a todos los de «Artstravaganza«: hacer necesaria una actitud activa en estos tiempos que han acomodado al consumidor de música en un modo de vida completamente pasivo.