Existe una mística inexplicable en torno a los discos de ruptura. «Blue» (Reprise, 1971) de Joni Mitchell, «Back to Black» (Universal, 2006) de Amy Winehouse, «In The Wee Small Hours» (EMI, 1955) de Frank Sinatra, «For Emma, Forever Ago» (Jagjaguwar, 2008) de Bon Iver, «Shoot Out The Lights» (Hannibal, 1982) de Richard y Linda Thompson, «The Visitors» (Polydor, 1981) retratando la ruptura de las dos parejas de ABBA, el hecho de que Taylor Swift se haya convertido en la puta máster del universo en lo que a break up albums se refiere… Y, claro, «Rumours» (Warner, 1977) de Fleetwood Mac. Por encima de todas las cosas. Ninguno de estos discos tiene absolutamente nada que ver con el resto. Y, precisamente por eso, «Entirely New Blue» (Cascine, 2015) de Chad Valley también es imposible de relacionar con esa ristra de clasicazos.
Ya lo decía Tolstoi en «Anna Karenina«: «Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas cada una a su propia manera«. Una forma como cualquier otra (bueno, no, más bien la forma más magistral posible) de decir que la felicidad es una emoción plana pero, por lo contrario, la tristeza tiene diferentes capas que pueden presentarse y vivirse de formas muy diferentes. Por eso todos los discos de ruptura son diferentes, porque cada uno de sus autores vive la tristeza de ese momento en particular de una forma única, personal e intransferible.
Ahora bien, lo de Hugo Manuel no tiene nombre: tanto su EP de debut como su primer largo, «Equatorial Ultravox» (Loose Lips, 2011) y «Young Hunger» (Loose Lips, 2011) respectivamente, nos enseñaron a salir del agujero del chill wave mirando al synth-pop desde la melancolía pura y dura. Incluso en las canciones más alegres de Chad Valley podía encontrarse siempre un poso de tristeza, de nostalgia, de retraimiento apocado hacia los pliegues más internos de sus emociones ensimismadas. Así que, cuando lees por ahí que Hugo Manuel ha hecho un disco de ruptura, lo único que esperas es que se rompan las murallas de la mordaza pop más alegre y toda esa tristeza punzante que había estado prisionera hasta entonces corra libre. Sí, lo reconozco: antes de escuchar «Entirely New Blue«, esperaba un disco que añadir a mi colección de «música para cortarse las venas». (Todos tenemos esa colección, ahora no os hagáis los suecos.)
Cuando lees que Chad Valley ha hecho un disco de ruptura, esperas que se rompan las murallas de la mordaza pop más alegre y que la tristeza punzante corra libre.
Lo que se encuentra dentro de «Entirely New Blue«, sin embargo, es algo muy diferente… Sí que es cierto que hay alguna canción especialmente triste: «Seventeen» es de esos temas que te rompen el corazón por ser una maravillosa evolución de casi seis minutos en los que Manuel no abusa de su falsete a la hora de abrir su corazón y repetir una y otra vez que «all I’m thinking about is you«. Pero el resto de cortes con un tempo más lento basculan entre la dulzura con forma de nana que te canta tu pareja mientras te estás quedando dormido en el sofá («Labasa«) y algo así como una versión de Pimpinela producida por Dev Hynes («Good Brains«). Más allá de estos cortes y de la apertura a capella -y bien de autotune– con «Understand«, en el resto de «Entirely New Blue» Chad Valley se lanza como si no hubiera un mañana contra la versión más optimista y bailable del pop.
Al mal tiempo, buena cara. Lo decía tu abuela. Y también lo dice Hugo Manuel. En su segundo disco, esta vez sin ningún tipo de colaboraciones ilustres que actúen a modo de árboles que no dejan ver el bosque, abundan las joyitas de synth-pop ochentero del que busca el baile en quien escucha, aunque sea un baile con los ojos cerrados bien fuertes para que no se te escape ninguna lágrima: «Arms Away» sobrevuela sobre un ritmo capaz de tirar del yugo de las almas apesadumbradas; «Alisa» es la canción que Solange estaba esperando para construir a partir de ella todo su primer álbum; «Moon Under Water» vuelve a jugar a la multicapa (de ritmos y de voces) para actuar a modo de diálogo interior… Y, por encima de todas las canciones, las dos verdaderas perlas (¿ensangrentadas?) de «Entirely New Blue«: «True» y «Not That Man«. Poco más que decir además de lo que suelo decir en estos casos: esto es pop pluscuamperfecto.
Llegados a este punto, todo cobra sentido. ¿Cómo encajar el supuesto optimismo en un disco de ruptura? ¿Se está revelando Hugo Manuel como ese tipo de personas que proyectan penita porque los ves vivir en la ilusión de que las cosas pueden solucionarse cuando está bastante claro que todo está perdido? Quiero pensar que no. Quiero pensar que, por el contrario, Manuel es uno de esos tipos que no se permite a si mismo hundirse en la miseria. Que es una de esas personas que, para salir del pozo oscuro de la tristeza, se fuerzan a buscar la luz. Y a perseguirla. No sé vosotros, pero yo soy una persona que absolutamente bajo ningún concepto me pondría uno de los discos de mi colección de «música para cortarse las venas» cuando estoy deprimido. Para cuando estoy deprimido, por el contrario, me guardo discos como este «Entirely New Blue» tan salvavidas.