La docuserie «El Caso Alcàsser» es de lo mejorcito que vamos a ver en Netflix este año… Y lo es precisamente porque va más allá del propio caso.
La fórmula de las series documentales de Netflix que abordan asesinatos y casos policíacos (y procedimentales) parece estar mucho más que establecida. La idea fundamental es estructurar la trama como si de una ficción seriada se tratara, con su ritmo de vértigo, con sus cliffhangers bestiales al final de cada capítulo a modo de trampolín hacia el siguiente episodio, con su profusión de efectos visuales y animaciones substituyendo las recreaciones que siempre han abaratado este tipo de producciones… Y, sobre todo, con dos aspiraciones básicas: alargar el chicle al máximo (en serio, la mayor parte de series documentales de esta plataforma de VoD podrían beneficiarse del corte de, como mínimo, un tercio de sus episodios) y conseguir una revelación final exclusiva y epatantes como la de «The Jinx«, que no es de Netflix pero que está claro que es lo que siempre ha buscado con series como «Making a Murderer«.
Hasta aquí, todo bien. Incluso en su cara menos amable (duración excesiva, búsqueda forzada del grand finale), las docuseries de Netflix son un must porque, mira, en serio, ¿qué tienes mejor que hacer un domingo por la tarde que marcarte una maratón de esas que te dejan picueto delante de la pantalla exclamando «qué jodido está el mundo» y creyéndote más listo que toda una legión de policías, investigadores privados, fiscales y jueces? Nada. No tienes nada mejor que hacer. Y lo sabes.
Por eso mismo, muchos fuimos los que nos pusimos inmediatamente palote cuando, a principios de 2018, Netflix anunció tres cosas muy tremendas: 1. Que estaba produciendo su primera serie documental española, 2. Que esa serie abordaría algo tan intrínseco a la sociedad española de los 90 como el caso de las niñas de Alcàsser y 3. Que la serie vendría producida por Bambú y dirigida por Elías León Siminiani. Al fin y al cabo, Ramón Campos (productor y fundador de Bambú) y Siminiani hace un par de temporadas que nos entregaron una de las docuseries sobre esta temática más perfectas que se recuerdan en nuestro país: «El Caso Asunta (Operación Nenúfar)«, que se estrenó originalmente en Antena 3 pero que, obvio, también puede verse a día de hoy en Netflix.
Se nota que «El Caso Asunta (Operación Nenúfar)» les sirvió tanto a Siminiani como a Campos para coger músculo en esto de la investigación de casos de asesinato truculento. De hecho, muchas de las constantes que ya convencieron en aquella docuserie vuelven a repetirse en «El Caso Alcàsser«, que también apuesta por estructurar la narración en base a una investigación activa, un «work in progress» en el que, tras asentar las bases de los hechos puramente históricos, el director despliega la información a medida que su equipo la va excavando y exhumando.

Así arranca «El Caso Alcàsser«: con un despliegue de medios casi didácticos que se usan como herramienta para construir los pilares básicos sobre los que se erigirá el resto de la serie. Esos pilares básicos son los hechos puros y duros: la desaparición de las niñas, los testigos oculares, el desespero de todo un país durante la búsqueda, el hallazgo de los cadáveres, la implicación de la familia Anglés, la huída de Antonio Anglés y el arresto de Miguel Ricart. El primer capítulo de la serie, a este respecto, resulta pluscuamperfecto. Se nota que Siminiani le ha pillado el truco a este tipo de docuseries y que le bastan y le sobran 60 minutos para convertir «El Caso Alcàsser» en puro canon bajo un foco de luz a partir del que, en episodios posteriores, se irán explorando las sombras.
Y aquí es cuando la truculencia entra en escena. Porque está claro que abordar este caso obviando toda la truculencia que trajo consigo mismo sería, directamente, dejar fuera un alto porcentaje de lo que significó para la sociedad española de los años 90. Es en este punto en el que entra en juego el otro Elías León Siminiani, no el de «El Caso Asunta (Operación Nenúfar)«, sino el autor a la búsqueda de nuevas realidades documentales capaces de asimilar el «yo» dentro del relato ajeno. En «Mapa» le dio la vuelta al concepto de videodiario para acercarlo a la cinefilia, y en «Apuntes Para Una Película De Atracos» habló de su propia paternidad a través de la historia del mítico butronero de Vallecas.
Es inevitable percibir, entonces, que Siminiani está mucho más presente en «El Caso Alcàsser» que en «El Caso Asunta (Operación Nenúfar)«, sobre todo en un tramo final en el que se toma como aventura personal conseguir que Juan Ignacio Blanco le muestre el vídeo snuff que presuntamente tiene en su poder y que resolvería de una vez por todas este misterio. Pero, sin embargo, donde más se le intuye no es en su presencia, sino en su intención… Una intención que resulta ser lo más interesante de la docuserie.
Porque hay que reconocer que la calidad de «El Caso Alcàsser» es incontestable: su capacidad para articular el relato como cuento oscuro es excepcional, los efectos digitales ayudan pero nunca molestan, el ritmo es impecable, consigue que los bustos parlantes expliquen justo lo que el espectador se muere por escuchar… Si quieres saber en qué consistió este caso, por fin puedes recurrir a un canon oficial. Ahora bien, es un canon oficial que viene con una reflexión paralela que lo sublima de forma maravillosa.

Si viviste en los 90, recordarás lo ocurrido, obviamente… Pero también recordarás que este caso abrió toda una línea de debate sobre los límites de la televisión a la hora de abordar este tipo de sucesos. Primero a través de Nieves Herrero y Paco Lobatón, más tarde a través de Pepe Navarro y su bochornoso «Esta Noche Cruzamos El Mississipi«, el caso Alcàsser ayudó a dibujar las líneas que el periodismo televisivo (y también escrito) no debía volver a cruzar jamás. Elías León Siminiani convierte su docuserie en una reflexión a este respecto: sabiendo que este es un caso que se estudia precisamente en las facultades de Ciencias de la Comunicación, el directo desliza bajo la trama toda una disertación en torno a todo lo que el periodismo de los 90 hizo mal en este caso. Y lo hace sin recurrir a la truculencia, mostrando solo lo justo, evitando enseñar lo que no es necesario enseñar y dejando que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones.
No solo eso. En sus últimos 20 minutos, «El Caso Alcàsser» incluso se atreve a realizar una triple voltereta mortal para hablar de algo que también fue inherente a aquellos sucesos: el uso de estos asesinatos para meter miedo a la mujer (de todas las edades) y relegarla a la posición que siempre se le había predestinado en la sociedad española. En los 90 creció toda una generación de niñas con miedo a salir por la noche «por lo que pueda pasar«. Y lo cierto es que, aunque se echa en falta que esta reflexión se alargue y adquiera una mayor profundidad de campo, hay que aplaudir a Siminiani por acabar uniendo los puntos que van desde «El Caso Alcàsser» hasta el #metoo.
Al final de todo, resulta que «El Caso Alcàsser» son tres series en una: una sobre los límites del periodismo en el nuevo siglo, otra sobre la violencia de género y una última, la más importante, sobre el propio caso… Las tres son sublimes y, sobre todo, todas ellas deberían convertirse en el espejo en el que se miren las futuras docuseries de Netflix, porque aquí no hay ni rastro de tramas alargadas de forma chiclosa y, sobre todo, la reflexión personal viene por vías de diálogo sobre temáticas adyacentes al caso, no sobre el caso mismo. Dicho de otra forma: al llegar al final de «El Caso Alcàsser«, yo tengo mi opinión de todo. De los asesinatos. De los presuntos asesinos. De Nieves Herrero y Pepe Navarro. De esa figura tan inquietante que es Fernando García. Pero lo interesante es que no tengo ni idea de lo que piensa Elías León Siminiani. Y eso me fascina. [Más información en la web de «El Caso Alcàsser» en Netflix]