La literatura como proceso de «curación» puede ir en dos sentidos: el del lector o el del escritor… E incluso puede ir en ambos sentidos a la vez, tal y como ocurre en «Casi Amor«, el nuevo pildorazo de esa literatura cálida y brillante que practica Ugo Cornia y que vuelve a llegar hasta nuestro país de la mano de la editorial Periférica. Tal y como dice el propio título del tomo, lo que se puede encontrar en sus páginas es el relato de algunas de las experiencias amorosas de su propio autor. Ahora bien, que cada uno decida la pertinencia de ese «casi» delante del «amor»… ¿Es una forma de quitarle hierro a las (por otra parte) intensas experiencias amorosas de Cornia? ¿Puntualiza el inevitable echar la vista atrás y ver que el fracaso ha corroído la experiencia y que, por lo tanto, el amor verdadero es lo que nos queda más adelante? ¿O, simple y llanamente, el escritor se muestra cauto y sabio a la hora de relativizar el «amor» con ese lacerante advervio que, al fin y al cabo, viene a señalar lo personal e intransferible de una experiencia como la romántica, que para algunos puede ser amor, para otros algo menos que amor e incluso puede variar en su intensidad cuando lo ponderamos nosotros mismos en diferentes momentos de nuestras vidas?
Todas las respuestas son y pueden ser válidas, porque «Casi Amor» es un puzzle abierto en el que las piezas pueden encajar de una y de mil maneras para arrojar diferentes paisajes que ayuden a la «curación» de quien lee. Está claro que la disposición en forma de crisol desordenado de las vivencias de Cornia es el puzzle que le ayuda a el autor en concreto: en su memoria, en sus páginas, las mujeres se confunden una con otra y sólo son identificables por rasgos peregrinos antes los que es necesario un sobresfuerzo de atención, como quien intenta retener los nombres de los personajes de un culebrón venezolano. Una bonita pero incisiva metáfora de cómo el tiempo y los resortes internos de nuestro cerebro son capaces de mezclar personas que han desaparecido de nuestras vidas pero que hemos vivido en el marco de un mismo contexto. O quizás una forma de conservar el anonimato de las amantes… Porque esto no es una crónica del corazón con pelos y señales. Esto es más bien una educación sentimental en la que el lector debe poner sus propias reglas: si quiere una lectura amena, la tendrá sin mayor dificultad; pero si, además, «Casi Amor» le pilla mínimamente vivido en temática romántica, está claro que el libro se ordenará automáticamente en su cabeza de forma que las piezas del puzzle harán click formando un paisaje que acabe explicando más cosas de quien lee que de quien escribe.
Por si fuera poco, más allá de lo dicho hay otra lectura realmente interesante dentro de «Casi Amor«. Y es que el libro se abre con Cornia admitiendo lo siguiente: «A raíz de algunos sucesos que no me parece oportuno contar aquí, situados en las vacaciones de Navidad de 1998, llegó un momento en que de golpe me convertí en alguien que, sobre todo y ante todo, estaba a la espera de algo«. Puede que esta apertura quede pronto sepultada bajo la pluma a corazón abierto del autor, pero al llegar a la última página estas palabras vuelven a resonar cuando el autor realiza una puntualización preclara: «En esos mismos días he sabido que, por fin, han rechazado mis escritos en dos concursos a los que me había presentado y que durante más de un año han tenido mi vida en un especie de limbo repugnante, hecho de esperas y de frustración«. No es difícil inferir que «Casi Amor» es el fruto de esa espera: que los recuerdos, como el amor, suelen burbujear especialmente en el seno del ocio. Y que la buena literatura, como los grandes romances, suelen ser los que crecen en los márgenes a la espera de que pase algo dentro de la página de nuestras vidas.