A Dios pongo por testigo que… Almodóvar me la trae al pairo. Que nadie me malinterprete: por muy esnobista que quede decirlo, sus primeros films me parecen una maravilla, pero desde que decidió que quería ser más famoso que director y, sobre todo, más director de drama que de comedia, se ha ganado a pulso un descenso en mi ranking interés. Sus películas son cada vez más aparatosas, más pomposas, más autoconscientes, lo que sería de puta madre si resultase que este incremento de pedantería viniera acompañado de películas redondas o, por lo menos, plenamente efectivas. Entonces, ¿qué hace «Los Amantes Pasajeros» como máxima recomendada de la sección de cartelera? Porque todo parece indicar que, pese al coñazo de tener en su casting a Penélope Cruz y Antonio Banderas (por suerte, en personajes menores), Pedro Almodóvar ha decidido contentarnos a los que llevamos una década dando por culo con lo de «era mejor director de comedia» haciendo precisamente eso: dirigiendo una comedia. No hace falta que ahora me ponga a vender la moto del argumento ni del resto del casting: una peli como «Los Amantes Pasajeros» es un evento en sí misma, y si la he destacado aquí no es porque lo necesite, sino para darme un gusto que no sé si podré volver a repetir si al manchego le da por ponerse drama queen de nuevo.
Como segunda opción, otro director irregular que parece que puede dar una campanada como en los antiguos tiempos: Sam Raimi trae hasta la cartelera su «Oz, Un Mundo De Fantasía«, algo así como la precuela de «El Mago de Oz» de Victor Flemming. En esta ocasión, Raimi pasa de la pánfila de Wendy y se centra en la figura que realmente mola: la de ese mago que, de pronto, decide montar un chocho enorme para hacerle creer a todo el mundo que es un tipo superpoderoso. Cada uno puede pensar lo que quiera pero, si nos guiamos por el trailer, esto puede ser muy espectacular.